Florencia Penna
Una producción muy esperada por los seguidores tanto del folclore como de la trayectoria de Carlos Negro Aguirre, es el segundo disco del quinteto que conforma este entrerriano junto a otros destacados músicos de la región. El CD será presentado mañana, a las 21.30, en el Teatro 3 de Febrero. En diálogo con ANALISIS, Aguirre contó todo sobre la nueva placa. También se refirió a su compromiso con la creación y qué espera de su próxima actuación en el ND/Ateneo, en Buenos Aires.
Una caja de CD vestida de rojo. En el centro, un círculo de igual color primario, germina, minimalista, dejando una mirilla por la cual se vislumbra un pasaje hacia un claro. En esa travesía, aparecen más circunferencias vacías, devenidas ventanas redondas de un cubil, resguardo para la obra circular que pende de aquella mirilla, ahora ombligo. El disco gira y de él brotan estampas de paisajes próximos, colores conocidos, aromas cercanos, alojando historias que hombres y mujeres han dibujado en su existir, en esa interacción permanente entre naturaleza y cultura, propia de lo humano. Es Carlos Aguirre, sin dudas, quien mejor relata las búsquedas del nuevo disco.
-¿Cómo surgió este grupo de canciones?
-Es una continuación del anterior porque las composiciones fueron de una horneada inmediata. Es un CD demorado, en su proceso de producción y grabación. Hubo muchos intervalos, pero tenía frescos procesos que había utilizado para la composición de temas anteriores, y con bastante conciencia tomé determinados elementos y corrí las fronteras del tratamiento del primer disco a este, al darme unos permisos que en el otro no me había dado. Es muy difícil definir en palabras, pero al disco anterior lo pensé bien criollo, en la instrumentación de las guitarras y demás para que tuviera un color folclórico. Éste para mí sigue siéndolo, lo que pasa es que a veces cuando a ciertos tratamientos les das más permiso, te vas un poco del sabor original de algunas danzas. Ante este disco nuevo, quienes tengan una visión más abierta pueden seguir sintiendo una zamba, una chacarera; pero quienes tengan un rigor tradicional, pueden sentirse desorientados frente a algunos momentos.
-¿Tiene que ver con los arreglos?
-Exactamente, no con la composición en sí, sino con el tratamiento. De todas maneras lo estoy amplificando a una situación que no es tan evidente, tal vez alguien lo escuche y le parezca igual al anterior. Pero yo sé de algunos momentos en que eso concientemente sucede. Siempre con mucho respeto y sintiéndome parte del folclore, entonces no me genera temor. Me da muchas ganas de jugar y experimentar. No con el concepto de la ruptura, sino del juego. Elementos que incluso ya existen naturalmente en ese lenguaje pero que, tratados de otra manera, parecen otra cosa.
-¿Por qué te gusta incluir voces femeninas?
-Siento que el canto comunitario coloca a las canciones, o a cualquier música, en otro espacio espiritual, como los himnos. Me encanta esa situación, compartir el hecho de cantar. Que sean voces femeninas tienen que ver con el concepto de algunos arreglos y también con la proximidad a las personas que fueron invitadas. Naturalmente se ha dado así, incluso es medio azaroso porque es insólito que en un momento de la historia de una ciudad haya tantas voces femeninas cantando, y lo hacen hermoso. De todo el abanico, busqué las que tenían que ver con este repertorio en particular, voces que para mí son colores que aportan a tal tema, o a tal otro.
-Además de tus composiciones, interpretás una de Juan Falú y otra de Alfredo Zitarrosa, ¿por qué?
-Me gusta hacerlo, ya en el primer disco había una versión de Paloma y laurel y Zamba de usted. Me encanta referirme a las cosas que han sido o son mis nutrientes, aquellos compositores que me han legado una manera de ver el folclore. En el caso de Zitarrosa, es uno de los tipos que me dio a conocer el color que tienen dos o tres guitarras juntas, con la voz, y esa amalgama tan estrecha que se genera. De hecho, me inspiró a conformar el grupo.
-El arte de tapa tiene una impronta muy artesanal.
-Es un desarrollo de la idea del primer disco. Y la forma en que se pliega y el redondel que queda adentro girando fueron inspirados en ese concepto sanguíneo. Muchas veces hablábamos con Pamela Villarraza que eso intervenía en imágenes como la del amor, en el cobijo intrauterino, con el cual venimos todos cargados. Entonces imaginamos una casita, la que se termina armando cuando abrís el plegable, y la obra está cobijada en ella. Es la imagen de lo que yo quisiera decir con las canciones. Siempre ha sido maravilloso trabajar con Pamela porque se involucra con la idea, la traduce poniéndole todo su sello. Es relindo porque siento que la música tiene su casa ahí pero no ha dejado de ser ella para hacer el trabajo. Hay mucha afinidad estéticamente, y ojalá siga dándole casa a los próximos discos, porque me siento muy reflejado. No quisiera mudarme a esta altura.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
