Claudio Cañete

Un monumento al Supremo Entrerriano, realizado por cordobeses, como hecho público es mucho más de lo que se cree por la principal razón de que en tiempos del Bicentenario la provincia de Córdoba reconozca la valía federal de alguien que los combatió. Es un acto de resarcimiento y reconciliación sociocultural entre dos provincias. Es más, los cordobeses paradójicamente ahora marcan punta en cuanto a revalorización del caudillo panza verde, ya que Paraná como capital en todas estas décadas y décadas, nunca cristalizó un monumento a la altura de la grandeza de la figura de Ramírez. Cuando se habla de esto hay que referirse, claro está, a algo importante, como lo que sucedió por estos días en el Paraje La Esquina o como se hizo con Urquiza en el Parque. A ese nivel, nada hasta el momento. Sólo Concepción del Uruguay, que le puso su nombre a la plaza principal, está a la altura de las circunstancias. Sin dudas que hasta el día de hoy hay mucho debate y sentimientos encontrados acerca de Ramírez y sus maniobras políticas en el Litoral, pero sin dudas que su legado organizativo que sentó como precedente en la República de Entre Ríos lo trasciende como un gobernante con ideas en la larga galería de conductores de esta provincia.
Su relación de alianzas y traiciones con el brigadier santafesino Estanislao López, lo mismo con el líder uruguayo José Gervasio Artigas, lo ponen como un personaje con luces y sombras, como todo humano que al hacer cosas, justamente por hacer, se equivoca. Es decir, hasta los artiguistas lo miran de reojo. Todo esto lo ha dejado a un costado con referencia a otros, sin embargo es necesario rescatarlo en su grandeza. Pero para esto también hay que reconocer que no es una tarea sencilla, ya que la simbología entrerriana está más marcada por la iconología urquicista que la de Ramírez y López Jordán, más allá de cualquier debate.

La revalorización del perfil federal y organizacional

Una nutrida concurrencia de esa zona serrana, ubicada a 200 kilómetros al norte de la capital cordobesa, junto a representantes de los gobiernos de Entre Ríos y Córdoba, delegaciones tradicionalistas, escolares y otras representaciones estuvieron en la emotiva y justa ceremonia realizada en el Paraje La Esquina, un lugar cercano a la localidad de San Francisco del Chañar. Allí fueron descubiertos un busto y una placa de Pancho Ramírez y se inauguró una emblemática escultura que representa el momento en que fue abatido el caudillo entrerriano con un disparo de trabuco, luchando por sus ideales y tratando de recuperar a su amada compañera La Delfina, que había sido apresada por el enemigo.

La obra de arte de generosa dimensión, emplazada como significativo monumento a la vera del denominado Camino Real cordobés, fue realizada por el artista de esa provincia Enrique López D’ Franza. En el acto también estuvieron el gobernador del departamento central de Paraguay, Carlos Amarilla Cañete; el intendente de San Francisco del Chañar, Marcelo Slava; el subsecretario de Cultura de Entre Ríos, Roberto Romani, y representantes del gobierno nacional y de las provincias de Entre Ríos y Córdoba, además de una formación de los Dragones de la Muerte.

Las palabras del gobernador Schiaretti son interesantes: “Es una jornada especial porque le estamos rindiendo un merecido y postergado homenaje a un héroe nacional, a un patriota y a un cadillo federal como Francisco Pancho Ramírez, que fue abatido en esta zona donde erigimos este monumento. Y es también especial que lo hagamos como un acto conmemorativo en el Bicentenario de la patria. Honrar a Pancho Ramírez es honrar a la Argentina, a la Nación latinoamericana y al federalismo. Él fue un auténtico representante del federalismo en nuestra patria en las épocas en que se luchaba por la organización de nuestro país”, resaltó el mandatario cordobés.

Luego indicó: “En la época en que fundó la República de Entre Ríos fue un impulsor de la educación primaria obligatoria, de la agricultura y la ganadería. Fue, en definitiva, un gobernante que tuvo espíritu de progreso a la hora de regir los destinos de su terruño. Por eso merece un homenaje de todos los argentinos y por eso tiene un lugar en la historia de la patria, y es justo y necesario que aquí en Córdoba, donde cayó abatido, le rindamos este homenaje en el día de hoy a un caudillo que soñaba con un país que sea grande y federal”, completó el gobernador de Córdoba.

