Américo Schvartzman
(de El Miércoles, especial para ANALISIS)

El oficial de la Policía se mostró preocupado y dispuesto a atender a la prensa, pese a que ya hacía horas que estaba en pie, a raíz de la insólita explosión que el domingo pasado conmovió al barrio 2 de Abril. Tras confiarle al cronista que no había dudas de que no era un accidente sino un atentado con una bomba “casera”, el policía esbozó una reflexión llamativa: “Es la primera vez que veo una cosa como esta. Y por las características, esto retrotrae a otras épocas, de violencia y ya superadas, a las que ninguno quiere regresar”.

El cronista, algo sorprendido, esperaba que prosiguiera con una alusión al “terrorismo subversivo”, pero el policía se detuvo ahí. Fue prudente. Por suerte.

Tanto, que al otro día ese mismo subcomisario era el que informaba a los medios de Concepción del Uruguay que había un detenido acusado de ser el autor del atentado. También daba cuenta de que el móvil “podría haber sido” una cuestión afectiva. Pero eso sí: no era ningún terrorista subversivo. Todo lo contrario: el sospechoso es un voluntario del Ejército. Bien dicen que “la prudencia espera”.

Gabriel Gaillard, de 20 años, Luciano Vega, de 19, y Leandro Schuck, de 18, cerraban la salida sabatina: volvían de bailar en la mañana del domingo, cuando pasadas las 7 ingresaron al domicilio del primero de ellos. La casa está ubicada casi en la esquina de las calles Teniente Primero Ibáñez y José Hernández, en el sector más humilde del barrio 2 de Abril, en el noroeste de Concepción del Uruguay y apenas a tres cuadras del bulevar Yrigoyen, uno de los vasos comunicantes de la ciudad.

Al ingresar al lugar hallaron una caja, con un sobre dirigido a Vega, que es primo de Gaillard. Mientras el primero leía la esquela, Gabriel abrió la caja y al manipularla se produjo una potente explosión que sacudió al barrio.

Como consecuencia los tres jóvenes sufrieron heridas de diferente gravedad: el que se llevó la peor parte fue Gaillard, quien levantó la bomba y recibió el estallido de lleno en su cuerpo. El mismo domingo se supo que había perdido la visión en uno de sus ojos, y en las primeras horas del lunes se lo trasladó a un centro oftalmológico de Buenos Aires, donde intentarán salvarle la visión del otro. Pero deberá soportar las secuelas que presentan su rostro y manos a raíz del impacto de la metralla y el calor del explosivo.

Luciano Vega fue sometido a una intervención quirúrgica en una de sus piernas. Su padre contó que la explosión le rompió los tendones y carne de la pierna a la altura de los gemelos, “donde le habían quedado sólo los huesos. La operación dicen que fue buena y que se deberá aguardar 72 horas por las infecciones. No sabemos cómo se recuperará. También tendremos que pensar en la parte anímica ya que el shock fue tremendo. Toda la familia y los amigos estamos muy mal y preferimos no hablar. Sólo esperamos que esto termine acá y se castigue a quien lo hizo”.

Por su parte, Leandro Schuck presentaba lesiones menores, por esquirlas y golpes, pero su estado general no revestía gravedad.

Una explosión diferente y un armado rápido

Poco tiempo atrás las noticias procedentes de la costa del Uruguay, y sobre todo desde Concepción, sobre hallazgos de municiones, granadas y material explosivo recorrieron la provincia. Con ese antecedente, esta nueva explosión arrancó por esos mismos carriles. Pero ya en las primeras horas de la mañana los efectivos de la Comisaría Primera -como está a pocas cuadras del lugar llegaron prácticamente de inmediato- tenían bien en claro y se lo hacían saber a los periodistas, que en esta ocasión, a diferencia de aquellos hallazgos, no está la mano del azar, sino de una intención homicida casi sin antecedentes en la zona.

“Está claro que es un atentado, no un accidente”, dijo a este cronista un oficial presente en el lugar. “Hay que armar el rompecabezas, pero es evidente que era una trampa, un cazabobos, pensado para hacer mucho daño, quizás para matar”.

El rompecabezas se armó rápido. Pese a que el mismo domingo comenzaron las pericias del Ejército sobre los restos del artefacto, aún no hay mayores datos sobre sus características, excepto la certeza de que se trata de un producto “de fabricación casera”: una mezcla de pólvora, alambre de púa y clavos. “Pensada para hacer mucho daño, quizás para matar”, confió a Miércoles Digital uno de los policías de la Comisaría Primera a cargo del operativo.

Mientras los vecinos no salían de su estupor, comenzaron las teorías y rumores a correr por el barrio. Pero en algo coincidían todos los comentarios: los jóvenes no daban motivos a que se pensara nada extraño. “Son chicos normales, buenos gurises”, narró una vecina. “Uno de ellos, el más chico, incluso es abanderado o escolta, no sé bien, en la Escuela Ténica donde estudia”, agregó.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)