Las negaciones del doctor

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905
Exclusivo: lo que declaró el médico Rizzo en la causa Hospital Militar de Paraná

D. E.

Hay quienes sostienen que el traumatólogo paranaense nunca estuvo nervioso en su comparencia ante la Justicia Federal de Paraná. Seguramente ayudó al ex médico militar y ex interventor del IOSPER, Ricardo Oscar Rizzo, su estrecha relación con los ámbitos judiciales, tanto provinciales como federales, en función de la historia en la justicia de su esposa, la vocal del Superior Tribunal de Justicia (STJ), Susana Medina. De hecho, según consta en el acta de la declaración –a la que accedió este semanario- fue recibido por el propio juez federal subrogante, Gustavo Zonis; su secretario y el fiscal Mario Silva. Su testimonial no fue una más, sino que, de alguna manera, era esperada, en función de una fuerte acusación de un ex soldado del Ejército Argentino –que cumpliera funciones en el Hospital Militar de Paraná-, quien el año pasado reveló que Rizzo estaba al tanto de diversos hechos registrados en el nosocomio, relacionados con violaciones a los derechos humanos. No obstante, ni el juez, ni el fiscal, se ocuparon de preguntar en profundidad y el interrogatorio se transformó en una mera formalidad.

Rizzo respondió un total de 37 preguntas –aunque en algunas preguntas algo comprometidas que se le hicieron optó por la evasiva o el desconocimiento total de las situaciones, pese a que en la causa existen numerosos testimoniales que dan cuenta de movimientos relacionados a hechos de la dictadura- y no lo hizo solo, como habitualmente sucede, sino en compañía de su abogado Ladislao Fermín Uzín Olleros, ante la posibilidad de ser imputado en la causa. Después de la introducción que se le leyó –donde se da cuenta de la denuncia en la que un soldado lo menciona-, se dio paso a su respuesta. La declaración, es la siguiente:

--¿Qué puede manifestar respecto de lo que denunció el ex soldado?
--Niego rotundamente las declaraciones. No tuve conocimiento al respecto de ninguno de esos hechos que han ocurrido dado que me desempeñaba como traumatólogo en el consultorio que está totalmente alejado de la Sala 1 y de la guardia. Por lo tanto, no participé ni tuve conocimiento en ninguno de estos hechos, porque mi desempeño era estrictamente como médico traumatólogo. Lo que puedo agregar es que si conocen el Hospital Militar, los pabellones están totalmente separados y mi consultorio estaba en el fondo del nosocomio, cercano a la cocina. Por ende, lo que podía pasar en la guardia o en la sala 1 como dice el soldado, yo no tenía conocimiento. Por otra parte, mi permanencia en el hospital era acotado por dos motivos: primero, porque desempeñaba mi profesión en la parte privada, operando en el sanatorio La Entrerriana o en el sanatorio Rivadavia que existía en esa época. Y, además, viajaba frecuentemente a Buenos Aires, de donde soy oriundo, dado que mi padre, ya fallecido, había sufrido un accidente cerebro vascular severo con una hemiplejía, que lo había dejado postrado en cama y colaboraba en la atención de él con mi madre. De esto era testigo, lógicamente, la gente que me acompañaba en el servicio, que cubrían estas ausencias: el doctor Dante Ayala, ya fallecido; el doctor Carlos Uriburu, que sigue trabajando en el Hospital Militar y el resto del personal del servicio. El doctor Ángel Vincitorio, ya fallecido, concurría al servicio cuando se realizaban cirugías.

--¿Desde que fecha y hasta que día trabajó en el Hospital Militar de Paraná?
--Desde el mes de febrero de 1972 hasta diciembre de 1977. Llegué de pase del Hospital Militar Central en esa fecha y pedí el pase. Lo obtuve nuevamente al Hospital Militar Central con motivo de la enfermedad de mi padre. Desde mi llegada al Hospital Militar Central, ubicado en Capital Federal, en febrero de 1978, estuve como jefe del Servicio de Cirugía de la mano, que pertenece al Departamento de Ortopedia y Traumatología del Hospital Central. Aclaro que el hospital está en calle Luis María Campos, al lado del Regimiento de Granaderos. Nuevamente volví al Hospital Militar de Paraná en diciembre de 1982 o enero de 1983, no recuerdo con exactitud, cuando ya había fallecido mi padre y volví al mismo servicio donde había estado con anterioridad. Pedí la baja del Ejército, aproximadamente, en el año 1984 o 1985.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana, en informe especial de cinco páginas)

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