La rabia de CFK hacia el periodismo complica a Alberto y su posible gobierno

Alberto Fernández en Cadena 3

Alberto Fernández en Cadena 3 donde se peleó con el conductor Mario Pereyra.

Por Ernesto Tenembaum
Publicado en Infobae

El 11 de julio de 2017, ocurrió un hecho periodístico importante. Ese día Cristina Kirchner concurrió a Infobae y, en su rol de candidata a senadora nacional, concedió el primer reportaje a un periodista independiente luego de su salida del poder. El periodista era Luis Novaresio. La nota era tan atractiva que, a medida que se desarrollaba, los principales canales de televisión iban tomando la señal para no perderse el rating. Cualquiera puede verla. El periodista planteó respetuosamente algunos de los temas más conflictivos que rodean a la ex presidenta y ella contestó: así suelen ser las buenas entrevistas.

El viernes, en la presentación del libro Sinceramente, que se hizo en Mar del Plata, Cristina transmitió lo que había sentido en esa nota. “Yo me sentí interrogada. Solo faltaba que me pusieran un reflector adelante y me hicieran algo desde atrás (hizo en ese momento un gesto como si le estuvieran aplicando una picana eléctrica)”.

En cada presentación de "Sinceramente", Cristina Kirchner dedica largos párrafos a periodistas y medios de comunicación. De hecho, la referencia a que María Eugenia Vidal es una "hada virginal" provenía de allí: era una crítica a la manera diferente en que los medios la tratan a ella y a la gobernadora. Sin embargo, en ninguno de los actos que hizo hasta ahora, la furia de Cristina hacia periodistas y medios de comunicación se había manifestado con tanta franqueza.

“Yo no vi este blindaje mediático ni con el presidente Alfonsín, ni con Menem, ni con De la Rúa”, dijo CFK.  “Algo parecido a esto fue el blindaje mediático de la época de la dictadura, donde no salía ninguna tapa desaparecieron tantos, mataron a tal, secuestraron al otro. Creo que si tengo que comparar un blindaje mediático acerca de lo que sucede en la calle, lo que pasa con las personas y la tapa de los diarios, creo que la única etapa política institucional comparable con esta que estamos viviendo en relación al blindaje mediático es única y exclusivamente con la dictadura militar”.

Mientras Cristina decía esto, desde la platea gritaban: "¡Son los mismos, Cristina!". Ella, entonces, se extendía sobre el tema: que cómo cubrieron la agresión de un puntero de Mendoza a una concejal kirchnerista, que cómo Alejandro Fantino entrevistó a María Eugenia Vidal, que cómo encubren por un lado y manipulan por otro. Una semana antes, en Rio Gallegos, se quejaba porque Fernando de la Rúa había recibido mejor trato que ella. “Entre la tapa de los diarios y la Historia, Cristina elige la Historia”, decía.

Las posiciones públicas de Cristina contribuyen a despejar, con enorme sinceridad, una duda. Las tumultuosas relaciones que tuvo con el periodismo fueron un problema central de sus dos gobiernos. Esta campaña era una buena excusa para percibir si, en el caso de Cristina Kirchner, hubo alguna reflexión sobre el tema, si logró entender que se trató de un conflicto desgastante en la que todas las partes cometieron errores, exabruptos, y apelaron a métodos que, finalmente, produjeron división, enfrentamiento y dolor en el país. Era una oportunidad para evaluar si Cristina admite que, en esa dinámica, tuvo un rol muy preponderante y si tiene alguna intención de explorar la posibilidad de desarmarla.

En cada acto, en cada declaración, a cada paso, Cristina demuestra lo que piensa y esto es, exactamente, lo mismo que pensaba cuando era Presidenta y la televisión pública difundía 678: un reportaje es un acto de tortura como antes una caricatura era una amenaza cuasimafiosa, la prensa es la dictadura, y así. No es la posición de Mempo Giardinelli o la de Dady Brieva: es la de Cristina misma. Tal vez eso explique que cuando Maru Duffard, la periodista de TN, fue agredida durante la presentación de "Sinceramente" en la Feria del Libro, Cristina no sintiera la necesidad de solidarizarse.

