D.E.
Cuando llegue el día del juicio oral por el crimen del ex basquetbolista Enzo Benedetich, habrá un elemento sin clarificar: la muerte, también, del ex suboficial de la Policía de Entre Ríos, Rubén Armando Flores, quien apareciera muerto, al parecer tres días después del asesinato del deportista, lo que se transformó en una carátula de “suicidio”. Lo que nunca cerró fue por qué se mató a no más de 30 metros de la puerta de acceso de la casa que habitaban y por qué alguien diestro utilizó su mano izquierda para matarse, lo que resulta casi inconcebible, salvo que en ese momento haya tenido un serio problema físico.
En la elevación a juicio que hiciera el agente fiscal Rafael Martín Cotorruelo, a la que tuvo acceso ANALISIS, resulta contundente la imputación que hace de la ex esposa de Benedetich, Liliana Rivas, quien aparece como única acusada de la causa. El fiscal consideró que el primer relato que hiciera la mujer -en cuanto a que al salir de un cajero automático del Nuevo Bersa, ubicado en Almafuerte y Zanni, encontró a una persona en la parte trasera del vehículo, apuntándole a su esposo- se “desmorona por completo al resultar una explicación absolutamente inconsistente, insostenible e irrazonable, lo que demostraba indudablemente que se trataba de un intento de ocultar lo realmente sucedido”.
Entre otros puntos, recordó el hecho de que Rivas dijo, en ese primer testimonio, que se saludó con el policía que estaba de guardia e incluso le hizo una chanza por una caravana de vehículos que acompañaba a una pareja de recién casados. “Rivas quería que el funcionario de la prevención apostado en la entidad bancaria reparara en su presencia, como elementos de respaldo de la falsa versión que tenía preparada y debía proporcionar una vez que se tomara conocimiento de la muerte de su marido”, indicó. Acotó además, que “resulta inverosímil que un delincuente decida emprender su acción criminal abordando a sus víctimas, precisamente en el lugar en que se encuentra apostado un policía”.
También cuestionó el fiscal la herida que tenía Rivas en la cabeza y que, según sus dichos, le provocó un desmayo. Allí recordó que, según las opiniones profesionales, la lesión encontrada “difícilmente pudo haber causado un desmayo” y “luce absolutamente descontextualizada de la escena del crimen” al “no guardar proporción con la extrema violencia desplegada sobre la restante víctima del supuesto robo”.
El fiscal Cotorruelo marcó también sus dudas en torno a “la conducta inmediatamente posterior al hecho, observado en la imputada”, lo que -agregó- “no se condice con el comportamiento de alguien que acaba de vivir una experiencia, con la violenta pérdida de un ser tan cercano”. En ese marco fue que cuestionó su llegada al Hospital San Martín. “Trasunta una actitud distinta a la de alguien que intenta salvar una vida, que sabe se encuentra en grave peligro y en donde los segundos cuentan”, indicó. Recordó el testimonio de un cuidador de autos, quien declaró que la mujer ingresó en contramano desde calle Gualeguaychú pero “con las luces delanteras apagadas, sin accionar la bocina y a muy baja velocidad, lo que es una situación muy diferente a la de alguien que se conduce en semejante emergencia”. Agregó que “si bien se bajó apurada del auto, lo hizo sin gritar, ni decir nada al ingresar al hospital”. Incluso recordó que cuando se le comunicó que su marido estaba muerto “fue como que se tranquilizó”, recordando así el testimonio de un alto oficial de la institución policial.
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