Hugo Remedi
Un maestro no puede ganar mil pesos, pero tampoco la sociedad se banca la multiplicación de paros docentes. Con descuentos sobre la cabeza, la disciplina gremial comienza a perder solidez. Sus dirigentes están cruzados por internas endurecidas que enfrentan proyectos antagónicos y que hoy se pondrán en juego una vez más con las elecciones de CTERA para renovar autoridades nacionales. La educación entrerriana pasó de ejemplar a decadente y 24 años de gobiernos democráticos no han podido detener la caída. La administración de Jorge Busti disciplinó el mal humor social heredado de la Alianza detrás de su gestión de gobierno pero no pudo hacerlo con los docentes. Reivindicaciones gremiales se mezclan con desviaciones de la política y con la ausencia de una política de Estado que permita abordar el tema educativo en forma seria estructural. En ese lodo, en los últimos siete años los chicos entrerrianos ya han tenido que sufrir y soportar 188 días de paro, que equivale a un año escolar completo. Hoy elecciones, mañana asambleas y el sábado el Congreso. Ahora la pelota está en el campo de juego de los maestros. Sigue el duelo.
Queda poco tiempo y se estrecha el margen de maniobra, lo saben los docentes y también lo sabe el gobierno. En los últimos seis años, y en lo que va de este los docentes ya realizaron 188 días de paro y aún sus dirigentes más joviales y entusiastas muestran un denodado interés por seguir pateando hormigueros.
Docentes dirigentes, muchos de ellos reubicándose a la fuerza en estructuras alternativas como en este caso las gremiales, ante la falta de espacios políticos que, debilitados, les impiden contenerlos adecuadamente para ejercer el rol de oposición.
Por su parte, el actual gobierno provincial jamás pudo marcar una política educativa adecuada y transitó el ocaso de la problemática tan solo con voluntarismo impropio para cualquier sociedad que quiera fundar bases desde el enseñar y aprender.
Hace algunos años la educación entrerriana era un ejemplo nacional, hoy en cambio es parte de la decadencia institucional. La educación tiene tres patas: el Estado marcando rumbos; los docentes (y chicos), como los principales actores; y los padres, la sociedad. Los primeros y los segundos hasta el momento fallaron completamente. El resto, la sociedad hizo (hicimos) lo peor al soslayar el tema con indiferencia. Nadie, o casi nadie, se involucra esencialmente hasta que el tema desorganiza la vida cotidiana.
Los padres se alejaron de las escuelas, acompañando la decadencia entonces de la escuela pública desde una complicidad devastadora.
Tampoco los docentes son los de antes, ni los dirigentes, ni los políticos. Se bajaron muchos de los valores que conducían la convivencia social y lo que es más grave no se los renovó. El árbol tiró sus frutos y luego secó sus raíces.
Tanto han cambiado algunas cosas que hoy la política educativa no la manejan los conductores naturales que se suponen preparados para ello sino los letrados de economía (llámese contadores) que por deficiencia profesional tienen por absoluto priorizar el concepto economicista de todo lo que abordan.
Antes la economía estaba subordinada a las decisiones políticas; en cambio, de Domingo Cavallo para adelante fundamentalmente todo quedó subordinado a la economía. Y se sabe: la salud, la educación, la seguridad, la asistencia no son meras ecuaciones matemáticas sino parte de problemáticas que involucran a seres humanos. Así es que, la educación en general se toma como gasto y no como inversión, con demasiado protagonismo de los actores económicos.
Para educación no se busca a los que saben, sino que eligen a los que aparecen, bendita militancia que todo lo permite.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
