Claudio Cañete
Un perfil que muchas veces no es rescatado de Juan Domingo Perón es aquel que lo muestra como ávido lector de clásicos y pensadores contemporáneos, escritor de sainetes criollos, autor de manuales militares y libros de política. Creador de discursos sobre puntos que hoy son cruciales para los argentinos como el tema del medio ambiente, lo muestran como un intérprete lúcido de su tiempo. Aquí algunos fragmentos y testimonios que lo evocan, a 34 años de aquella tarde gris del 1º de julio de 1974, en que se produjo su fallecimiento.
Justo el tramo donde la voz de Isabel Perón se quiebra en llanto: “…a un verdadero apóstol de la paz y la no violencia”, retumba en la memoria de los testigos de época. Aquellos que la escucharon por radio o vieron por televisión en blanco y negro; en una siesta gris y triste. Ningún análisis de la política argentina resulta completo con la exclusión de la figura de Juan Domingo Perón, tres veces Presidente por voto popular. Su figura indiscutidamente popular, con luces y sombras, marcó un verdadero antes y después en la historia argentina del Siglo XX y hasta estos días.
Perón siempre practicó una estrategia de volcar en sus dichos y discursos frases y sentencias de sus vastas lecturas, sin citar sus autores, apropiándoselas. Este aspecto fue una de sus virtudes a la hora de impactar a las masas, hablándoles en vivo. Y por otro lado era una de las cosas que criticaban duramente sus detractores. Lo cierto es que desde muy joven le dedicó muchas horas a la lectura, allí se puede buscar uno de los factores para entender su pensamiento y cómo organizó la teoría que sustenta la esencia del justicialismo.
Los libros de su padre
“Cuando me recibí de subteniente, el 13 de diciembre de 1913, mi padre me regaló tres libros para que siempre los tuviera en mi mesa de luz: las Cartas de Lord Chesterfield a su hijo, Vidas paralelas de Plutarco y el Martín Fierro (de José Hernández). En cada uno de ellos me puso una dedicatoria adecuada. En el de Lord Chesterfield: ‘Para que aprendas a transitar entre la gente”; en el de Plutarco: ‘Para que te inspires siempre en ellos’. Y en el de Martín Fierro: ‘Para que nunca olvides que por sobre todas las cosas sos un criollo’. No sé si lo habré hecho bien, pero jamás me he apartado de estos tres consejos que reglaron mi vida”. (Fragmento de uno de los capítulos Perón, el hombre del destino, biografía realizada por Enrique Pavón Pereyra).
En realidad el libro del Conde de Chesterfield se llama Cartas a su hijo y a su ahijado. El de Plutarco, Vidas Paralelas. Alejandro y Julio César. Quizás este dato explique el porqué de su pasión en la adultez por la lectura de biografías, un tema que ocupó siempre varios estantes en sus diferentes bibliotecas personales.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
