Luis María Serroels
Siempre es útil aferrarse a la metáfora para graficar con mejor claridad ciertos conceptos de la política, a la hora de analizar los diferentes comportamientos de la clase dirigente.
A alguien se le ocurrió una vez definir al municipio como una suerte de hermano menor en la línea de instituciones de gobierno, apelando a lo que sucede en el automovilismo deportivo. Y en esa aseveración se le ocurrió decir que dentro de la escala de importancia, el gobierno nacional y los de cada provincia se constituirían en las categorías superiores como meta consagratoria, en tanto las administraciones municipales vendrían a ser una especie de karting, que actuaría como un escalón inicial, con carácter formativo y sin el cual nadie podría aspirar a mayores peldaños.
La comparación, a la luz de lo que ha sido y sigue siendo la cultura política en nuestro país -aún con honrosas excepciones-, resulta desafortunada y muy poca justicia le hace a lo que, indiscutiblemente, es la base de sustentación de nuestro sistema democrático.
Porque puestos a considerar el modo en que se ejercitan las relaciones entre los jefes comunales y los respectivos cuerpos deliberativos, con sus altas y permanentes responsabilidades, con los fines prestacionales que le dan razón de ser, con los canales de representatividad que juegan en acciones directas y con los niveles de demandas y exigencias que llegan desde la comunidad, bien puede definirse al municipio como una virtual Fórmula 1 de la política.
Si no fuese realmente así, ¿cómo se entiende que sea a partir de esa gimnasia básica, que muchos crean alcanzar grados de formación y capacidad de gestión suficientes para alentar mayores expectativas en esta especie de “escalafón” dentro de la carrera electoral?
Todos quieren llegar, ninguno acepta quedar fuera del convite y nadie deja de lado sus especulaciones, para no abandonar un surtidor cuyo combustible es trasladado por la conexión hermética y segura que proviene del Estado.
Distintas cuestiones que salen a la luz -cuando la llama piloto de la protección corporativa se extingue- denuncian falencias que, lo único que hacen, es poner al desnudo la falta de merecimientos en muchos que llegan con la promesa de representar fielmente a la ciudadanía, servirle con honradez y eficiencia y cumplir a rajatabla la palabra empeñada.
Podría resumirse en pocos pero contundentes ejemplos que no se limitan a una determinada ciudad y que en conjunto sirven para generar un cuadro de preocupación ciudadana.
Cuando se rodea una campaña prometiendo mejorar la recaudación genuina sin necesidad de apelar al aumento de tasas, incluso ratificando ese compromiso al momento de poner su mano sobre la Constitución, para luego hacer todo lo contrario imponiendo groseros incrementos, ¿cómo se lo denomina?
Cuando frente a un agudo problema como lo es el costo de los servicios públicos concesionados, tales como el transporte urbano de pasajeros, se opta por autorizar el precio del boleto desoyendo quejas e ignorando datos objetivos de la realidad, entre ellos, el bajo nivel de calidad que recibe el usuario, ¿cómo se lo denomina?
Cuando de la noche a la mañana se conocen escandalosas maniobras financieras que menguan sensiblemente las arcas de un municipio, exhibiendo la facilidad con que se pueden eludir revisiones y convirtiendo en endebles los sistemas de contralor, al punto de enfrentar al contribuyente con hechos consumados que recaen en la justicia originando expedientes de resultados inciertos, ¿cómo se lo denomina?
Cuando un edil es descubierto en falta por haber percibido tramposamente un suplemento salarial por estudios no cursados, recibiendo como único reproche por su engaño y su fraude apenas la devolución en cuotas del cobro mal habido, ¿cómo se lo denomina?
Cuando después de haberse garantizado el mantenimiento de determinados programas de profunda significación social, se deja sin efecto el beneficio con discutibles argumentaciones sin asumir el costo de tanta amnesia, ¿cómo se lo denomina?
Cuando se resigna la elección de un funcionario de alta jerarquía y trascendente cometido como lo es el Defensor del Pueblo, aduciéndose no haber tenido la capacidad necesaria para encontrar los ítems de méritos que inclinen la balanza hacia un postulante en detrimento de los demás, incluso pretendiéndose modificar extemporáneamente el régimen de votación, faltándole el respeto a los aspirantes, ¿cómo se lo denomina?
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
