¿Peronismo de la Rural o peronismo de los derechos humanos?

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Simpatías populares y preferencias dirigenciales

Antonio Tardelli

El apotegma según el cual “el que gana conduce y el que pierde acompaña” se aplica en el peronismo –y también en otros partidos– a definiciones que en este tiempo se materializan afuera de las estructuras. Los peronistas ya no compiten en el interior del PJ. La interna se dirime en la externa. Una vez distribuido el poder, resuelto afuera, el interior reúne. Vuelven porque el adentro, la organización, es el espacio más conveniente para extender la vigencia. El control de la estructura, o pertenecer a ella, siguen siendo una cosa muy importante, lo que es paradojal en un espacio político como el peronismo, que concibe al partido tan sólo como una herramienta electoral. Reducida la política a la lucha electoral, limitada su dimensión arquitectural, acotados sus espacios de discusión, el partido –entendido como marca– recobra importancia. La diferencia con el pasado es que, para alzarse con él, para adueñarse de él, puede ser indispensable abandonarlo. Salir. Dar la vuelta. Buscar un rodeo. Porque quiero la marca, dejo la marca, se razona, porque la marca, leal a sus administradores, sólo admite invasiones, tomas por asalto, y no recambios.

Es la lógica del beneficio. Ahora es el turno de Busti, que alega ser indirectamente expulsado, en virtud de reglas de juego que considera amañadas, como antes otros se sintieron excluídos por la invulnerabilidad de su poder institucional, partidario y económico. Ya no son tantos los que pueden exhibir fidelidad absoluta a la divisa. Por otro lado, eso, la persistencia en el mismo espacio, nada dice por sí mismo. Haber permanecido adentro todo el tiempo puede ser la expresión de una fe inconmovible. Pero también la aceptación sumisa de los sucesivos cambios de rumbo y la resignada pasividad ante los desvíos ideológicos. Así que el adentro o el afuera no describe por sí sólo la ejemplaridad de una conducta. Tal comprobación –penosamente– es una extraordinaria coartada para oportunistas que hacen de la conveniencia el único parámetro de su comportamiento.

El adentro y el afuera adquieren hoy, en general en el país y particularmente en Entre Ríos, elementos curiosos. Estar adentro es adherir a los Kirchner; es lo mismo que decir que estar adentro acarrea una identificación con referentes que, como la Presidenta y su marido, no han logrado ni lograrán jamás un vínculo emocional que es gravitante en la cultura peronista. No son los Kirchner, ni por perfiles personales, ni por apego a la ortodoxia, ni por sus alianzas, ni por sus preferencias retroactivas, el biotipo del dirigente que concita ciegas adhesiones del simpatizante peronista. En ese plano pierden por lejos hasta con Carlos Menem, que desde su sitio, un lugar ideológicamente inconfundible, desataba pasiones que luego se traducían en éxitos electorales. El fenómeno, bien menor en la extensa historia justicialista, reafirma la distancia entre las preferencias del tradicional votante peronista y los deseos y las aspiraciones de los sectores más dinámicos del movimiento, con veleidades de izquierda, que hoy ven en los Kirchner tics transformadores propios de la juventud de los setenta. Terco, el peronismo es lo que es y no lo que quieren que sea.

Es en ese contexto donde se verifica la disputa entre Urribarri y Busti. El futuro está exento de certezas pero el presente arroja algunas conclusiones preliminares. Si la suerte del peronismo se jugara solamente en la cúpula dirigencial, entre los legisladores, los intendentes, los concejales, los referentes territoriales, Urribarri tendría las cosas absolutamente definidas a su favor. Ha acumulado de un modo llamativo, favorecido también por las opciones nacionales. No sólo por las ventajas que supone la cercanía con el poder nacional, sino también por las expectativas que genera un discurso relativamente combativo, que aventaja a un peronismo federal asociado a lo viejo y carente de figuras que enfervoricen, la mayoría de los militantes justicialistas encuentran más razonable jugar su futuro al poder presente que arriesgarlo en algo ligado con el pasado y cuyas perspectivas de éxito, sin ser remotas, están en veremos. Dirigentes que perfectamente podrían comulgar con Busti, preferirlo antes que a Urribarri, acabarán con el gobernador debido a la mediación calificada de Kirchner.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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