Claudio Cañete
Vavá. La mujer de Mastronardi, es la nueva obra de Domitila de Papetti. Esta escritora nacida en Concepción del Uruguay tiene una gran trayectoria que marca su incursión por el ensayo, la poesía y ahora también la novela con la aparición de este volumen publicado por Ediciones Simurg, de Buenos Aires. ¿De qué se trata? ¿Cómo escribe la autora? ¿Cómo aparece la figura del gran escritor entrerriano, amigo de Jorge Luis Borges, en esta narración? En esta nota ANALISIS presenta el libro que quizás pueda ser una opción para leer este verano.
La profesora Domitila de Papetti publicó ensayos y poesías, pero esta vez irrumpe en el panorama de las letras entrerrianas con una novela. Una narración cautivante donde las imágenes fluyen con la nitidez de un film, donde flota el alma de su amiga María Esther de Miguel en los escenarios de glamour y romanticismo y donde aparecen otros condimentos que van urdiendo un texto de mucha tensión romántica, producto de las ansiedades cuando la pasión lo inunda todo. Esos condimentos antes mencionados son precisos: una carta del Che Guevara, un poema de Idea Vilariño, un texto de Enrique Calveyra y un surtido de citas del propio Carlos Mastronardi (en su caso varias), María Elena Walsh, Alejandra Pizarnik y Jorge Luis Borges, que van abriendo distintos bloques del texto, como mojones que insinúan los bordes psicológicos de los personajes que aparecen y desaparecen de las páginas.
“Usted, Mastronardi, era mi mente lúcida, mi mejor espejo, el único que había creído en mí como su igual, como su más, como su prodigadora de bienes”, escribe Valentina Dias Leite de Basto (Vavá). ¿Quién es esta mujer brasilera enamorada? Al decir de Jorge Calvetti, citado en el libro, su descripción anticipa la trama de la obra de Papetti: “Valentina Dias Leite de Basto era únicamente Vavá. Era una mujer de suma cortesía y belleza. Confiaba en Mastronardi que la amaba. Necesitaba depender de su amparo. Debió viajar a Río de Janeiro por cuestiones de herencia. Yo le dije que por ahora no se fuera, que Mastronardi estaba muy desmejorado. Ella me miró y siguió callada, como si nada más que ser amada le hubiera sucedido”.
La autora es una mujer de la poesía y se nota a cada paso, en estas citas de autores, en los poemas que aparecen en la trama, en cierta magnificencia de las descripciones. Todo es válido para dar marco a esta historia de amor, con un final que trasunta soledad y que se descarna en el epílogo, un tramo pleno de belleza poética.
Algunas escenas
Basta este tramo como para adelantar que la figura conocida de Mastronardi, mezclada con el misterio que es todo amor de una mujer, es una ecuación electrizante.
“Durante el cóctel que siguió al recital de Mastronardi, Vavá lo buscó ansiosamente por encima de todas las cabezas. Los bordes del amplio vestido de gasa de la brasilera rozaban el piso de mármol rosa viejo. Se inclinó hacia el oído de Calveyra, quien le dijo:
-Che, agarrate, Vavá, Mastronardi es magnífico. Otros son nadie. Yo soy su discípulo. Por eso sé quién es un poeta. Y digo más: a la poesía hay que merecerla. No te quepa duda mi querida.
Mastronardi se acercó a ella. Le ofrecía una copa de champán. Vavá bebió con sorbos breves. Él reparó en los ojos húmedos de la brasilera. Advirtió su zozobra. La voz serena dijo:
-Se lo suplico, Vavá. Dígame por qué esos ojos llorosos. Me siento triste por su tristeza.
Hubo un paréntesis de silencio. Serían las diez o las once de la noche. Sintió vergüenza. Se había portado como una chiquilina, pero sabía que no lo era. Ella no podía contestarle. Le bastaba llegar al corazón de Mastronardi, un corazón que no sabía negarse a los dones de la belleza.
Sin conocer a la brasilerita, Mastronardi la había soñado en la corriente de los ríos y arroyitos de su provincia, en las colinas y barrancas de su tierra. La había vislumbrado en la oscuridad del aljibe de la casa paterna. En la larga dulzura para entender la dicha. Y había amor en los ojos del provinciano. Le estiró una mano libre, pero, cuando Vavá le alargó la suya, en lugar de estrechársela, el poeta se la llevó a los labios y la besó. No atinó a pronunciar palabra. La fragancia de flores frescas y de pasto con rocío le hizo recordar imágenes de antaño”.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
