Por Pedro Aguer (*)
El amor está en cada uno. Cuando está no deja lugar para el pecado que sí es atentar contra los demás. Los resultados del amor son la felicidad y la belleza uniendo las almas. El alma es lo que amamos. No se ve, solamente se siente.
El amor crea, construye, nutre, es fuerza que impulsa el bienvivir individual y colectivo.
Quién ama no daña.
Quién ama no está solo.
Quién ama no sufre la prisión de las rejas o de las cadenas porque el amor libera la conciencia. Pero no oprimiendo económicamente al pueblo.
Quién ama respeta, trabaja y lucha por la libertad de los demás, no limita la vida de los demás. Toma la naturaleza como esencial en todas sus manifestaciones sin soberbia egocéntrica.
Para actuar acertadamente está la democracia. Para ordenarnos jurídicamente con justicia y libertad está la república. No hay libertad ni justicia sin igualdad y equidad.
Quién limita las posibilidades de la libertad del ser humano con ajustes que benefician a unos y perjudican a otros, no ama la libertad. Menos aún si se jacta de producir “el mayor ajuste del mundo”.
Lamentablemente no se ve otro panorama y los ajustes se encargan de demostrarlo.
El camino no es definitivo. Se puede cambiar el rumbo y buscar consenso para alivio no para martirio del pueblo. Y echar a andar la solidaridad organizada para felicidad de la comunidad autoconstruyéndose. La solidaridad es el amor realizándose colectivamente. Su proyecto siempre ha promovido la salida de las crisis, y se caracteriza por su administración horizontal y consensuada.
(*) Miembro del naciente espacio "Cátedra Abierta por un mundo nuevo".