El proyecto de Martínez de Hoz

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A 30 años de la invasión a Villa Constitución

Un hijo de obrero metalúrgico de Villa Constitución y un hijo de zafrero tucumano tienen un punto en común: José Alfredo Martínez de Hoz. En la década del 60, el representante de los capitales nacionales vinculados con los proyectos neoliberales fue el impulsor del cierre de decenas de ingenios azucareros en Tucumán. Surgió, entonces, el mito del regreso del perro de ojos de fuego que en las catacumbas de las fábricas se devoraba a los rebeldes. Era la vuelta de El Familiar. Su patrón, José Alfredo Martínez de Hoz. En los años 70, el hombre era el presidente del directorio de la acería Acindar, ubicada en Villa Constitución. A razón de 100 dólares por cabeza de cada integrante de la Policía Federal y de la Santafesina SA invirtió para convertir al albergue de solteros de la empresa en el primer centro clandestino del país, aun antes de la tristemente célebre escuelita de Faimallá en Tucumán. Fue la respuesta del sistema al triunfo de la Lista Marrón en la interna de la Unión Obrera Metalúrgica de la ciudad del sur santafesino en oposición a la burocracia gremial nacional. Fue el 20 de marzo de 1975. La arqueología del presente.

Carlos del Frade
(Desde Santa Fe)

Desde 1973, integrantes de la división policial de la guardia rural, Los Pumas, estaban en Villa Constitución. Alejandro Lanusse, último presidente de la dictadura iniciada por Juan Carlos Onganía el 28 de junio de 1966, había definido el cordón industrial que iba de San Nicolás hasta Puerto General San Martín como "el cinturón rojo del Paraná".

El 25 de noviembre de 1974 la Lista Marrón, con Alberto Piccinini a la cabeza, ganó por casi el 70 por ciento de los votos. La democracia sindical duró solamente cuatro meses. La madrugada del 20 de marzo de 1975 una columna de un kilómetro y medio de automóviles y camiones invadió Villa Constitución. Policías provinciales, federales, hombres de la pesada de la derecha sindical peronista y personajes como Aníbal Gordon, entre otros, hicieron del albergue de solteros de Acindar el primer centro clandestino de detención del país.

Había una razón de peso: el ex comisario de la Policía Federal Rodolfo Peregrino Fernández confesó que Martínez de Hoz, presidente de Acindar, pagó 100 dólares a cada uno de los represores.
A partir de entonces hubo 300 detenciones y 20 desaparecidos. Era el 20 de marzo de 1975. Luego vino una huelga de casi 60 días.
Para el ministro del Interior, Alberto Rocamora, se trató de un operativo para desarticular al "complot rojo contra la industria pesada del país". Para el dirigente radical Ricardo Balbín, "los sucesos de Villa Constitución fueron necesarios para erradicar la subversión industrial".

Walter Klein, socio de Martínez de Hoz, años después, fue mucho más contundente frente a la Embajada de los Estados Unidos: "Quédense tranquilos, todos los activistas gremiales de Villa Constitución ya están bajo tierra".

Rodolfo Peregrino Fernández, ex comisario de la Policía Federal, relató ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos, en 1983, que "otra represión notoria de la Triple A fue la ejercida contra los activistas sindicales de Villa Constitución. Esa operación fue dirigida por el comisario Antonio Fiscchietti, alias El Padrino o Don Chicho. Fiscchietti fue reclutado para integrarse en la AAA siendo delegado de la Policía Federal Argentina en la provincia de Tucumán".

Sostuvo que "las patronales de las industrias metalúrgicas instaladas allí, en forma destacada el presidente del directorio de Acindar, ingeniero Arturo Acevedo, establecieron una estrecha vinculación con las fuerzas policiales mediante pagos extraordinarios en dinero".

Remarcó que "el presidente de Metcon, por ejemplo, retribuía con una paga extra de 150 dólares diarios al oficial de Policía que dirigía su custodia personal, por un servicio de vigilancia no superior a las seis horas de duración".

Acindar "pagaba a todo el personal policial, jefes, suboficiales y tropa un plus extra en dinero, suplementario al propio plus que percibían ya del Estado esos efectivos. El pago estaba a cargo del jefe del Personal, Pedro Aznares, y del jefe de Relaciones Laborales, Roberto Pellegrini".

Agregó que "Acindar se convirtió en una especie de fortaleza militar con cercos de alambres de púa. Los oficiales policiales que custodiaban la fábrica se alojaban en las casas reservadas para los ejecutivos de la empresa". Se formó un comité de huelga que causó una paralización de las fábricas durante casi 60 días.

Hay otras postales que merecen ser tenidas en cuenta. "En el año 1977 ingresé a la Jefatura de la Policía de Villa Constitución con el cargo de comisario inspector a cargo de la División Informaciones; en ese momento el grupo de Los Pumas ya estaba acantonado en la fábrica de Acindar, cumpliendo tareas. Este grupo tenía su lugar de asentamiento en Santa Felicia, cerca de Vera, y en ese momento, al mismo tiempo, había una fuerza de tareas conformada por unos 40 hombres, que venían de distintas unidades del Litoral, provenían de distintas brigadas, estaban un mes y los renovaban por otro contingente. Estaban dirigidos por personal de baja categoría. De ese grupo se desprendía una sección para cuidar Rosario. En la práctica ellos dirigen los procedimientos, como detenciones o custodia de un lugar, y pedían nuestra colaboración (...) Mientras estaba el área 211 era cuando nos hacían ir periódicamente a Rosario para reuniones en distintos lugares: Comando del Segundo Cuerpo, Policía Federal, Destacamento 2 de Gendarmería Nacional, Liceo Aeronáutico Militar, Fábrica de Armas Domingo Matheu, Unidad Regional San Lorenzo. La fábrica militar de armas estaba a cargo del teniente coronel Gargiulo, que antes había sido interventor de la UOM, acá en Villa Constitución (...) No había homogeneidad en los grupos", sostuvo Carlos Roberto Rampoldi, comisario inspector, el 30 de agosto de 1984 ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, constituida en Villa Constitución.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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