Empacados frente al Uruguay, los vecinos de Gualeguaychú exhiben casi todos los atributos piqueteros pero reniegan de ese adjetivo. ¿Tenemos en claro el antecedente inmediato, que Buenos Aires parece no entender? Bajo el bloqueo de la ruta internacional por 40 días subyace la política, ineludible, y sin ella no se comprende la gravedad de la crisis. Levantar el corte de ruta y parar la construcción de las plantas sólo conseguirá que (los ahogados) Néstor Kirchner y Tabaré Vásquez respiren, pero la discusión madre promete derivaciones insospechadas.

Los gendarmes levantaron ahí su carpa. Los gendarmes caminan, recorren, toman mate, saludan con cierta parquedad en Arroyo Verde. Ellos no ayudan por una soga, un alambre, porque los gendarmes están ahí no para hacerse de amigos, no para caer simpáticos. El gobierno ya los hubiera convocado para otra cosa, quizá, de tratar con un piquete de desocupados, pero esta es clase media, y una represión de esta clase media es más costosa.

“Nosotros no somos unos muertos de hambre”, se apuran a aclarar los piqueteros de Gualeguachú que, en general, se molestan con el mote de piqueteros. Prefieren ser asambleístas, ambientalistas, ciudadanos, y tampoco aceptan que ondee entre sus carpas otra bandera roja que la Argentina con banda en sangre, la de José Artigas. Nada de Che Guevara, nada de martillo y hoz, nada de eso.
¿Puede compararse este piquete con los ex piquetes de Delía, o los actuales de Castells, de la Corriente Clasista?

Cortan rutas, van y vienen, gritan, se enojan un poco más frente a los micrófonos, corean cánticos muy creativos; se expresan en asambleas horizontales, aprietan a periodistas (anteayer echaron a tres uruguayos). ¿Qué los diferencia?
Lo primero que se ve, es que no son desocupados en general sino jóvenes, obreros, docentes, jubilados, chacareros, amas de casa. Y se ve también en sus indumentarias y en sus autos y sus formas de hablar y relacionarse que se trata de clase media, vecinos comunes y silvestres, tan lejos de paños rojos como de internas partidarias, y particularmente renuentes a llamarse piqueteros por juicios y prejuicios cuya interpretación demandaría otra nota.

Y bien, si se distinguen de los piqueteros “clásicos”, ¿están cerca entonces de los “caceroleros”?

No parece tampoco. Los que allí conversan, votan, arman las carpas, discuten sobre la ruta, hacen el fuego, no tienen pinta de contar con cajas fuertes, cuentas bancarias, depósitos, hablan sin eses, hacen poco ruido, charlan mucho, y disfrutan más de caminar sobre la gramilla en Arroyo Verde que sobre el asfalto porteño. Se van más banderas de cancha que de mitín.

Chajarí y Ceibas

No encajan exactamente en la definición de piqueteros ni en la de caceroleros, y sin embargo los asambleístas de Gualeguaychú son menos originales de lo que aparentan.

Es cierto, hay mucho del ambientalismo que tiñó a Paraná contra el represamiento del Paraná Medio, hay mucho de familias o personas o individuales alertadas por la contaminación, mucha militancia docente, y habrá también antiguas militancias reverdecidas, inclusive de los tiempos en que Gualeguaychú marcaba el paso de la lucha obrera con la FORA, o se embebía de lucha agraria después del Grito de Alcorta, de arrendatarios santafesinos, que se extendió a toda la región y también al sur entrerriano.

(más información en la edición gráfica de ANALISIS)