Pablo Rochi
A días de cumplir 103 años de vida, el Club Atlético Paraná acaba de recibir el regalo que hace años viene buscando con tanto ahínco y deseo: el ascenso al Argentino B. Esta entidad, de las más añejas de nuestra ciudad y del fútbol del interior, ha sido reconocida por conformar grandes equipos e inolvidables planteles, aunque pocas veces pudo disfrutar de resultados deportivos positivos. En la década del 70 estuvo en muchas oportunidades muy cerca de llegar al Nacional, aunque siempre se quedó en las puertas del éxito.
Después de la transformación de los campeonatos de fútbol en nuestro país, si alguna vez Paraná jugó el Argentino B fue por invitación. Esta vez, después de pelear insistentemente, lo hará gracias a un ascenso por méritos propios. Es por ello que haber conseguido el pase a la siguiente categoría es un hecho histórico para una entidad también histórica. Suena raro, extraño, y más para Atlético Paraná, una institución que siempre pensó en volar alto y que en su recorrido recibió más pálidas que alegrías. Hoy, el presente le sonríe y el futuro se muestra con mayor optimismo.
Si uno repasa lo complejo y lo difícil que es el Torneo del Interior se podrá dar cuenta de que el logro alcanzado por El Decano es superlativo. De esta divisional formaron parte 264 equipos divididos en 54 zonas de cuatro elencos cada una, mientras que otras 16 lo hicieron con tres conjuntos, en total 70 zonas. Una barbaridad.
La que pasó fue la sexta temporada del Torneo del Interior. En este 2010 los equipos de Complejo Deportivo Teniente Origione, de la localidad de Justiniano Posse, Córdoba; Sarmiento de La Banda, Santiago del Estero, y Argentino de 25 de Mayo consiguieron el ascenso directo. Atlético Paraná y Altos Hornos Zapla lo hicieron mediante la promoción. Estos cinco equipos lograron la satisfacción de imponerse ante tantos conjuntos desparramados por todo el país que se presentaron en este campeonato con las mismas intenciones para así clasificar al Argentino B.
En sí, el sueño arrancó con una pesadilla. La motivación fue grande cuando dirigentes de Paraná contrataron a Luis Murúa, un experimentado entrenador que llegó con un proyecto atractivo: “Vengo para ascender con Paraná”, había dicho el ex Patronato apenas arribó. Su seriedad y trayectoria las tiró al tacho de la basura cuando sin aviso alguno dejó plantados a todos para irse a Santamarina de Tandil. “No me sentía cómodo en el club”, alcanzó a decir en una de las tantas entrevistas que le hicieron después de aquel hecho lamentable.
A pocos días de comenzar la temporada la Comisión Directiva se movió rápido y consiguió a Daniel Veronesse, un joven DT que venía de dirigir el Argentino A. Se empezó todo de cero. El flamante entrenador junto al profe Sebastián Tati Furios y Carlos Del Castillo tuvieron que trabajar horas extra y a destiempo para armar el equipo que iba a jugar en el certamen.
Veronesse trajo dos refuerzos: el delantero Joaquín Cabral, proveniente de Unión de Sunchales, y el arquero Jesús de los Santos, de Libertad de Sunchales. Además, se concretó el retorno de Sergio Chinero, quien volvió de Ben Hur de Rafaela. Después, en diferentes pruebas, el técnico autorizó la llegada de Lisandro Alzugaray (un chico nacido en Viale y que estuvo en las inferiores de Lanús), Lautaro Bouchet (de Rosario del Tala, de las inferiores de Colón de Santa Fe), Eduardo Fontanini (Paraná Campaña), Juan Manuel Lazaneo (estuvo en Universitario, siendo jugador de Patronato) y Cristian Reinhardt (de Sportivo Urquiza). El resto, todos del club.
Paraná jugó en total 20 partidos, ganó 14 encuentros, perdió cinco y empató uno. Un camino largo y desgastante, con series a partidos de ida y vuelta con tremenda emotividad. Pasó todas las llaves menos la final con Sarmiento de La Banda, Santiago del Estero. Después tuvo la grandeza de ganar todas las llaves, tanto de local como de visitante, incluida la disputada con Defensores de Salto.
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