Consideraciones sobre el caso Cortesi

Fabio Crortesi fue encontrado sin vida el miércoles pasado, flotando en las aguas del río Gualeguaychú. (Fotografía Gentileza Ricardo Santellán).

Fabio Crortesi fue encontrado sin vida el miércoles pasado, flotando en las aguas del río Gualeguaychú. (Fotografía Gentileza Ricardo Santellán).

Por Jorge Omar Torres (*)

 

A partir de haber sido convocado como abogado a la causa sustanciada con motivo de la desaparición y constatación posterior de la muerte de Fabio Cortesi, entiendo que deben hacerse algunas observaciones a la investigación del caso, con el único afán de que hacia el futuro sean tenidos en cuenta no sólo para un esclarecimiento más rápido cuando ello sea posible, sino también para que la población se sienta más resgua

Unas horas después de que se produjera el hallazgo en el río del cadáver que después resultó identificado como Fabio Cortesi, se estableció a través de dos cámaras que monitorean la cabecera y la pasarela del puente sobre el río Gualeguaychú, que a la hora 3:23 del día de su desaparición, esto es aproximadamente unos 20 minutos después de que abandonara su casa y lo tomara en las inmediaciones la última cámara en la que había sido registrado, corriendo junto a su perro, apareciera su imagen acercándose a la cabecera del puente frente a la rotonda, entre caminando ligero y corriendo también con el perro, y posteriormente cuando ya es registrado sobre la pasarela, se verifica que traspone la baranda en la primera parte del puente donde todavía no corre el agua, y seguramente al advertir esa situación vuelve a subir continuando su marcha hasta cerca del medio del puente, donde previo caer un cartel amarrado al puente, se observa un movimiento del mismo que lleva a presumir que fue ese el momento en el que ingresa al agua el cuerpo de Cortesi, con el desenlace fatal que ya conocemos.

La circunstancia de que esta constatación de una evidencia tan clara se produjera recién cuando apareció de manera accidental el cadáver de Cortesi, nos lleva a concluir que para llevar a cabo la investigación sobre su paradero se obvió algo tan básico y elemental como era hacer una verificación en todo el sistema de cámaras de la ciudad, especialmente el contorno del último registro, únicamente por espacio de una media hora a 45 minutos después de su aparición en la última cámara que lo tomó, y con ello se hubiera llegado a esclarecer este evento muy rápidamente ya que posteriormente la búsqueda del cuerpo se hubiera limitado al sector del río contiguo al puente hacia su desembocadura.

Entiendo que las medidas adoptadas dando crédito a diferentes versiones de vecinos sobre que habían visto a Cortesi corriendo por la zona posterior del Cementerio y otras, obviamente deben ser receptadas y debidamente investigadas como ocurrió con los rastrillajes con perros que se realizaron y una movilización total de la población, pero lo que paralelamente y tal vez con mayor énfasis debió examinarse, fueron las cámaras de seguridad ya instaladas, aun cuando esa tarea requiriera de la convocatoria de más personal.

Esta omisión, a mi juicio, inconcebible, tiene más que ver con una falencia de la Policía que para casos como el analizado sería necesario contar con un protocolo previamente establecido, ya que si bien interviene la Fiscalía impartiendo directivas sobre el curso de la investigación, este procedimiento de escrutar las cámaras de seguridad, debiera seguir una rutina que no sólo aporte sobre este tipo de eventos, sino también con la finalidad de prevención hacia la población, cuya competencia está a cargo de esa Fuerza.

El otro punto sobre el que la investigación resultó no sólo infructuosa sino también dañina, fue en el aporte que irresponsablemente realizó uno de los familiares de quien al momento estaba desaparecido, cuando declaró ante la Fiscalía que la compañera conviviente de Cortesi durante 20 años, con quien compartían una hija de 15 años de edad, ocultaba deliberadamente información sobre su paradero, acompañando una grabación que tomó subrepticiamente y de la que no resulta más que las sospechas de la mujer sobre los posibles motivos de esa desaparición, que como acontece generalmente cuando no hay explicación satisfactoria, se piensa que alguien puede haberlo provocado por alguna causa vinculada a su trabajo o a su actividad, pero de manera alguna surge de la grabación que ella pudiera tener alguna vinculación o información sobre el tema.

Sin embargo, y pese a que este tipo de situaciones, especialmente cuando transcurre un elongado lapso sin resultados, generan suspicacias y elucubraciones de tipo familiar, lo cual es hartamente sabido por quienes se ocupan habitualmente de estos menesteres, inexplicablemente determinó que se dispusiera un allanamiento en la casa familiar donde habitaba Cortesi con su compañera e hija, con un despliegue policial inusual secuestrándose el celular de titularidad de su señora, el que posteriormente fue desgrabado respecto de la información contenida en llamadas, mensajes de texto y WhatsApp, arrojando tal diligencia un resultado negativo ya que la mujer no sólo que no ocultaba información, sino que como lo pude constatar por estar presente, en todos los casos y en especial en sus comunicaciones con los investigadores dio muestras del estado de desesperación en el que se encontraba intentando aportar todo lo posible para el esclarecimiento del hecho y requiriendo a su vez que se practicara tal o cual medida para ayudar en la investigación.

Obviamente que esa actividad -que a mi juicio fue desmesurada (pudo haber sido suplida con un simple pedido del teléfono celular para su examen)-, determinó que la señora Marina Torres y su hija en común con Cortesi, fueran doblemente victimizadas ya que a la dolorosa zozobra sobre el destino de Cortesi, se le unió el daño que les provocó socialmente ya que su mujer apareció en (casi) todos los medios sospechada de estar involucrada en la desaparición de su marido, circunstancia que a todas luces resultó infundada tal como se corroboró con los hechos constatados con posterioridad.

Concluyendo, entiendo que estos dos puntos descriptos que a mi juicio resultaron irregulares y perjudiciales hacia la investigación, como fue el de omitir la debida inspección de cámaras en el horario inmediato posterior a la toma de la última cámara, y el de involucrar de manera injusta a familiares como su esposa e hija que ya estaban sufriendo como víctimas, deben ser consideradas ante casos similares que se produzcan en el futuro, a fines de lograr un esclarecimiento más rápido y efectivo y de que el devenir de la investigación provoque el menor daño posible.

 

(*) Jorge Omar Torres es también ex juez de Cámara Penal de la provincia. Este artículo de opinión fue publicado en la edición de hoy del diario El Argentino.

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