-Las negociaciones. Muchas veces se toma conciencia de la difícil situación que ha tocado vivir no en el momento propio del acontecimiento sino cuando ha pasado, y sin embargo se hace presente en la memoria a cada rato. Esto es lo que sucede con el reciente conflicto agrario. Por eso, cuando se demoraba el diálogo que comprometió la tregua, la preocupación de la sociedad se hacía notar. Luego la Presidenta limpió la cancha con la convocatoria a la reunión del viernes pasado, anuncio que despejó el mal ambiente. A juzgar por las expresiones de los protagonistas y los pasos posteriores, da la impresión de que el encuentro transitó en un clima donde cada uno dijo lo suyo, aunque también abundaron los análisis de tipo técnico, más propios de una comisión de trabajo. Fueron tres horas en las que abundó el café. Cualquiera puede deducir que es mucho tiempo para que una reunión sólo quede reducida a cuestiones formales y protocolares. Más bien y conociendo el temperamento de los Kirchner, se puede deducir que un espacio grande de la reunión tuvo que ver con el ir y venir desde las convicciones de cada parte a las cuestiones técnicas. Si bien la cuestión técnica sobre cada acuerdo será el aspecto dominante de aquí en más, determinadas afirmaciones hechas con el correr de las horas -según cuentan observadores insospechables- fueron corroboradas por datos de costos y estadísticas.

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-Los efectos de la tregua. Cualquiera que conoce el arco ideológico y programático que envuelve al sector agropecuario sabe que los puntos de contacto entre algunos sectores están atados con saliva. Es un hecho notable que la Federación Agraria Argentina (FAA) siempre ha propiciado la participación del Estado en la economía. En esa misma dirección, y muchas veces con mayor aplomo y solvencia, Coninagro también comparte esas posiciones. Por el contrario, Sociedades Rurales Argentina y CRA-CARBAP han sido acérrimos defensores de la libertad de mercados. Estos dos agrupamientos concentran a los sectores más poderosos del quehacer agropecuario y se asientan en las zonas feraces de la Pampa Húmeda. Estos dos agrupamientos explotan las zonas agrarias más rentables, al punto que aun en los momentos más duros del retroceso cambiario con el uno a uno de la convertibilidad, no dejaron de exportar ingentes toneladas. Para estos sectores perder plata en la empresa agropecuaria es una rareza más emparentada con razones climáticas que por cuestiones de mercado. El problema que se le abrió a la Federación Agraria y que dejó a su conducción nacional mal parada es fundamentalmente interno.

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-Fernández y Urribarri. En estos hilos de tensiones trabajó el gobierno bajo la mano silenciosa del jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Mientras la Presidenta incursionaba en cada detalle en el amplio abanico de situaciones afectadas por el conflicto, el jefe de Gabinete habría un pliego de negociaciones donde cobraban relevancia las posiciones sostenidas por Coninagro. Se debe destacar, para poder armar el mosaico del nuevo escenario, que este agrupamiento que representa al cooperativismo dentro del movimiento agrario siempre ha bregado por una intervención del Estado en la economía. Sus técnicos han sabido tener una gran jerarquía intelectual y supieron formular políticas persecutorias del latifundio en pro de un aprovechamiento intensivo de la tierra. Pues bien, sobre este sector pivoteó Alberto Fernández para distender la tensión y correr a las retenciones como eje central de las negociaciones. Por su parte, Eduardo Buzzi empezó a marcar las diferencias con las posiciones de CRA-CARBAP y SRA, poniendo fichas en alcanzar con el gobierno un programa de desarrollo agrario integral que se proyecte en una perspectiva de mediano y largo plazo. En este espacio cobró progresiva gravitación el gobernador entrerriano, Sergio Urribarri. Como ya se hizo notar en esta hoja la semana pasada, no bien se abrió la tregua Urribarri convocó a los referentes del ruralismo entrerriano. En esa reunión escuchó y se comprometió a empujar todo lo que le parecía atendible.

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-El internismo presente. En el medio de estas tribulaciones y en un momento en que el país se sentía agitado en su sensibilidad desde diferentes ángulos y posturas, amigos de Jorge Busti y el propio ex mandatario vieron oportuno marcar distancia con la política nacional del kirchnerismo. Como cualquiera puede recordar, el primero en salir fue el senador constituyente Raúl Taleb que, lejos de perderse en cuestiones menores, dio su apoyo a la movida agropecuaria y de paso arremetió contra el posicionamiento del gobernador Urribarri. Jorge Busti, referente excluyente del senador por Diamante, se tomó su tiempo y cuando percibió que el gobierno de Cristina Kirchner estaba en el pico de debilidad, convocó a la presidencia de la Legislatura a todos los representantes del sector agrario entrerriano para escuchar sus propuestas y mediar ante el gobierno nacional. El tufito malicioso de la movida de Busti era muy notable, sobre todo porque no había razones como para que no integrara en esa iniciativa al gobernador. Si Busti tenía el convencimiento de estar aportando sanamente en una solución del conflicto, por qué no compartir la propuesta con Urribarri, cuando los dos son del mismo partido con una larguísima trayectoria en común. Era evidente que el ex gobernador quería golpear en el costado débil del gobierno nacional y al mismo tiempo marcar la cancha al gobernador Urribarri.

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-Juego y contra juego. Como siempre sucede, el justicialismo entrerriano no peca de ser un partido aburrido precisamente, siempre encuentra motivos para estar agitado. Era hasta natural que ante una situación de tanta magnitud como el paro patronal agropecuario, la temperatura interna subiera al punto de romper válvula y generar presencia en el mundo mediático. En estas agitaciones internas con trascendencia pública, por ausencia o por presencia, cada referente fue asumiendo compromisos con uno u otro de los polos en que quedaba dividido el justicialismo entrerriano. En ese sentido, tal como era previsible José Allende en la Legislatura provincial y Cielo Petit en la Legislatura nacional se pronunciaban en línea con lo expuesto por Jorge Busti. Por su parte, el gobernador en ejercicio, avezado sabueso de las internas justicialistas, midió la temperatura y no se inmutó. Se cuadró en la amplitud y en la necesidad del diálogo eludiendo antagonizar con las posiciones que brotaban. Desde esa posición balconeaba los realineamientos que aparecían en el justicialismo. Urribarri, desde el balcón, anotaba que un par de figuras relevantes del justicialismo paranaense marcaban distancia con las posiciones de Busti. La senadora Blanca Osuna fue explícita al momento de pronunciarse en apoyo a la postura del gobierno de Cristina Kirchner.

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