-La nueva situación. La provincia no es una excepción pero sucede que aquí todo repercute de manera especial. Lo cierto es que la política nacional ha adquirido tanto predominio que cualquier suceso repercute en los rincones más finitos del mapa. Es evidente que el tema de la inflación se va instalando en la piel sensible de los argentinos. La remanida tablita del renunciante ministro Martín Loustau tuvo su origen en el apremio por que el estampido de los precios de la soja en el mercado mundial no repercutiera en los precios internos.
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-La historia. La Argentina ha sido un país especialmente azotado por la inflación y luego, en los momentos trágicos, por la hiperinflación. Las dificultades para poner bajo control esta manifestación de la economía por parte de los gobiernos democráticos han sido uno de los argumentos con que los grandes grupos de poder han fundamentado las razones para los golpes militares. “Hay que pasar el invierno”, fue el slogan de un joven ingeniero, Álvaro Alsogaray, para implementar un programa de ajuste económico tremendo en el año 1959. Este primer Ministerio de Alsogaray tuvo lugar cuando el entonces Presidente Arturo Frondizi delegó en las manos de la ortodoxia liberal el manejo de la economía como salida para controlar la inflación. El descontrol de los precios arrastró al gobierno del Presidente Arturo Illia hacia el golpe de Estado que impuso como presidente dictatorial al general Juan Carlos Onganía. Desde luego, ya no la inflación sino la hiper, por la aceleración que tomaba la evolución de los precios, fue un dato sobresaliente en la desestabilización del gobierno de Isabel Perón, que luego instauró la dictadura terrorista de Videla, Agosti y Massera. Con el gobierno de Raúl Alfonsín el país entró a conocer “los golpes de mercados”. Es así, los grandes grupos de poder habían aprendido que con la desarticulación de los sectores populares producto del genocidio no se requería la presencia explícita de los militares en el gobierno. Los conglomerados financieros erigidos como decisivos grupos de poder entraban a experimentar que con una presencia subliminal de los militares como respaldo de ese poder, los abruptos y sorpresivos ajustes de precios que dejaban amplias franjas de la población literalmente sin poder de compra, eran suficientes para disciplinar a la sociedad en relación con sus expectativas de ganancias.
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-Las recetas. Como se puede ver en este recorrido, existen razones como para que la sociedad se alarme toda vez que el alza de los precios se pone amenazante. Sobre esa preocupación creciente de la sociedad trabajan economistas, sociólogos, comunicadores sociales, alimentando el temor del flagelo que empieza a crecer y, de paso, dando aviso sobre las ventajas de determinadas recetas mágicas como solución del problema. En todas las experiencias de los gobiernos constitucionales, estos caracterizados actores jamás han sabido señalar que son los grandes conglomerados financieros que participan en la formación de los precios los que desatan procesos inflacionarios como método de imponer sus normas al proceso político. Lejos de marcar las verdaderas razones del espiral de precios, entran a proponer la necesidad de enfriar la economía como expediente rápido para poner en caja la inflación. Y es bueno llamar a las cosas por su nombre.
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-Situaciones. Fuera de la eficacia circunstancial de estas medidas, en el mediano y largo plazo han demostrado un total fracaso. La experiencia es categórica en ese sentido. Los ajustes reciclan nuevos ajustes progresivamente más profundos y dañinos hasta que terminan despertando la ira de la sociedad, con los consiguientes estallidos y dolores. Es claro, en un primer momento es natural que generen un parate de los precios pues al caer la demanda los productos se amontonan en las góndolas y el comerciante tiene que tragarse los aumentos para mal vender. Pero en el paso siguiente, al comprobar los verdaderos formadores de precios que no obtienen las ganancias esperadas, vuelven a remarcar sus precios y generan en definitiva nuevos ajustes. Los padeceres que se han vivido están a la vuelta de la esquina como para insistir en mayores descripciones. Pero sí es importante destacar las particularidades de la actual situación.
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-Los pliegues de la interna. Esta centralidad que adquieren los movimientos en la órbita nacional al punto que determinan los movimientos más generales del acontecer entrerriano es lo que ha hecho que Jorge Busti tenga que exponer su malestar frente al autonomismo de Sergio Urribarri, en función de lo que pasa o no pasa en el orden nacional. Hasta el estallido del conflicto ruralista, Busti no encontraba un punto atractivo desde donde tirar la interna contra Urribarri. Hasta entonces, el poder de los Kirchner lucía arrollador como para intentar cualquier diablura. Con la evolución del conflicto y dando cuenta de las dificultades del gobierno de Cristina para sobrellevar la embestida, más la aparición de disidencias notables como Juan Carlos Schiaretti y el senador nacional Carlos Reutemann, Busti entendió que era un buen momento para mostrar sus cartas. Los movimientos tras los cuales fue desenvolviendo sus larvados ataques a la política nacional ya han sido desarrollados en otros pasajes. Pero hay un agregado fuerte en el despliegue de fuerzas de Busti que es importante dimensionar y tomar en cuenta. El licenciado Jorge Kerz dota al bustismo de un perfil intelectual que carecía. Muchas veces, Emilio Castrillón o el propio Raúl Taleb solían ajustarse la corbata antes de hacer declaraciones con alguna coherencia sobre algún punto en particular, pero desde ya resultaban poco creíbles. Con Kerz sucede algo distinto. El diputado provincial tiene un importante reconocimiento dentro del progresismo paranaense dada su calidad de haber sido preso político durante la dictadura militar y por ser licenciado en Sociología. Además, se reconoce que en los lugares que le tocó trabajar lo hizo con prolijidad, marcando un perfil definido. Jorge Busti lo cooptó de sus funciones al frente de la Defensoría del Pueblo de Paraná, cargo al que accedió durante el gobierno de Sergio Varisco.
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-La batalla con los Kirchner. Pasando registro a historias recientes viene a la memoria que el licenciado Kerz tempranamente supo manifestar su rechazo y antipatía por el entonces gobernador electo, Sergio Urribarri. Todavía en la presidencia del Consejo de Educación a cualquiera que quisiera escucharlo, el licenciado manifestaba su desagrado para con el futuro mandatario. Luego, ya lanzada la campaña nacional por la Presidencia supo manifestar a propios y extraños su voto por Roberto Lavagna por ser, en su opinión, un economista serio. Incluso, en el propio gobierno de Néstor Kirchner y frente al proyecto de nueva Ley de Educación impulsada por el ministro Daniel Filmus, Jorge Kerz supo ponderar la Ley de Educación anterior que fue confeccionada durante el gobierno de Carlos Menem. Luego desde el pedestal intelectual en el cual se siente debidamente ubicado, el ex ministro hace su aporte técnico como para que Jorge Busti se anime a advertir al gobierno nacional sobre la amenaza de la inflación.
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