Soledad Weimer
(especial para ANALISIS)

Todo comenzó tras los anuncios del 11 de marzo. La imposición de retenciones móviles al agro comunicada por el ministro de Economía Martín Lousteau generó la oposición de quienes se sintieron afectados directa e indirectamente. “Si al campo le va mal, nos va mal a todos”, empezó a repetirse en el interior entrerriano. Entonces, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner se refirió al “piquete de la abundancia” y enardeció los ánimos. Los cortes de ruta se multiplicaron, las cacerolas sonaron en las ciudades, Alfredo de Ángeli se convirtió en el personaje del momento, los tractorazos inscribieron una nueva modalidad de protesta y la gente descubrió que detrás de las retenciones dormían otros reclamos, y los despertó.

El ministro Martín Lousteau fue apartado de su cargo, asumió Carlos Fernández, pero el problema, lejos de solucionarse, se profundizó. Los camioneros y transportistas, en un primer momento posicionados enfrente de los productores, se manifestaron a favor de los mismos y de su propia actividad, frenada por el conflicto. Atravesaron los camiones en el camino y endurecieron la postura.

El gobernador entrerriano, Sergio Urribarri, y los presidentes municipales aparecieron como los grandes ausentes, o más bien, como los presentes del lado equivocado, y sus funciones se juzgaron como incumplidas. Falta de diálogo, desabastecimiento, incomprensión, federalismo, capricho, soberbia, irrepresentatividad fueron conceptos clave en este conflicto que deberá recordar la historia, máxime por su capacidad de encender pueblos apagados, de politizar pequeñas poblaciones, de abarcar y movilizar a las diferentes generaciones componentes de la actualidad.

Un conflicto que construye la historia desde la cotidianeidad, y que tiene como actor al ciudadano común, a aquel desconocido a nivel nacional, pero conocido por todos dentro de los límites del pueblo y la ciudad. Un conflicto duro, complejo, entramado, que puede analizarse desde escenas simples que dicen mucho de nuestra sociedad.

Con Z de protesta

Según las reglas de ortografía, se escriben con “z” todas las voces que terminan en azo y expresan golpe, como rebencazo. También las palabras que terminan en aza/azo y no expresan golpe, como amenaza, abrazo. Y las expresiones aumentativas terminadas en aza/azo, como lenguaza. Todo lo cual en el marco del conflicto que enfrentó al gobierno y al campo quedaría de la siguiente manera:

El sector rural respondió con la velocidad de un rebencazo al manotazo retencionista del gobierno. Amenazado en su economía y su dignidad, el interior del país abrazó el reclamo y salió a la calle y a la ruta a expresar su apoyo al campo. La Presidenta no supo contener su lenguaza y se refirió a la soja como “yuyo” y a la protesta como “piquete de la abundancia”. Y entonces, se dio todo lo que se dio: cacerolazos, tractorazos, camionazos, en exigencia de la vuelta al 10 de marzo, de un retroceso, que no va con z, pero se señala como el único posible comienzo de una nueva etapa de diálogo, medidas y acciones, sin productores en las rutas.

En el lado entrerriano del Túnel Subfluvial Raúl Uranga-Carlos Sylvestre Begnis, a un costado de la cinta asfáltica, fundaron un monopolio. A una distancia considerable de la capital provincial, y como única opción para los productores y todo aquel que se acercara a manifestar su apoyo al reclamo del campo, el negocio resultaba promisorio.

La familia trajo unas lonas, garrafas, tablones; preparó la masa, puso grasa al fuego, agua a hervir, y tuvo en marcha su iniciativa comercial.

–No, señor, para el agua no hay que hacer cola. Sólo para tortas fritas -respondió la mujer sin aflojarle al amasijo.
–Menos mal -soltó el señor, ofreciendo el termo a quien parecía ser el encargado del área Insumos para Infusión.

La cola, en permanente crecimiento, alineaba ya a unas 20 personas.

-Estos deben estar del lado de Cristina -bromeó alguien sobre los exitosos comerciantes. Pero en su chiste bienintencionado quedaron en evidencia angustiosos interrogantes: ¿qué hacía antes esta familia?, ¿qué hará después?... ¿Habrá un después?

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)