Sandra Miguez
El caso de la menor discapacitada mental que fue violada y cuya madre requirió la interrupción del embarazo, desató el andamiaje legal y se constituyó en una fuerte polémica que no ha dado respuestas inmediatas ante el peligro que corre la joven. Ni las declaraciones del ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, ni de las autoridades provinciales de Salud posibilitaron que el problema se resolviera como lo establece el Código Penal. Otros actores aparecen en escena y complican aún más la trama jurídica desatada. Mientras, el tiempo pasa.
Marta llora. Alza la mirada, recupera el aire y dice: “¡Quiero justicia!”. Los ojos se le inundan y demuestran su impotencia, su desesperación, porque el tiempo pasa y la solución no llega. Acudió a los tribunales para reclamar por un derecho y quedó envuelta en una trama jurídica de la que parece no poder salir.
“No es verdad lo que dice ella”, sentencia. “Yo jamás dije esto”, y su mano levanta un periódico con las declaraciones de la fiscal María Marcela Piterson, que interpuso un amparo judicial para frenar una práctica quirúrgica sobre una menor discapacitada violada argumentando “el derecho a la vida del niño por nacer”.
Piterson ha dicho a los medios: “La señora no está muy segura respecto a qué postura tomar, porque en unos momentos dice que quiere que se interrumpa el embarazo y luego cambia de opinión”, en alusión a Marta, que se presentó a la Justicia denunciando la violación de su hija y pidiendo la interrupción del embarazo.
“Todo esto que dicen son puras pavadas”, afirma Marta y vuelve a llorar. “Yo quisiera que a una hija de ella le pase lo mismo; con la plata tapan todo, pero nosotras no tenemos plata”, agrega entre indignada y desolada.
Marta ha criado 11 hijos, entre ellos a esta joven de 19 años, discapacitada, pero con un desarrollo mental de una pequeña de 5 años, que tiene dificultades en el habla además de otras disfunciones psicofísicas. Así queda plasmado en el informe del Departamento Médico Forense, enviado el 15 de agosto, en el cual se expresa que la menor “presenta un evidente déficit mental, no sabe leer ni escribir, se expresa con monosílabos”.
“A ella le gustaba cantar, escuchaba música y cantaba; pero ahora está triste, no levanta la mirada”, comentan Marta y una de sus hijas, que la acompaña en esta guardia constante que ha montado para estar al lado de la jovencita, internada en el Hospital Maternal San Roque desde el lunes para practicarle nuevos estudios.
Ellas viven en Humito, uno de los barrios más pobres de la ciudad, donde la basura se acumula en cada rincón porque la gente vive del cirujeo, donde el violador es un vecino y del entorno familiar de la víctima.
El caso se encuadra en lo establecido en el artículo 86 del Código Penal, inciso 2. Allí taxativamente se expresa que no es punible un aborto practicado a una mujer discapacitada. Y esta menor lo es. No puede consentir ningún tipo de relación porque no comprende la situación. Aunque sufre.
“No sé que le han hecho -se queja Marta-, pero en estos días está triste; no come galletitas, no come caramelos, que le encantan, ha quedado como traumada, mira para abajo”. La voz de la madre se vuelve a quebrar para repetir como una letanía “¡quiero justicia!”.
Para la psicóloga Graciela Mántaras está claro el daño en el cuerpo y en la psiquis de la menor. Entonces se pregunta: “¿Quién habla de los derechos de esta chica?”. La Licenciada Mántaras reseña: “Ésta ya fue una situación traumática por la violación en sí; aun cuando la menor tenga escaso margen de comprensión, ha sufrido una acción violenta que trae aparejado dolor físico”.
Los conceptos de la psicóloga se cruzan frontalmente con las declaraciones realizadas por la defensora Piterson en el programa radial En el 2000 también, donde afirmó: “Esta chica no sufre desde la parte afectiva; la chica no tiene conciencia de que fue violada, en el sentido que conocemos que puede ser violada una mujer, de una agresión física hacia su cuerpo”.
“Hay situaciones que son muchísimo más terribles que nos toca atravesar, no digo a diario, pero muy seguido acá, y son terriblemente desgarrantes desde el punto de vista humano”, sostuvo Piterson, que no tuvo reparos en indicar públicamente que había cierta sospecha sobre quién podía ser el violador, para mencionar a la pareja de la madre de la chica.
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