Por Manuel Lazo
Especial para ANALISIS

Toda una comunidad anda con la mirada atenta deseando que de pronto los ojos de alguien puedan reconocer la alta figura de Fabio Cortesi, cuya desaparición cumplirá diez días. Con la misma ansiedad se desea que algún medio cuente, por fin, que Fabio fue encontrado, (sano y salvo claro está). Y están también (estamos) los que temen (tememos) que el tiempo transcurrido tras su desaparición oculte el peor final.

Para el periodismo que procura dar respuestas a la demanda de la sociedad, las preguntas se formulan con el mismo vértigo de una búsqueda todavía infructuosa.

La trama

Lo primero que debe plantearse desde un ejercicio responsable de nuestra profesión, es que la desaparición de Cortesi no es forzada. Hasta el día anterior a su alejamiento había manejado su automóvil confundiéndose entre nosotros en lo rutinario del pulso de una ciudad. Esto quiere decir que si bien el Estado tiene la obligación de buscarlo y de agotar los recursos para encontrarlo, no es responsable de su desaparición. Por ese motivo algunos oportunistas que nunca faltan, hacen mal en pretender poner el problema solo en ese ámbito. No hay, hasta ahora, ningún motivo que nos haga suponer que a Fabio lo desaparecieron. El Estado está poniendo todos sus recursos humanos, tecnológicos y económicos para encontrar a Fabio.

La historia / Las preguntas

Cortesi carga en su espalda el duro peso de quienes luchan contra la adicción al alcohol con sus tristes y dolorosas consecuencias, para él y para su entorno. Pero, ¿pudo ser ésta la causa que habría afectado su salud mental? A esta respuesta solo puede darla un profesional al que se supone que el Poder Judicial ya ha recurrido en el marco de la investigación. Hay otro dato que no había trascendido y al que este medio tuvo acceso: Fabio Cortesi padecía de un grave problema en la garganta. ¿Pudo esa enfermedad haber dañado su cerebro y ser la causante de un trastorno que alteró su comportamiento?

Es también importante el aporte que su familia pueda brindar, por ejemplo sobre los cuidados que tuvo desde que Fabio habría comenzado a sufrir ese “delirio” que no pocos mencionan con alguna ligereza. El comportamiento de Cortesi como consecuencia del alcohol no habría sido hasta hace solo días, la causa del delirio que ahora se menciona. Sí se ha podido saber que su esposa debió realizar un gran esfuerzo para que Cortesi pudiera ser asistido por un psiquiatra. Quienes trabajaron con él en la construcción de un inmueble en El Potrero revelaron relatos cargados de incoherencias que evidenciaban que su salud mental estaba alterada.

Restan todavía acciones que pueden darnos algunas respuestas, como por ejemplo las conversaciones que puedan rescatarse de su teléfono cuando los investigadores lo ordenen. Por ahora cada uno de nosotros sostiene la misma pregunta que tiene como respuesta solo una suposición: ¿De qué está huyendo Fabio Cortesi? Probablemente de los temibles fantasmas que habitan a quienes padecen uno de los más dolorosos flagelos como el del alcohol que suele adueñarse hasta de la vida misma.

Ojalá esa mirada atenta de cada uno de nosotros permita encontrarlo y rescatarlo de ese calvario; de ese lugar al que Fabio, y tantos otros miles y hasta millones de seres humanos son arrastrados ante la indiferencia, la incomprensión y hasta la condena del micro y macro entorno de la sociedad de la que formamos parte.