A. M.
Duele y mucho. Son esas cosas que uno no puede comprender y se pregunta en los momentos de soledad. ¿Por qué le tuvo que tocar a un pibe que la venía remando desde muy pendejo? ¿Por qué tienen que irse las personas sanas y emprendedoras que nunca bajan los brazos y la reman? Y la reman muchas veces contra la corriente y con un sinfín de vicisitudes que obligarían a cualquier otra persona a rendirse.
Vuelvo a escribir en primera persona, algo que va contra mis principios de redacción. Porque en las primeras horas del domingo recibí una noticia que me arruinó el día. “Murió El Ruso Pineda”, me avisaron por teléfono, así como así, sin anestesia. No lo podía creer, tuve que cortar porque no me salían palabras.
El fue El Ruso, ese pendejo lleno de vida que tuve la dicha de ver crecer en su carrera como futbolista. Que veía cómo se rompía el alma todos los días para viajar a Santa Fe y entrenar en Colón.
El Ruso, ese que me tocó encontrarlo, por esas cosas de la vida, justo en el momento que recibía el llamado de Hugo Tocalli (ex entrenador de los seleccionados juveniles de la Argentina) que lo convocaba para un preseleccionado Sub 17. Recuerdo el brillo en sus ojos ese día, le había cambiado la vida prácticamente, porque no es poca cosa que te convoquen a practicar en el predio de Ezeiza. Y no sabía qué hacer el pibe, si llorar, reír, saltar o festejar.
Tres meses fue y vino hacia Buenos Aires y en uno de los entrenamientos tuvo la mala fortuna de fracturarse un dedo. Puteó tanto cuando me contó, pero siguió dándole hacia delante. Era un pendejo con mucho empuje y cuando la vida le cerraba alguna puerta, siempre estaba dispuesto a buscar una hendija, por pequeña que fuese.
Extrañas paradojas del destino, pero tiene esas cosas y en una de las concentraciones con la selección compartió la habitación con un colega suyo, con otro arquerito que también buscaba la gloria y tenía mucho futuro, Emiliano Molina. Por esas cosas que tiene el destino o vaya a saber por qué, el por entonces portero de Independiente también perdió la vida en un accidente automovilístico en 2005.
Son las cosas de la vida. Y tengo que putear, no me queda otra. Mientras tanto hijo de puta da vueltas por ahí como si nada, estafando o cagando gente, la muerte se lleva a personas que todavía tienen todo por vivir y que, seguramente, el futuro le tenía preparado un buen lugar en el mundo.
Recuerdo una de las entrevistas que hicimos, que jamás lo fue en lo formal, porque fue el diálogo de dos amigos, solamente con un grabador en el medio, cuatro paredes, un escritorio y un armario como testigos. El Ruso me contó toda su vida, siempre ligada al fútbol.
Comenzó en AUFI, una modesta institución paranaense. Abrieron una escuela de arqueros en Santa Fe y se inscribió, la misma se trasladó a Paraná. Recuerdo que me contó que la dirigía Leo Díaz, ex arquero de Colón de Santa Fe e Independiente, que lo llevó a Colón y allí atajó en la octava y la séptima de AFA. Lo dejaron libre, no bajó los brazos, siguió entrenando, fue arquero del Real Arroyo Seco que ascendió al Argentino A. Mientras tanto, probó suerte en Europa y estuvo entrenando en el Espanyol de Barcelona y el Atlético Madrid, algo que consideró una experiencia inolvidable. Un representante lo jodió y siguió luchando, atajando hasta los últimos días de su vida en el Club Atlético Jorge Griffa de Rosario, donde esperaba el toque de la varita mágica.
Así de rápido, como este pequeño resumen de su carrera, se pasó su vida.
Chau Ruso, esto es un hasta siempre. Soy de los que cree que cada persona que pasa por nuestras vidas deja alguna enseñanza, por ínfima que sea. Vos, a pesar de tu corta edad, me enseñaste que siempre hay que levantarse e ir para delante, nunca darse por vencido ni aún vencido, como reza el poema.
Entiendo que no hay palabras que sirvan en este momento tan triste como para ayudar a mitigar el dolor de sus padres y familiares. Sólo queda recordarlo como el excelente pibe que era, medio vago a veces como todo adolescente, pero luchador y emprendedor. Desde estas humildes líneas el deseo de la más pronta resignación a sus familiares. Para vos, Ruso, un hasta siempre.
