Luis María Serroels
El surgimiento de otros medios que se suman a la impostergable lucha contra las llamadas patologías de la alimentación nos lleva a recordar una de tantas incursiones de ANALISIS en esta cuestión. “Si usted advierte que a su hijo le está ocurriendo algo, significa que, efectivamente, le está ocurriendo algo”. Fue con esta frase que iniciábamos nuestra columna el 9 de junio del año pasado para abordar un tema que, pese a su indiscutible gravedad, no es objeto de suficiente atención por parte de ciertos sectores de la sociedad.
Decíamos entonces que se torna imprescindible mantener abiertos los sentidos para detectar lo antes posible el ingreso a la familia de dos intrusas a las que luego costará enormes esfuerzos y denodada entrega desalojar. La anorexia y la bulimia forman una alianza que actúa bajo conceptos diversos y a favor de trasfondos que determinan conductas muy complejas en las personas (hoy ya no se habla únicamente de los adolescentes, sino que niños y mayores se añaden a las estadísticas a la hora de dimensionar el fenómeno).
Hablamos de las mentiras siniestras que cometen los fabricantes de indumentaria al falsear los talles, lo que lleva a jóvenes de ambos sexos a creer que están recorriendo el camino hacia la obesidad cuando la remera o el jean empiezan a quedarles estrechos a pesar de no haber engordado un solo gramo.
El culto de la belleza que pregonan tramposos mensajes mediáticos instala en la mentalidad de muchos jóvenes la idea de que no podrán aspirar a un éxito pleno sin una figura perfecta que, en las pautas culturales de hoy, se la presenta asociada perversamente a la ausencia total de grasa bajo un modelo de flacura casi uniforme.
Mucho más que esto expresamos hace casi un año, especialmente cuando reclamábamos el cumplimiento de las normas IRAM, no sólo para que se fijen los talles sin engaños, en absoluta correspondencia con los números reales, sino que también que en lo posible se disponga de todos los talles. Y que los medios de comunicación no se hagan cómplices de perniciosas campañas racionalmente inaceptables.
En este compromiso de alertar sobre los riesgos que acechan, pero también de estimular con un aliento entusiasta a aquellos que luchan por liberarse de cualquiera de estas enfermedades, donde la familia debe involucrarse, va también el reconocimiento a las instituciones y profesionales que aportan invalorablemente en los tratamientos.
Esta continuidad de aquella reflexión de 2005 contiene aspectos muy precisos sobre el tema. Si partimos de que las pautas culturales, como se ha dicho, vinculan la delgadez con el éxito social, muchos de nuestros jóvenes inician una lucha por lograr el “físico ideal”, motivados por modelos, artistas y mensajes publicitarios, llegando a creer que “el mundo es de los flacos”. Otros, cuyo peso natural excede la delgadez impuesta por la sociedad, se deprimen, se autocritican, se sienten perdedores y desvalorizados. Y comienza la búsqueda de una “dieta mágica”, ignorándose que cualquier restricción alimentaria que se adopte, puede ser el primer paso hacia el abismo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