Amor, lanzas y montoneras

Amor, tragedia y causa federal parecen ser las mejores expresiones para sintetizar aquellos años de historia entrerriana, de la primera mitad del Siglo XIX. Esta síntesis se puede encontrar perfectamente en la historia de Francisco Ramírez, llamado el Supremo Entrerriano, y a La Delfina. Es imposible transitar la vida de Ramírez sin hacer mención a su compañera. Ambos ya son parte de la mitología argentina, ícono de una historia de amor desencontrada por la muerte, como la de Camila y Uladislao, sin entrar en comparaciones. Tal es así que el monumento cordobés es una perfecta síntesis de la pasión por la lucha federal y la pasión sentimental. Rescata el tono salvaje y cruel de los orígenes nacionales que tanto se recuerdan ahora, en estos días donde la palabra Bicentenario está tan de moda.

El caudillo entrerriano nacido en Concepción del Uruguay, proveniente de una importante familia, comenzó su carrera militar a los 24 años como un simple chasqui en tiempos de la Revolución de Mayo, para llegar a ser la máxima autoridad de la provincia y el creador de su máximo proyecto político, la República de Entre Ríos.La historia tiene entre sus páginas capítulos de valentía, gloria y lealtad, guardados para las mujeres. La Delfina ocupa sin lugar a dudas uno de estos. Tan escasa es la información precisa acerca de La Delfina (o María Delfina para algunos) que hasta se ha llegado a dudar de su existencia, atribuyéndosela al imaginario popular. No obstante, varios testimonios, inclusive de camaradas de hazañas de Francisco Ramírez, dan cuenta de su convivencia con el Supremo Entrerriano por lo menos durante los dos o tres últimos años de la vida de éste, período de su apogeo político y militar.

El único documento oficial referido a esta enigmática mujer es curiosamente el de su defunción. Consta en los libros parroquiales de Concepción del Uruguay que fue sepultada en esa ciudad el 28 de junio de 1839, sin precisarse siquiera la fecha de su fallecimiento, que pudo haberse producido ese mismo día o el anterior. El acta dice que era de nacionalidad portuguesa, pero en verdad no hay certezas tampoco de su origen ni de la manera en que se relacionó con Ramírez. Ni su apellido se conoce, aunque alguien ha mencionado Souza como el más probable.

Sólo se sabe por la tradición oral de los entrerrianos que un buen día de 1818 o 1819, cuando Ramírez comenzaba a afirmar su poderío en la región, ella llegó a Concepción del Uruguay a caballo, al lado del caudillo. Era una muchacha de unos 20 años que probablemente venía de Brasil. Hay quien asegura que El Supremo la conoció en la Banda Oriental, en un campamento de Artigas, donde La Delfina acompañaba a su abuelo portugués, prisionero de los orientales. Otra versión le atribuye origen nobiliario, pues probablemente sería hija natural de un noble portugués radicado en Porto Alegre. Según ciertas descripciones de la época era muy bella, de una figura casi ideal, otras remembranzas relativizan su belleza. La describen morocha, rubia y hasta pelirroja. Esa belleza mítica quedó inmortalizada en la canción Ramírez, el caudillo enamorado, de Félix Luna, musicalizada por Ariel Ramírez.

La Delfina, desde que conoció a Ramírez, lo siguió en todas sus campañas. Solía vérsela –según relata la memoria oral de Concepción del Uruguay- luciendo una roja chaquetilla militar similar a la del Supremo. La historia y los testimonios cristalizaron una muerte trágica y romántica para Ramírez. Fue en un campo de batalla de Río Seco, Córdoba -quizás su única derrota militar, también la última-. Emprendiendo la retirada con sus soldados se da cuenta de que La Delfina había caído en manos de sus adversarios, por lo que se volvió para rescatarla sin temer por su vida. Después de que muriera, Ramírez fue decapitado y su cabeza, embalsamada, conoció en Santa Fe el escarnio público. Su ex amigo Estanislao López la exhibió durante varios días en el balcón del Cabildo de Santa Fe, dentro de una jaula.

Después de la tragedia de Río Seco, el 10 de julio de 1821, La Delfina sobrevivió y fue custodiada en el triste retorno a la provincia por los oficiales Anacleto Medina, Gerónimo Galarza y los últimos 58 soldados de Ramírez, quienes luego de un rodeo por el Chaco santiagueño y santafesino, cruzaron el río Paraná a la altura de Cavayú Cuatiá (la actual ciudad de La Paz) y la restituyeron a Concepción del Uruguay, donde finalizó sus días cuando rondaba los 40 años de edad.

(Más información en la edición gráfica de ANÁLISIS de esta semana)