Claudio Gastaldi
(desde Concordia)
En uno de los tantos asentamientos humanos de la ciudad más pobre del país y en el medio de la nada, se divisa un caserío cuya caótica disposición urbanística es, si se quiere, el aspecto folclórico de una realidad angustiante. En ese asentamiento, que lleva el ampuloso nombre de Villa Gobernador Cresto, vivía Darío, un niñito de casi cinco añitos con apenas 11 kilogramos de peso y 85,5 centímetros de altura. No lo pudo resistir, claro, murió; a su edad debió pesar, como mínimo, 18 kilos y medir más de un metro.
En la salita de uno a tres años del Centro Comunitario Infantil (CCI) de ese mismo barrio hay muchos más Darío que, sin llegar a ese estado de desnutrición, están en riesgo, desnutridos en primer grado. La lista a la que accedió ANALISIS cuenta que de los 14 chicos que van a esa salita, ocho tienen desnutrición en primer grado. Cuando el padre Andrés Servín dio la bienvenida a los “Chicos del Pueblo” que venían de recorrer 4.500 kilómetros gritando contra el hambre, les dijo: llegaron a la ciudad en la que de cada cuatro niños, tres están por debajo del nivel de pobreza.
Una de las comprometidas docentes consultadas, Diana Argumedo, dijo: “Es necesario y urgente trabajar juntos para prevenir muertes lentas”. El grito desesperado contra el hambre de los Chicos del Pueblo se corporiza en Darío y nos convoca a reflexionar sobre la viabilidad de los métodos y las formas con que se pretende detener esta inexorable marcha hacia la muerte.
El secretario de Salud y Acción Social, Alberto Armanazqui, dijo que “la pobreza no se resuelve con más asistencialismo. Lo único que hacemos con los planes sociales es dar una bayaspirina para calmar el dolor, la infección no la estamos deteniendo”.
Ya es hora de que estas palabras dejen de ser una simple reflexión para transformarse en hechos concretos. Cada vez que se conocen datos del INDEC sobre Concordia, llegan a la ciudad funcionarios de todas las categorías y latitudes, vuelcan dinero, más planes, más alimentos, más asistencia y…nada. La situación lejos de mejorar, sigue igual o empeora, de modo que se hace necesario pensar en algo más, distinto, mejor.
Cuando el INDEC mostró que en Concordia había casi ocho de cada diez niños por debajo del nivel de pobreza, el mismo Armanazqui dio cuenta de todo lo que estaba recibiendo esta ciudad en materia de planes sociales y alimentarios.
-Plan Familias: “Es un plan que viene cada dos meses, se beneficia a madres con hijos; es de más de 300 pesos y se va sumando 75 pesos por hijo, hasta 700 pesos”.
-Plan Alimentario Familiar: “Son los famosos bonos, que hay 7.700 beneficiarios”.
-Programa “El hambre más urgente”: “Lo presentamos a la Nación con 5.000 beneficiarios. Se trata de un componente que se les da por intermedio de los centros de salud tanto municipales como provinciales. Esto se da, primero a través de una capacitación a los padres o maestros de nivel inicial y nutricionistas y una vez pasada esta capacitación, se les enseña a aprender a cocinar a muchos de ellos. Luego se les entrega una bolsa mensual con alimentos no perecederos y otros frescos. Realmente es una bolsa bastante completa”.
-7.000 planes Jefes y Jefas de Hogar.
-Garrafa social: “Se les entregaron a 5.014 beneficiarios y se va a hacer otra entrega más”.
-Bolsas de alimentos: “Se han entregado más de 9.000 en lo que va de la gestión. Consta de ocho productos: azúcar, aceite, yerba, leche, fideos, tomate, puré de papas, harina de maíz o común”.
-Dietas especiales: “Se van entregando en el año 7.000. Se dispensa a gente que por tratamiento médico debe comer algún tipo de alimento o comida especial. Traen certificados donde consta el tipo de alimentos que tiene que ingerir. Consta de siete productos. Y hay una especial, que es un poco más completa, para enfermos más especiales como celíacos, oncológicos, HIV o trasplantados. Son más caras y tenemos 200 beneficiarios. Ya llevamos más de 2.200 beneficiarios entregados en el año”.
-Comedores: “Tenemos 18 comedores municipales a cargo, donde se dan más de 2.000 raciones diarias. Algunos merenderos que atienden los fines de semana, otros de adultos. Tenés franjas etáreas: de cero a dos, tenés la leche que se entrega por el Centro de Salud; de dos a cinco van a los CDI (Centro de Desarrollo Infantil) o algunos al CCI; después de los cinco, tendrían que comenzar a asistir a la escuelas porque todas tienen comedores”.
A pesar de esta catarata de planes, ayuda y supuestos beneficiarios, Gabriela Amadé, jefa de Terapia Intensiva Infantil del Hospital Felipe Heras, nos dijo que “son muchos los chicos que producto de la desnutrición son inmunodeprimidos propensos a contraer todo tipo de infecciones, incluso tuberculosis. El cuadro con el que Darío ingresó al hospital un lunes de hace más de diez días, era, además de desnutrición y deshidratación, una grave infección intestinal. Según el médico pediatra Carlos Arizabalo, sobre un cuadro de desnutrición de estas características, “en tercer grado, donde está afectado el peso y la talla, tiene graves consecuencias psico-intelectuales, la desnutrición atrofia la mucosa intestinal y en el niño no hay capacidad de absorción del intestino. En estos cuadros es muy difícil sacarlos rápidamente de la desnutrición”.
Aunque ocioso quizá no esté de más decir (ante el enojo de los funcionarios) que no es culpa de los periodistas que los chicos de esta ciudad mueran de inanición.
(más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
