Claudio Cañete
El Cine Rodrigo funcionó en la esquina de calle 25 de Mayo y Monte Caseros, en el espacio que ocupa actualmente el Banco de Entre Ríos SA. El 14 de noviembre de 1927 un incendio provocó su cierre definitivo, debido a que sólo quedaron escombros al quemarse casi la totalidad del predio. Una crónica periodística rescatada en el libro Crónica de Paraná 1921-1945. La historia popular, de Raúl Casalongue, da cuenta de que “el siniestro tuvo lugar desde las 19.32 y recién fue extinguido a las 22.30. Fueron detenidos en la segunda seccional de Policía los propietarios Sanz y Patuel, los operarios Arrúa y Luis Netto y los testigos Cavandoli, Cántamo y Llorens”. Estas detenciones en realidad sólo se efectuaron por exigencia del sumario, para que aportaran datos, luego fueron liberados. Pero nunca se supo qué pasó ni cuál fue la causa del incendio.
La versión que más quedó instalada en la memoria oral es la que cuenta que unas chispas del proyector encendieron los rollos de celuloide, un material altamente combustible. Las pérdidas se valuaron en 30 mil pesos de ese entonces, una fortuna. También las averiguaciones de la historiadora Ofelia Sors, dieron con un relato sobre un cortocircuito en la casilla del operador que originaron las llamas que se alimentaron rápido porque las cintas de los filmes eran altamente inflamables. Pese a los esfuerzos de Netto y de los demás empleados, la esquina tuvo que ser desalojada inmediatamente. No hubo víctimas.
¿Por qué se llamaba Cine Rodrigo?
En 1908 en este solar funcionaba la Confitería La Perla, donde también se daban funciones de cine. Este lugar hoy sería histórico, ya que allí se proyectó El fusilamiento de Dorrego, el filme pionero del cine argentino, el primero con argumento dramático y del que jamás se pudo rescatar una copia. El propietario de La Perla fue Pedro Solanilla y un socio de apellido Appiani. A partir de allí el lugar se convirtió en la cita favorita de la familia paranaense, sobre todo del público masculino. En febrero de 1911 se la compró Pascual Rodrigo –próspero empresario gastronómico y artístico- para instalar en abril de ese año el Teatro Ibérico, al cual proveyó con un cinematógrafo y orquesta en vivo con entrada libre y gratuita, y que contaba con servicio de cafetería. Bajo el nombre del Teatro Ibérico, se lo inaugura el domingo 19 de marzo de 1911.
Luego, con el mismo dueño, se reabrió el 30 de octubre de 1912 como Salón Rodrigo o Teatro Rodrigo, que en parte trabajaba a beneficio de las Damas Vicentinas. De esta manera, el Rodrigo al principio estuvo destinado también al arte escénico pero pronto la preferencia de la gente por las proyecciones terminarían definiendo el rubro del lugar.
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