José Carlos Elinson
Pretendo creer que a esta altura de los acontecimientos a usted le debería haber quedado claro que su función en la sociedad es cuidar de la gente y de los bienes de la gente, proteger a los ciudadanos, enfrentar a las patotas y a las mafias que proliferan de una manera preocupante en nuestra sociedad, y todo esto en un plano de equilibrio necesario para quien comanda la fuerza armada de la provincia. Me duele en realidad decirle esto porque usted para conmigo siempre tuvo un trato amable y respetuoso, pero como se imaginará -y no por actitud corporativa sino por convicción- no me puede ser indiferente lo ocurrido con mi colega Daniel Enz.
Con Daniel probablemente tengamos más diferencias que coincidencias en el plano filosófico, pero acaso una de las coincidencias que salvan una relación de antigua data, sea la de respetarnos más allá de las posiciones que nos separan.
Imagínese si hubiésemos procedido como usted.
Imagínese si la gente, digo, toda la gente procediera como procedió usted.
No habría fuerza policial capaz de sofocar la anarquía cotidiana.
Y usted, como cabeza de la Fuerza -dicen- es el que debería dar el ejemplo de cordura y buena disposición para el diálogo constructivo.
No tengo dudas respecto de las molestias que algunos párrafos de Daniel Enz le habrán generado, pero si cada uno de los que se sintió molesto por las cosas que Daniel publica procediera como usted lo hizo y no manejara los límites, ya hace años nos hubiésemos quedado sin el colega.
Mire, yo he escuchado hablar muy mal de usted por alguna radio local.
He escuchado faltarle el respeto tanto a su jerarquía en el plano institucional como a su condición de ser humano en el plano personal, y nunca me he enterado de que haya procedido con quienes lo agraviaron de la manera que lo hizo con Daniel.
¿Será que en esta sociedad de iguales algunos somos un poco más y otros un poco menos iguales que otros?
Jefe (ex jefe), le agradezco todas las deferencias que a lo largo de su gestión ha tenido ante cada uno de mis requerimientos, y le agradezco también haber comprendido que cuando las situaciones que deben resolverse a diario desde el cargo más importante de la Policía de Entre Ríos comenzaban a superarlo, haya tenido la buena idea de dar un paso al costado.
Independientemente de lo desagradable del hecho protagonizado por usted a pocos metros de donde se encontraba descansando después de una caminata compartida con Enz la madre del periodista -piense usted por un momento la sensación de indefensión que puede haber padecido esa señora ante semejante actitud de parte del jefe de la Policía de Entre Ríos-, quiero decirle que los periodistas, tanto como los policías, los médicos, mecánicos dentales, podólogos y profesores de geografía, entre otros, somos necesarios en el seno de la sociedad, y que no nos hace falta que nos anden apretando ni diciéndonos qué debemos hacer y qué nos está vedado mientras nos manejemos dentro de lo que marca la ley.
Le pregunto, porque usted de esto debería saber más que yo, el hecho que usted protagonizó con Enz, ¿no podría caratularse de “Amenazas”?
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
