Luis Agustín Brasesco
(especial para ANALISIS)
Se hace necesario indicar previamente, a los efectos de aventar falacias y mentiras, que el radicalismo decidió concurrir a las elecciones donde fue electo el doctor Illia, pese a las proscripciones, porque vislumbró el camino de poder reconstruir la democracia y dar vigencia a todos los partidos políticos. Así lo entendieron la UCR, Udelpa, el Partido Demócrata Progresista y las agrupaciones peronistas que debido a las proscripciones debieron utilizar las siguientes denominaciones: Tres Banderas, Partido de la Justicia Social y Partido Blanco.
En el gobierno, Illia comenzó su tarea difícil de reconstruir la democracia, y así sancionó la ley de medicamentos; anuló los contratos petroleros; estatuyó la legislación penal de enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos, de agio y especulación, precios máximos, salario mínimo, vital y móvil; creó el Consejo del Salario; en materia internacional impuso en las Naciones Unidas la resolución por la cual obligó a Gran Bretaña a discutir con nuestro país la descolonización de Malvinas y su reintegro a nuestra soberanía; dio elecciones libres y sin proscripciones; brilló una amplia autonomía universitaria y jerarquizó la educación en la escuela pública llevando a los porcentajes presupuestarios más altos hasta la fecha los recursos para su mantenimiento. En materia económica los resultados fueron positivos: se formalizaron los pagos, creció el PBI, aumentó el salario, bajó el desempleo -que se mantuvo en un dígito-, entre otras muchas cosas importantes.
Los intereses multinacionales, la oligarquía interna, una confabulación periodística de importantes medios de comunicación, la CGT instrumentando su plan de lucha con la finalidad de derrocar el gobierno y los resultados electorales favorables al peronismo empujaron a los militares gorilas a promocionar y llevar a cabo el golpe de Estado que interrumpió el mandato presidencial. Los dirigentes de la conducción gremial nacional, identificados con el peronismo, y encabezados y liderados por Augusto Timoteo Vandor, acompañaron gozosos a los generales Onganía y Pistarini en el Salón Blanco en la asunción del gobierno de facto.
Sin dudas, la ley de medicamentos y la anulación de los contratos petroleros hicieron que las grandes empresas de laboratorios y del petróleo conspiraran contra este gobierno que pugnaba por construir el Estado de bienestar atentando contra sus intereses. Para ello, encontraron sirvientes en el país como fueron los economistas del libre mercado y el liberalismo económico, siendo uno de ellos Álvaro Alzogaray, técnicos en relaciones exteriores como Nicanor Costa Méndez y dirigentes gremiales que pugnaban en un trabajo político que denominaron “peronismo sin Perón” del cual no era ajeno el general Aramburu.
Estados Unidos no veía con buenos ojos al gobierno del doctor Arturo Illia, pues tenía presente que el 15 de mayo de 1965, ante la intervención militar norteamericana en la República Dominicana, la Argentina fue requerida para que enviara tropas para formar una fuerza interamericana que legalizara la invasión. Pero Don Arturo Illia se negó y manifestó: “La no intervención, la autodeterminación, como expresión representativa de la libre voluntad de los pueblos, excluye beligerancias inconsistentes y reñidas con el total respeto a la soberanía de las naciones”. Esta actitud política junto a los hechos económicos y perturbadores de la “inversión de capitales” impulsó que la mano estadounidense estuviera presente en la confabulación.
Un ejército golpista que maduraba posesionarse en el poder por muchos años, junto a intereses que no pensaban en el país, malogró la gesta que se proponía un gobierno, la de reconstruir la democracia.
El Presidente que caía junto con el Parlamento no sólo era un hombre probo, honesto, capaz, sino que era inflexible en el cumplimiento de su deber, fiel a sus ideales y de férrea fe en su doctrina, de vida sencilla, austera, defensor del erario público y constructor de una sociedad armónica y en desarrollo económico, social y cultural.
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