Antonio Tardelli
Fue en un ámbito sectorial, una reunión de la Federación Agraria Argentina (FAA), donde se adoptó la definición más trascendente de este momento preelectoral. Desde el lunes por la noche se sabe que Alfredo de Ángeli, un dirigente desconocido hace 18 meses, no será candidato a diputado nacional. En sí mismo su lanzamiento no determinaba nada; ni siquiera hubiera sido garantía de una buena elección para quien lo sumara a sus filas. Pero su candidatura hubiera anticipado, sí, una disputa de características diferentes de cualquiera que ahora se pueda ir esbozando. Habla de la debilidad de la política el hecho de que, mediante una definición adoptada puertas adentro, una organización de productores haya en buena medida delineado el escenario en el que votarán los entrerrianos.
Ninguna de las definiciones que se aguardan para las próximas semanas modificará la situación como lo hubiera hecho la participación directa de De Ángeli. Menos que eso alterarán el escenario las resoluciones que adopte el justicialismo, aun cuando deba develarse la significativa incógnita de si Jorge Busti será o no candidato, o las derivaciones de la interna radical. La postulación de De Ángeli hubiera otorgado a la elección entrerriana un interés particular. Los medios nacionales, más afectos a la anécdota que a los procesos, la hubieran potenciado hasta niveles superlativos. La presencia del ruralista habría marcado la cancha de manera definitiva.
Pero incluso así es difícil mensurar qué nivel de adhesión hubiera recogido entre el electorado. Las estructuras partidarias tradicionales conservan en Entre Ríos un peso relativamente superior al de otros distritos. Por lo demás, abundan en la historia argentina los fenómenos de liderazgos sociales que no se trasladan automáticamente a la política. Los reconocimientos y los prestigios suelen transitar un camino diferente del de los votos.
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