Marcelo Comas
Germán Cáceres quiere recuperar el tiempo perdido. De ser uno de los referentes en la Comisión de Actividades Infantiles (CAI), con casi 200 partidos en la B Nacional, pasó al ostracismo sin escalas. Así de simple, así de drástico. A partir de la asunción de Diego Cocca como técnico, Pipo no fue tenido en cuenta y estuvo seis meses sin jugar. El protagonista de esta historia asegura que “no hubo conflictos con la dirigencia ni con el entrenador” y que esto “es parte del fútbol y le puede pasar a cualquiera”. En la charla con ANALISIS dijo que “en estos días se puede llegar a resolver algo” y no le cerró las puertas a Patronato: “No deja de ser una opción más. El único llamado que tuve fue de Adrián Bruffal, hace cuatro semanas, pero fue muy informal”.
Germán Pipo Cáceres es uno de los tantos buenos jugadores surgidos de la cantera rojinegra. Un volante central con carácter y criterioso con el balón. Debutó en la Primera de Patronato, jugó tres ediciones del Torneo Argentino A y en 1999 quedó libre. Era el tiempo de tomar una decisión y así apareció la posibilidad de recalar en la CAI.
Mientras disfruta de unos días de vacaciones, hizo un balance de la temporada en el equipo patagónico y aseguró que le interesa seguir en la B Nacional, aunque no descarta ofertas de otras categorías. Sobre la posible vuelta al Rojinegro dijo: “De Patronato me llamó Adrián Bruffal, después del partido con Douglas en Pergamino. Le dije “sigan jugando que todavía les falta jugar la final”. Con él hay una relación especial porque los miércoles nos juntábamos a patear en la quinta de Hugo Velázquez, ex preparador físico de Patronato. Aparte yo jugué con El Lechu durante su última etapa como futbolista”.
-¿Qué balance hacés de este semestre?
-El balance es negativo, por el hecho de venir jugando siempre, tener casi 200 partidos en el Nacional B, estar en una institución casi ocho años, siendo siempre referente y capitán del equipo. De un día para otro llegó el entrenador y me dijo que no me tenía en sus planes. Y bueno, esto es parte del fútbol y le puede pasar a cualquiera, todos los futbolistas te lo van a poder decir. Tarde o temprano hay alguien que te cruza y que no te quiere. Éste fue mi caso y tuve que aguantar estos seis meses entrenando bien, a la par de mis compañeros, sabiendo que no iba a jugar. Pero siempre me esforcé al máximo porque quiero seguir jugando y seguir siendo un profesional del fútbol. Lo único que me quedaba era levantarme todos los días y pensar que esto iba a pasar.
-¿Hay alguna explicación para esto?
-Lo que me sorprendió es que nunca hubo ningún tipo de comunicación, ni de los dirigentes hacia mí, ni del entrenador tampoco. En el único diálogo que pude tener con el entrenador me dijo que era un jugador más y que iba a tener las mismas posibilidades, pero después no fue de esa manera. Llegó un momento en que lo que menos quería era tener un conflicto, ni con el técnico ni generar malestar dentro del plantel o con algunos dirigentes. Lo único que hice fue pensar que tenía que seguir trabajando y nada más. Después me quedaron un montón de dudas. Esto pasa en todas las profesiones, pero en el fútbol se acentúa un poco más por el hecho de que para un entrenador podés ser el mejor jugador de tu equipo y para otro podés ser el peor, y eso puede pasar de una semana a la otra.
-En este caso, según el temperamento el jugador pide explicaciones o prefiere la reserva, ¿vos meditaste mucho la forma de encarar la cuestión?
-Primero traté de analizar cómo era la situación. Terminé la pretemporada de la mejor forma; 26 jugadores integraron el plantel y a mí me dejaron afuera. Quería cruzar a alguien para que me diera algún tipo de explicación. Más allá de mis calenturas o de mi forma de ser, preferí que las cosas pasaran y seguí entrenando sin generar ningún tipo de conflicto en el equipo. Había muchos chicos jóvenes en el plantel y tienen mucho que aprender, entonces me pareció que un problema personal podía llegar a influenciar en forma negativa a los compañeros. En un momento pensé: “Que sea lo que Dios quiera”. Me tranquilicé todo el tiempo, porque tenía que terminar el contrato.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)