Juan Cruz Varela

Una investigación realizada por ANALISIS en las mismas horas en que se produjo la explosión contra el Club Social de Paraná pudo determinar que el ataque estaría relacionado con una mafia que se mueve alrededor de los servicios de gastronomía que trabajan en la capital provincial. En ese círculo, es público el profundo descontento que existe contra el concesionario del salón y la cantina que funciona en la histórica institución del centro paranaense y empresarios del sector no dudaron en asegurar que “hay gente que es capaz de hacer algo así”. De hecho, hace tres semanas se produjo un extraño incidente en el cual intrusos dañaron un gigantesco cuadro que está en la misma sala en la que se produjo la explosión, en un claro mensaje que nadie supo interpretar -a pesar de que se hizo la denuncia policial. Entre los directivos de la entidad quedó claro que el explosivo fue colocado por alguien “especialista” en el tema, que hasta se tomó sus cuidados para no provocar más destrucciones en el local, pero sí dejar inutilizado el ámbito específico en el que el concesionario había su negocio semanalmente.

“Hay un olor a gasoil o kerosén, que es lo que se usa para mantener los pisos cuando los recursos no permiten la utilización de otro material. Eso, con la profundidad que hay entre los tirantes y el piso, produce una combustión que si accidentalmente alguien tirara un cigarrillo y entrara por algún resquicio de los que tiene el piso y tomara algún papel, que los hay debajo del parqué, generaría una temperatura mayor y una explosión”, fueron las primeras palabras pronunciadas, irresponsablemente, por el jefe de Policía Ernesto Geuna a los medios de comunicación cuando trataba de explicar las posibles causas de la explosión que se produjo cerca de las 2 de la madrugada de este martes en el Club Social de Paraná. Pero por si quedara alguna duda sobre cuál era su hipótesis, Geuna agregó: “De acuerdo con mi perito, se descarta la posibilidad de que haya habido un artefacto explosivo”.

La de este martes era una noche de frío inusitado y fuerte niebla, lo que transformaba el centro paranaense en una postal invernal. Como es costumbre, desde la medianoche, las calles principales habían quedado desiertas. Sólo unos pocos policías que hacen la ronda por la peatonal andaban por la calle. De pronto la tranquilidad de la noche se vio conmovida por una terrible explosión ocurrida en el interior del Club Social que se sintió desde varias cuadras a la redonda. Habían pasado apenas unos minutos de las 2.

El Club Social es tal vez la institución más duradera de las que supo cobijar a la aristocracia paranaense desde principios de siglo y entre sus socios se cuentan ex gobernadores e importantes personalidades de la política y terratenientes importantes de aquella época. Fundado en 1904, cuando un grupo de socios se reunió en la Municipalidad para constituir un club, no tuvo sino hasta cinco años después un lugar físico propio, aunque las reuniones se concretaban en la residencia de José Predolini -uno de los fundadores- que luego fue el Hospital Ferroviario, en calle Andrés Pazos. La mansión en la que actualmente está emplazado el Club Social fue obra del arquitecto Bernardo Rígoli, aunque los trabajos estuvieron a cargo del constructor Agustín Borgobello, una especie de padre de la ciudad moderna de principios del siglo XX, ya que también edificó la Catedral, el Palacio Rosembrock, el Palacio Municipal, el Juzgado Federal, parte del Seminario Viejo y el ex Hotel Central, entre otros edificios. En ese mismo lugar, en el siglo XIX estaba emplazada la casa de doña Gregoria Pérez Larramendi de Denis, y allí recibió al general Manuel Belgrano y sus tropas, en su camino a la campaña del Paraguay.

El fuego no generó daños graves en el edificio aunque el piso de parqué del salón principal resultó seriamente afectado. Pero los mayores perjuicios los provocó la onda expansiva, que arrasó con todo lo que encontró a su paso por los 50 metros que siguen hasta el fondo provocando la rotura de casi la totalidad de los vidrios y ventanas interiores y del enorme vitral ubicado en el techo del salón contiguo. Varias puertas fueron arrancadas de cuajo, marcos desprendidos, mampostería caída y más vidrios rotos completaban el panorama. Extrañamente, sólo los espejos y los focos de las lámparas empotradas en la pared del salón estaban intactos, al igual que la valiosa obra El Payaso, de Cesáreo Bernardo de Quirós.

Con la rapidez irresponsable de otras veces -lo que para nada condice con el rol que debe tener un hombre con tan alta función-, el jefe de Policía aventuró que se trataba de “un accidente” ocasionado por la concentración de gases y combustible, que generalmente se utiliza para la limpieza del piso de madera, en un espacio libre que queda debajo de la plataforma del parqué. No tenía elementos ni pericias técnicas que lo avalen y tampoco había hecho un cuadro general de la situación, ya que no tuvo en cuenta que las puertas de dos oficinas administrativas ubicadas en el piso superior habían sido violentadas. La entrada a las oficinas de la Gerencia y Contaduría, como así también de la cantina habían sido forzadas con una barreta, al igual que los cajones de los escritorios, que estaban cerrados con llave, aunque no se registraron robos de ningún tipo, ni desorden de papeles. De manera que la presencia de intrusos en el interior del Club Social era un hecho, y si bien pudo determinarse que el ingreso se produjo por calle España, donde está ubicada la entrada al gimnasio Simao que funciona dentro del Club Social, un muchacho que prefirió mantener su nombre en reserva, reconoció a ANALISIS haber sido el último en retirarse pasadas las 23 tras la clase que cerraba las actividades de ese día, y aseguró que “a la puerta le di dos vueltas de llave, pero cuando llegamos a la mañana constatamos que estaba sin llave y que no había sido forzada”, y como al pasar, también tiró un dato llamativo: “Varias personas tienen llave de esa puerta”.

Pero la inoperancia policial no termina allí, porque si bien el rápido accionar de los bomberos permitió extinguir el fuego sin que provoque mayores daños, el lugar no fue cerrado por lo que poco a poco se fue llenando de curiosos, intoxicando la escena y a la vez corriendo peligro por la constante caída de vidrios desde el techo de la sala contigua.

Además, un técnico especializado en este tipo de siniestros consultado por este semanario precisó que “la combustión provocada por gas natural es lenta y habría provocado un incendio que hubiera devastado todo el lugar y dejado huellas en los techos, cortinas, paredes y columnas. Además, el salón principal es un ambiente muy amplio, con enormes puertas y ventanales que lo conectan con el hall de entrada, lo que permite que el lugar esté permanentemente ventilado y haría imposible una acumulación de gas en corto tiempo”. Como si todo esto fuera poco, las autoridades del Club Social se cansaron de contar a quien quisiera oírlos que el salón tampoco tiene instalación de gas, ya que las cañerías pasan por las paredes lindantes con el Banco Nación, que están en la sala de al lado, que habitualmente utilizan los socios para jugar naipes o desde donde diariamente la reconocida periodista Ana María Alvarez hace su programa radial para FM Litoral de Paraná.

En tanto, fuentes judiciales confirmaron que los peritos no detectaron pérdidas de gas en dicho salón ni en la cocina y sí encontraron nafta debajo de los pisos de madera como también un encendedor, por lo que algunos se animaron a aventurar que por el tipo de explosión de que se trató, se podría pensar en un artefacto de combustión gaseosa de bajo poder, pero fácil de construir para un entendido por lo que se piensa que pudo tratarse de alguien relacionado con las Fuerzas Armadas o con la Policía.

(más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)