Marcelo Comas

Diego Armando Maradona regaló todo su carisma en su visita a la ciudad de Paraná. Fueron dos días inolvidables que quedarán grabados en la historia del deporte paranaense. Amado y odiado con la misma fuerza, El Diez fue el tema obligado de conversación en las calles, los bares y la noticia excluyente en los medios de comunicación. La mejor zurda del planeta cautivó a los habitantes de esta parte de la Mesopotamia y llenó de alegría a sus fanáticos.

Es El Diego para todos. Con tan sólo mencionar el nombre de pila basta para saber de quién se trata. El personaje en cuestión genera a su paso adhesiones y rechazos. Pero está claro que su presencia no pasa inadvertida para nadie. Si hasta sus detractores le dedicaron un tiempo considerable en sus programas de radio y televisión. Esa misma situación comenzó a gestarse en los medios de la capital entrerriana, que fueron el motor de propaganda para difundir su llegada a este rincón del Litoral argentino. A partir de este punto el observador imparcial se pregunta la real importancia que tienen los medios en este punto y si en verdad ayudan a potenciar este acontecimiento. Diego Maradona no necesita de ese aparato cultural para promocionar un espectáculo que lo tiene como principal protagonista. Su sola presencia genera un movimiento social y único que se repite en cada sitio del mundo que pisa El Pelusa. Es un fenómeno social único e irrepetible, casi sin precedentes, que lo ubican entre los personajes más carismáticos del planeta. Algo parecido ocurrió en la capital entrerriana.

El día más esperado

El fin de semana del 26 y el 27 de julio de 2008 quedará grabado en la historia del fútbol paranaense. Fueron dos días de pura devoción hacia el dueño de la zurda mágica. Se la puede considerar como la segunda visita oficial del ex capitán de la Selección Nacional a la capital entrerriana. Hace dos décadas El Diego llegó a Paraná para jugar un amistoso con Boca Juniors ante un combinado de la Liga Paranaense de Fútbol (LPF). Ese equipo local se llamaba La Alianza y estaba conformado por jugadores que competían en el torneo doméstico. Esa semana El Xeneize se medía ante Colón de Santa Fe en la vecina orilla por el campeonato de AFA.

El sábado las agujas del reloj avanzaban a paso de tortuga y el tiempo parecía detenerse. No parecía llegar nunca la hora de poder asistir a la cita fijada. El hijo de doña Tota y don Diego volvía por segundo año consecutivo a Paraná y esta vez la estadía en la ciudad no sería tan fugaz. Es que lo que surgió como un rumor se terminó por confirmar con el paso de los días. Un matutino lanzó la noticia y enseguida la ciudad empezó a latir al ritmo de Maradona. Él y su trouppe del Showbol eligieron Paraná para montar un espectáculo pocas veces visto en la zona.

Los más fanáticos necesitaban que alguien les confirmara ese trascendido periodístico, ya que era necesario tranquilizar la ansiedad y empezar a disfrutar de semejante acontecimiento. Así fue que el mismo medio ratificó la información y muchos respiraron con alivio. A partir de ese momento surgieron nuevos detalles de esta historia: el nombre del organizador, el precio de las entradas, el rival de la Selección Argentina y el horario de llegada de la delegación a esta parte de la Mesopotamia. La expectativa aumentaba con el correr de las horas y entonces fue necesario que el responsable de la organización contara detalles de la fiesta.

Es así que apareció en escena Carlos Fertonani, empresario santafesino dueño del restorán Triferto y encargado de otros emprendimientos. Se trata de la misma persona que gestionó la visita del Diez el año pasado a Santa Fe, la presentación de Los Pumas en la misma ciudad y el equipo de básquet que consiguió la medalla dorada en Atenas. Estaba claro que el hombre conocía el paño y no vendía espejitos de colores. El desafío era arriesgado porque tenía sólo una semana para ajustar detalles y no dejar nada librazo al azar. Sin dudas que el primer paso consistía en conseguir el apoyo económico de firmas locales y la asistencia financiera del gobierno nacional y municipal. Quizás este último ítem fue el más complicado y el que casi aborta el espectáculo; ¿o tan sólo fueron rumores infundados para embarrar la cancha y desestabilizar el mega-evento?

La solicitud del empresario encargado de la organización era concreta y consistía en una ayuda de 100.000 pesos para pagar algunas erogaciones y solventar los honorarios del Diez. Según fuentes confiables, el cachet del ex Boca, Barcelona y Sevilla ronda los 200.000 pesos y el pago de esa suma es condición indispensable para garantizar su presencia.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)