No es nada secreto, ni nada oculto. En el pensamiento de Cristina, los medios de comunicación son uno de los principales problemas del país. Es una idea discutible, como cualquier otra, que la emparenta con otros líderes del mundo de miradas ideológicas antagónicas pero que en eso coinciden: Donald Trump, Nicolás Maduro, Benjamin Netanyahu, Recep Erdogan, el último Luiz Ignacio Lula Da Silva, Jair Bolsonaro. Esa obsesión no figura, al menos en esa dimensión, en el discurso de "Pepe" Mujica, Michelle Bachelet o Evo Morales.

El conflicto con el periodismo fue explicado siempre por Cristina como una reacción natural de su gobierno contra lo que consideraba una conspiración destituyente liderada por las corporaciones mediáticas. Ese diagnóstico generó una serie de políticas que eran justificadas como una defensa ante semejante agresión. Entre esas políticas, figuraron los programas de televisión donde se escrachaba periodistas, los juicios en plaza pública, las manifestaciones en las que se escupían imágenes de colegas, la discriminación con la publicidad oficial, la adquisición de medios por parte de empresarios que evadían al fisco y despedían a voces discordantes apenas se hacían cargo, la exhibición en marchas de caras de periodistas como si fueran enemigos del pueblo, y hasta el envío de barras bravas para evitar que se realizaran presentaciones de libros críticos en la Feria del libro.

El kirchnerismo explicaba que se defendía. Pero muchas personas empezaron a alejarse porque consideraron que el gobierno se victimizaba para justificar la agresión contra disidentes y establecer un discurso único. Cristina no registra que ese argumento tal vez tuviera algún punto razonable.

La rigidez de CFK en este tema es un problema extra para Alberto Fernández, quien apenas asumió como candidato a presidente dijo: "La guerra contra el periodismo se terminó". Esa declaración de Alberto podía ser una cuestión de principios o no pero, en cualquier caso, era una estrategia de campaña. Si el kirchnerismo quiere ganar la elección, debe ir por aquellos votos independientes y moderados que alguna vez los acompañaron y luego los abandonaron en 2009, 2013, 2016 y 2017. Cada aparición de Cristina conspira contra esa intención.

Pero además, Alberto empieza a tener problemas para mostrarse distinto. En las últimas semanas no pudo evitar con elegancia los desafíos que le plantean distintos periodistas a su paso. Sus cruces con Mercedes Ninci, Jonathan Viale, un periodista cordobés en el aeropuerto en su primera visita a Córdoba, Mario Pereyra de Cadena 3 son todos episodios distintos. En algunos de ellos Fernández tuvo una reacción entendible y en otros no. Pero colocados todos juntos, hay que hacer mucho esfuerzo, para no concluir que la obsesión de la intensa CFK empieza a contagiar a su candidato. Además, aún cuando no está sometido a preguntas desafiantes, Alberto alecciona sobre como debe ser el periodismo, imagina notas en contra que después no salen, pontifica sobre el "manual macrista para periodistas", se enoja con las preguntas. ¿Eso le suma?¿Es la prioridad de un candidato presidencial?¿Es la estrategia para ganar votos moderados?

En cualquier caso, las intervenciones de Cristina y las reacciones viscerales de Alberto reflejan la existencia de un problema que, definitivamente, no está resuelto. No ha terminado la guerra del kirchnerismo contra los periodistas. Ni tampoco, claro, la guerra de sectores importantes del periodismo contra el kirchnerismo. En esa dinámica, Cristina no ve matices, no admite ninguna responsabilidad, interpreta incorrectamente episodios normales, gana nuevos enemigos a cada paso. ¿Y el candidato? Depende el día, depende la hora, depende el estado de ánimo, depende el interlocutor. Es y no es. Parece lo mismo y no. Va y viene. Entonces, ¿cómo serán las cosas si llega a Presidente? ¿Volverán las oscuras golondrinas? ¿Es esta una pregunta razonable ante sus reacciones o formará parte del "manual macrista"?

En la Casa Rosada observan todo este proceso con suma algarabía.

CFK cree que Macri está en el poder gracias a los medios de comunicación.

Alrededor del presidente opinan otra cosa: que si Cristina no existiera habría que inventarla.

Nadie ha sido tan generosa con Macri como ella.

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