Florencia Penna

El martes, el filósofo y profesor Tomás Abraham dio una charla informal en la Librería Códice del Flamingo Plaza Mall, invitado por el programa La mañana del Plata. Ante los asistentes de variadas edades, Abraham contó las experiencias del Seminario de los Jueves y de la Facultad Libre de Rosario. También se refirió a la importancia de ser lector y estudioso, y destacó el papel de la filosofía en la actualidad. ANALISIS acerca aquí los extractos más jugosos del encuentro.

La iniciativa del periodista Juan Carlos Bettanin, conductor de La mañana del Plata (Radio Del Plata Paraná), hizo posible que Tomás Abraham visitara Paraná antes de disertar sobre Periodismo y Filosofía en Santa Fe, en el marco del Ciclo de Conferencias y Seminarios que la Facultad Libre de Rosario realiza en la vecina ciudad.

Así fue que con muy buena predisposición, el filósofo nacido en Rumania pero nacionalizado argentino charló casi una hora con quienes se dieron cita en la librería subterránea para dialogar con él o simplemente escucharlo. El apremio del tiempo lo marcó el partido Brasil-Ghana, no sólo por ser un apasionado del fútbol sino porque además está escribiendo colaboraciones acerca del Mundial que se realiza en Alemania.

A continuación, la palabra que Abraham compartió el martes en Paraná.

El Seminario de los Jueves

Nos reunimos desde 1984 todos los jueves del año. El seminario nació en la época en la que empecé a trabajar en la Universidad de Buenos Aires. Me nombraron profesor titular de la cátedra Filosofía de la Facultad de Psicología y tuve que, en marzo, crear una cátedra introductoria a la Filosofía para un ingreso masivo de 12.500 estudiantes y, por lo tanto, reunir un grupo docente de aproximadamente 40 profesores para dar clases en abril del 84 en una universidad democrática… Con la que no tenía nada que ver porque no había tenido conexión con ella en Argentina. Había sido la dictadura y no tenía relaciones académicas ni institucionales prácticamente con nadie. La poca gente con la que había trabajado un poquito durante el proceso en forma semi-clandestina provenía del Psicoanálisis y la Psicología. Y no sé cómo pero lo hice, y en unos 30 días reuní a estas personas sin currículum, porque era absolutamente extemporario pedirlo en un país que no había tenido universidad durante la dictadura militar. Con muchas entrevistas personales y conversaciones armamos la cátedra con mi exigencia que, para formar parte de la misma, teníamos que ser un grupo de docentes estudiosos. Por lo tanto nos reunimos una vez por semana, los jueves, a estudiar.

Cada año se propone un tema, generalmente lo hago yo. Esto era un círculo de docentes de la universidad pero hoy ya no es así. Los hay pero también hay gente que hace distintos menesteres: cine, dj; hay actores, psicoanalistas, ingenieros, contadores. Son más o menos 45 personas. Actualmente tratamos la Ilustración, el siglo XVIII; cuando termina el año se lanza el tema para el que viene. Todos tienen tres o cuatro meses para pensar sobre qué quieren dar su conferencia y prepararse durante el verano con los materiales que gusten. En marzo nos reunimos y cada uno dice qué quiere trabajar: Kant, Rousseau, Goya, Mozart. El modo en que trabajamos el campo filosófico cuando se da en una época histórica es abierto, no es la filosofía del siglo XVIII, sino que es un campo que implica historia, guerras, Napoleón, economía. La filosofía también es lo que llamaba Foucault, un sistema de pensamiento. Cada uno da su óptica; con el título de su charla hacemos un cronograma y, fundamentalmente, lo cumplimos: 20.30 nos reunimos los jueves en un estudio, la charla empieza a las 20.45 (durante 22 años), termina 22.15 y discutimos hasta las 22.30. Es un compromiso. Acá no hay fallas ni fisuras. Y es absolutamente productivo; no nos reunimos para ver qué sentimos, qué pensamos ni por dónde andamos. Sabemos que tenemos un cronograma hasta mediados del 2007, sabemos qué vamos a hacer cada jueves.

No es un grupo abierto porque no se puede pero de a una van llegando personas. Se han muerto muchos de la primera camada; pero no es que entra uno cuando muere uno, no es así. Siempre estoy muy atento a la gente, primero a la juventud. Se necesita sangre joven, que a veces viene en un cuerpo más viejo. Estoy atento a aquellos que pueden aportar algo, con trabajo, con mucho estudio, dándoles tiempo, con un compromiso de asistencia ineludible. Hoy en día tenemos muchos chicos de 18, 19 años. En el último libro (La máquina Deleuze), la mitad de la gente debuta en la filosofía, y se quedaron afuera unos cuantos que están cerca de la jubilación de la Filosofía porque este es un laboratorio de experimentación filosófica. No necesitás haber estudiado Filosofía desde los 16 años como yo, para entrar en un tema. Acá escribió gente de la pintura, cine, música, otros que escriben cuentos y profesores de Filosofía. No hay jerarquías ni antigüedad, el que está desde hace 22 años es igual al que entró el año pasado. Hay ciertas reglas, por ejemplo, cuando uno entra al seminario durante un año no es expositor. Hay dos humildades: una la de trabajar, todo hombre que trabaja es humilde porque lo hace todos los días; otra la de escuchar, porque si no hay mucha gente ansiosa que quiere hablar pero primero hay que escuchar. Discutir se hace de entrada pero para exponer hay que estar un año de oyente. Y si hay alguien interesado, y yo también en que venga, viene invitado una sola vez (porque uno se puede equivocar y creer que era una cosa y es otra). Una vez que decide que le interesa, el compromiso de asistencia es todo el año porque el expositor no tiene que sentir esa falta de elegancia cuando se va a la charla de este y no a la del otro. Todos debemos tener el continente y el respeto por el hecho de que damos nuestro tiempo para el otro. Nadie pone un peso. Se pide a la concurrencia llevar una botella de vino, y algunos tomamos vino y otros nos miran; otros toman gaseosa y la pasamos bárbaro porque hay una absoluta libertad de decir cualquier cosa. El respeto no está en el protocolo ni el silencio sepulcral del claustro. Gritamos, nos reímos bastante porque se basa en un trabajo; no estamos jodiendo. Pero el trabajo puede ser muy placentero. Primero porque es lógico que lo sea si hacemos lo que queremos. Si la pasamos mal así, todos aquellos que no hacen lo que quieren, ¿cómo la tienen que pasar?

Un seminario es investigar juntos. Para mí es el mejor ámbito para estudiar filosofía en sentido amplio, no el librito de. En el sistema de pensamiento filosófico se trabaja sólo ineludiblemente porque se lee solo; pero también se trabaja en grupo, investigando, estudiando, leyendo todos.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)