J. C. V.
El uso de prácticas clientelares asociadas a la política es algo que no por conocido y reconocido por la dirigencia sea menos detestable. Ante cada elección arrecian denuncias que luego no se ratifican ante la justicia o que acaban durmiendo el sueño de los justos (o de los injustos). Los barrios marginales suelen llenarse de remises con los números identificatorios en sus vidrios y también de punteros, que son el nexo entre el candidato y el elector. La entrega de bolsones y dinero resulta corriente. Corren los sobres con las boletas a favor del candidato en su interior y a veces la extorsión viene de la mano de la retención de documentos.
Algo de eso se dejaba entrever en la indignación que presentaba un encolerizado Fabián Rogel el domingo cuando la tarde empezaba a dar paso a la noche. Había pasado algo más que una derrota electoral. Era el triunfo de la anti-política, esa que denostan todos los políticos pero que practican sin ningún pudor. “Nos derrotaron de manera desleal en estas elecciones. La jornada de hoy, me avergüenza como hombre de la política y como afiliado al partido”, bramaba Rogel por aquellas horas. “Por primera vez, en 25 años de política no saludo al adversario ni tampoco reconozco la derrota por no haber sido leal. Vamos a respetar la voluntad popular porque no somos fascistas, lo que no vamos a hacer es permanecer callados, no vamos a ser cómplices de lo vivido este domingo”, clamó.
Sergio Varisco se había impuesto en las elecciones internas para presidir el Comité Capital de la Unión Cívica Radical. De los 16.388 afiliados habilitados para votar en Paraná, lo hicieron 5.277, es decir, un 31,21 por ciento. Varisco obtuvo 3.361 votos, contra los 1.916 sufragios de Rogel. Pero su triunfo volvía a estar manchado por el fantasma de la compra de votos, como en aquellos días de septiembre de 2003 que le valieron una denuncia penal.
Ya en los días previos se había advertido al Tribunal Electoral y de Disciplina del partido para que “que arbitre todos los medios de persuasión e investigación pertinentes que tiendan a evitar que el comicio se vea empañado por prácticas preelectorales detestables”, haciendo hincapié en versiones que circularon referentes a la entrega de bolsones y a un “despliegue infernal de publicidad”. Pero no era lo único.
“No es mi rol ser policía ni investigador”, plantea Rogel días después a ANALISIS. “Nosotros hicimos todo el esfuerzo para que las elecciones fueran sin este tipo de prácticas, para revertir esas denuncias del año 2003. En su momento le dijimos a Varisco que le pida a su gente que se ponga a trabajar y abandone el reclamo de cuestiones clientelares. Ahora hemos vuelto para atrás”.
“Mis aseveraciones están respaldadas por toda la dirigencia política de las seccionales que durante 15 días recibieron llamados de Sergio Varisco en persona incitándolos a cambiarse de bando. Carlos Duhalde me confirmó que un día antes de las elecciones en la Casa del Partido, (la candidata a congresal titular) Graciela Zibelman y otras personas vinculadas a su sector fueron invitadas a pasarse de bando sobre la base de solucionarles cualquier problema que tuvieran. La candidatura a intendente era lo último que le quedaba a Varisco, por eso trató de quebrar a la dirigencia ofreciendo concejalías a todo el mundo -una misma banca se la ofrecieron a 20 personas y eso generó un escándalo en su sector-; cuando se le terminaron, apostó a que no habría minorías y que tendría lista completa; y ahora lo que sigue es la oferta de direcciones y supuestas secretarías como si ya hubiera ganado la Intendencia. Esto fue lo primero. Lo segundo fue el despliegue económico: realizaron una campaña de 15 días en los canales de televisión para una conducción partidaria, mientras que nosotros teníamos que pedir por favor y muchas veces lo conseguimos de gauchada para poder tener una mínima presencia; también hubo afiches, que sabemos lo que salen no sólo hacerlos sino colocarlos en algunas marquesinas; irrumpieron de manera violenta en todas las radios de la ciudad en una semana. Y el domingo tuvimos un triste espectáculo”.
El “triste espectáculo” estuvo materializado en los “400 remisses” que se movilizaron con papeles blancos y el número 40 en rojo pegados en los vidrios, “el ofrecimiento de 25 pesos y un bolsón de alimentos por cada voto” y las amenazas que denunciaron los allegados a la lista de Rogel por amenazas: “El barrio Maccarone fue prácticamente sitiado y nuestros pocos remises y los militantes de la Juventud Radical fueron obligados, a punta de pistola, a retirarse del barrio. Me llamó la atención que a pesar de haber convocado a las fuerzas de seguridad, los patrulleros no ingresaban al barrio”, ironizó el actual diputado provincial. De hecho, la denuncia de uno de los choferes quedó asentada ante el Tribunal Electoral del radicalismo.
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