Silvio Méndez
Sin ningún tipo de aviso a los vecinos, sin ninguna campaña de concientización, sin ningún tipo de infraestructura necesaria ni logística ya dispuesta, la Municipalidad de Paraná lanzó el Programa Separar es valorar. El plan comienza por la Unidad Municipal Nº 1 –una zona que ni los propios habitantes conocen que pertenecen a ella-, que comprende, según sus límites, entre las calles Ramírez, Racedo, Costanera y el Arroyo Antoñico. La idea es lograr una separación y recolección diferenciada de los residuos domiciliarios. De acuerdo a lo anunciado oficialmente, los desperdicios húmedos (orgánicos) y peligrosos serán retirados los días domingo, lunes, miércoles y viernes; y los residuos secos (inorgánicos) los días martes y jueves, en los horarios habituales.
De acuerdo a lo que se desprende de la información oficial, en esta etapa del esquema que implica el trabajo para la separación en origen habría sido abordado con la Fundación Eco Urbano, con quien el municipio firmó un convenio. En el acuerdo, de ejecución difusa, se habría de establecer una tarea de “concientización y sensibilización” con instituciones de la sociedad civil (vecinales, clubes y escuelas) para la difusión e implementación del programa. Hasta el momento se desconocen los detalles sobre la implementación de tales tareas e incluso los costos que demanda el convenio. En este sentido, se ha comprobado un desconocimiento generalizado del plan Separar es Valorar, más allá de las menciones sobre la ejecución de esporádicos talleres en algunas escuelas y recorridas callejeras. Por otro lado, en términos económicos, fuentes del municipio aseguraron que el vínculo institucional con la ONG que encabeza el ex titular de Medio Ambiente de la gestión de Julio Solanas, Horacio Enríquez, fue sellado a través de dos contratos de 3.000 pesos cada uno.
Para la etapa que le sigue a la recolección, según lo explicado por el secretario de Medio Ambiente de la Municipalidad de Paraná, Ricardo Goñi, se habrían definido tres puntos para el tratamiento de la basura diferenciada. El destino de los residuos secos sería una “planta de reciclaje” en cercanías del actual Volcadero, que se ubicaría en la Dirección de Limpieza. El trabajo de reciclado, que el funcionario dijo involucraría a la Facultad de Trabajo Social de la UNER y en principio la ocupación de “36 familias”, se haría en un galpón que aún no está dispuesto para tal fin. “Se está terminando de acondicionar el galpón, la cuestión eléctrica que estaba un poco deteriorada y ya se está entregando el equipamiento que fue licitado dos meses atrás, que incluye una zorra hidráulica, un auto elevador y compactadota”, afirmó Goñi en declaraciones a la prensa.
En tanto, para tratar los residuos orgánicos o húmedos, el secretario de Medio Ambiente barajaba dos lugares: el Vivero Municipal, para hacer “compostaje”, y el Mercado Concentrador El Charrúa, donde alimentaría un biodigestor de “200 metros cúbicos”. Pero para el primer caso, según los especialistas, es necesario un estudio especial tanto de la basura como del suelo en donde se realizarían las denominadas canchas para compostaje. El análisis, se apunta, debería hacerlo con profesionales idóneos.
Para el segundo destino, en El Charrúa, lo que ha trascendido es que en principio se trata de un proyecto para realizar biogás con los desperdicios que se generan en el propio mercado y alcanzarían unos 4.000 kilogramos por día. Si se tiene en cuenta la capacidad del biodigestor, la misma sólo alcanzará para cubrir tan sólo la mitad de la basura generada en ese lugar, por lo que se deduce que sería inútil incorporar más materia orgánica del resto de la ciudad.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)