Antonio Tardelli
Más enfático Busti, más conciliador Urribarri, aunque sin privarse de algunos contundentes tiros por elevación, el tono de la polémica se eleva. El ex gobernador apeló esta semana a una denuncia de las que alimentan resentimientos. Afirmó que desde el Poder Ejecutivo, más concretamente desde el Ministerio de Salud y Acción Social, se persigue a sus simpatizantes. Pareció una acusación formulada a un gobierno de signo radical. Las denuncias de persecución mutua entre los partidos mayoritarios son desde 1987 un clásico entrerriano. Por su lado, sin forzar el discurso, Urribarri habló de la unidad del peronismo y volvió a mencionar a los jóvenes dirigentes que vienen reclamando el espacio que, creen, les corresponde. Fue un modo elegante de presentar la tesis jubilatoria esbozada oportunamente por Faustino Schiavoni, intendente de Nogoyá y ex ministro de Gobierno.
Por lo pronto, el gobernador viene sumando referentes en una magnitud que podría tildarse de sorprendente si no fuera porque el manual del peronismo establece la virtual obligación de encolumnarse detrás de quien ejerce el poder estatal. Para dirigentes y militantes justicialistas, acompañar al gobierno es una estrategia y una necesidad. Por razones de este tipo se han alejado de Busti mujeres y varones que crecieron a su amparo. Duro con Urribarri, el ex gobernador es sin embargo más contemplativo con quienes, justificó, deben atender sus obligaciones institucionales. Se refería a los intendentes. Por tanto, según hizo saber, no se siente particularmente decepcionado por nadie. Lo dijo, es cierto, con un dejo de reproche en la voz: se lamentó de que a su convocatoria no asistieran algunos de los que, recordó, hace dos años le pedían su acompañamiento en las recorridas de campaña.
Está en otro lado, no en la incorporación de dirigentes, el Talón de Aquiles del gobernador. Aunque esta semana de soslayo mencionó “los errores” del gobierno nacional, Urribarri ratificó nuevamente su adhesión al kirchnerismo. Sigue incólume su pertenencia al espacio presidencial. Los aceitados vínculos con el poder central, algo potencialmente ventajoso para su gestión, son objetivamente un obstáculo para su desarrollo político. Peronistas que encargan encuestas y las leen con atención saben del altísimo nivel de reprobación que registran, por ejemplo en Paraná, las figuras de Cristina Fernández y su esposo Néstor Kirchner.
En algunos casos el rechazo supera la barrera del 60 por ciento. Es un proceso irreversible, creen los expertos en corazones peronistas. Se lamentan ciertos urribarristas de lo mucho que tira para abajo el deterioro de los Kirchner, lo que eventualmente compensaría el desgaste que, advierten, experimenta Busti.
Es un detalle significativo, porque expresa que una hipotética pugna entre Urribarri y Busti, uno aspirando a su reelección y el otro a su cuarto período, quedará sujeta no sólo a los armados territoriales y al peso de las gestiones oficiales sino también al humor que lo nacional desparrama sobre la geografía entrerriana. En ese sentido, Urribarri ha escuchado un par de recomendaciones musitadas a su oído por dirigentes aliados: que inicie un gradual despegue de los Kirchner y que no luzca tan pendiente de los ritmos que, sagaz, intenta imponer Busti con sus declaraciones públicas. Son quienes creen que el gobernador, que efectivamente deposita su confianza en la gestión, debe desentenderse de los humores de microclima.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
