Pablo Rochi

Orlando Pedro Giorgio es una eminencia en el arbitraje argentino y una persona muy reconocida a nivel mundial. Gracias a su intachable trayectoria como árbitro de básquet es uno de los jueces más importantes que ha dado nuestro país a lo largo de su historia. Hace cinco meses fue designado juez honorario FIBA, el máximo galardón que puede recibir un árbitro en esta actividad. Junto ANALISIS repasó su rica historia, habló de sus comienzos, recordó grandes momentos y hasta se atrevió a analizar la actualidad: “El árbitro no debe abusar de la autoridad. Noto que algunos árbitros creen tener toda la sabiduría encima y no es así”. De sus 70 años de vida, 52 se los dedicó a una profesión muy exigente y muchas veces poco reconocida.

-¿Qué significa el arbitraje para usted?
-El arbitraje en sí me sirvió para sentirme orgulloso de administrar justicia sin ser abogado ni hombre de Derecho. Tiene un significado muy especial. Hay que hacer deporte aplicando leyes. Y no es nada fácil. Hay que estar preparado física y anímicamente, conocer en profundidad los reglamentos y saber aplicarlos. En este contexto también hay que saber un poco de psicología para aplicar todos estos fundamentos.

-¿Cómo fueron sus comienzos?
-Yo en 1953 recibí el primer carné de árbitro de la Asociación Paranaense de Básquetbol para dirigir a nivel nacional. Tenía 17 años y ya estaba arbitrando en Primera División. Han pasado ya 52 años de aquel comienzo. En aquel entonces estaba jugando en Patronato y don Francisco de Palo y Abelardo Gallón me obligaron a tomar un silbato.

-¿Cómo que lo obligaron?
-Claro, yo tenía que arbitrar por mi club, representando a Patronato. Lo hice sin conocer reglamentos ni nada. Yo aprendí sobre el arbitraje mirando a grandes jueces como lo fueron José Fiore, Felipe Regueira, Juan Carlos Maradey y El Correntino Muñoz. Yo iba a los partidos a verlos dirigir y fue así que aprendí. En aquel entonces acá no había reglamentos, ni charlas técnicas, ni videos.

-¿Y cómo hacían para imponer las reglas del básquet de aquel entonces?
-En el ‘61 me designaron para ir a un Campeonato Argentino, donde tuve que rendir examen escrito y oral sin conocer prácticamente nada. Recién ahí fue donde yo tuve contacto con un reglamento. Al año siguiente aprobé tanto el escrito como el oral y el práctico. El reglamento en sí solo se conocía en Buenos Aires, acá en Paraná no llegaban, ni a la Asociación Paranaense ni a la Federación Entrerriana.

-¿Es decir que el arbitraje en usted de a poco se fue haciendo, además de un oficio, una verdadera pasión?
-Sí, totalmente. Yo me enamoré del arbitraje. A los 24 años tuve la oportunidad de dirigir el Campeonato Argentino de Clubes, certamen en el cual dirigí la final con Luis María González. Con esa oportunidad se me despertó toda una pasión por esta profesión, la cual me dio la oportunidad de dirigir a grandes figuras de la historia del básquet argentino. Tuve la gran satisfacción de arbitrar a Gustavo Chazarreta, de Santiago del Estero, que para mí, junto con Alberto Cabrera de Bahía Blanca, fueron los jugadores más correctos que vi dentro de una cancha.

-¿Y en su vida que valor tiene esta profesión?
-Significó más del 50 por ciento de mi vida. He trabajado, estudiado y formé una familia, pero el arbitraje siempre estuvo presente en mí y nunca me abandonó. En este sentido fue muy importante el apoyo de toda mi familia para poder desarrollarme. En 1972, cuando me designaron para el Sudamericano Femenino de Perú, era mi oportunidad de transformarme en árbitro internacional. En aquel entonces mi esposa estaba embarazada de cinco meses de mi hijo Marcelo. Ella fue la que me pidió que fuera a ese campeonato. “Es tu oportunidad, tenés que ir”, me dijo ella en aquel entonces. Esa alegría y ese apoyo de mi familia fueron fundamentales porque en sí con el arbitraje estuve mucho tiempo afuera. En el ‘77 tuve cuatro torneos internacionales. En el ‘75 viaje a Brasil para arbitrar en la Copa Gobernador de San Pablo, donde estuve toda una semana. Apenas llegué, a los pocos días me fui a la Copa Río de Janeiro. Tanto tiempo afuera y sin embargo mi familia estuvo siempre a mi lado.

-Con el arbitraje usted tuvo la oportunidad de viajar por todo el país y el exterior.
-Exacto. En Argentina sólo me faltó arbitrar en Tierra del Fuego, que en aquel entonces no había básquetbol. Después me recorrí todas las provincias. Y en Sudamérica también estuve en todos los países que la integran. Estuve en Puerto Rico, en Guatemala, en México. Posteriormente mi recorrida se fue ampliando con el Maxibásquetbol (veteranos). Actualmente soy el director del Departamento Arbitraje de la FIMBA (Federación Internacional de Maxibásquetbol), cargo en el cual debo viajar a Panamericanos y Sudamericanos de esta actividad.

-Así como nombró a Chazarreta y Cabrera como los jugadores más correctos que dirigió, ¿cuál fue el basquetbolista con mayor indisciplina que vio?
-Con Atilio Fruet, de Bahía Blanca, y con El Tola Cadillac, de Capital Federal, era mirarnos y ya entrábamos a tener serias diferencias. Cadillac empezaba el partido, yo sancionaba algo y él ya venía y me decía: “Ya empezamos Giorgio”. Todos los partidos era un técnico para ambos. Mira vos, hoy nos encontramos con El Tola y con Atilio y nos abrazamos como viejos amigos. Fruet insultaba mucho, era impresionante.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)