Claudio Cañete

Sergio Fabri estuvo siempre relacionado al ambiente artístico paranaense. En los años 90 dio sus primeros pasos, primero como tecladista de grupos relacionados con el rock y el pop. Entre ellos, el más conocido fue Camafeo, una de las bandas referentes de aquellos años. Luego eso lo llevó a relacionarse con distintos proyectos que le permitieron crecer en la faceta técnica; una importante fue el asesoramiento que le brindó al reconocido pianista y compositor Carlos Negro Aguirre. Fue así que dio sus primeros pasos como iluminador, sonidista, editor de audios para bandas de rock y director artístico de puestas en escena, entre otros roles. Luego vino una larga estadía en España, donde realizó una carrera que le permitió llevar toda esa experiencia autodidacta a un nivel altamente profesional. De vuelta a Paraná, hace poco, rápidamente se insertó en el medio. En esta última temporada realizó iluminación para puestas teatrales de Lito Senkman, Pablo Perasso y Claudia Zaragoza. También iluminación y tratamiento de sonido para los recitales de Silvio Godoy, grupo Jacarandá y la concertista Silvina López. Fue convocado además por la Delegación Entre Ríos del Instituto Nacional de Teatro para trabajar en el Festival Nacional que organizó en Paraná. Y el 18 de agosto está invitado por el profesor Carlos Ara Monti para iluminar una muestra de su grupo en la Galería Mundo Nuevo de Buenos Aires, para luego brindar un curso en ese importante espacio de arte.

-¿Cómo es que un día partís a España y allí de cierta manera comenzás tu carrera de iluminador?
-La iluminación para mí se ha conformado en algo más que una carrera. El paso del tiempo, y con él todas las posibilidades de aprender y experimentar, me ha permitido reconocer el lenguaje visual como mi medio natural de expresión, y a la vez pulirlo de tal manera que -a estas alturas del camino- atraviesa todas mis actividades y mi mirada. En ese marco, la iluminación ocupa un lugar importante de mi fascinación y exploración. Lo del viaje fue una aventura de origen personal que recién luego de dos años unió esa estancia ya en Euskadi (País Vasco) con mi faceta técnica. Entonces, me dieron ganas de retomar la actividad pero en primer lugar desde mi necesidad de conocimiento formal. Así comencé a hacer cursos de verano en la Universidad del País Vasco organizadas por la Asociación de Técnicos de las Artes Escénicas (ATAE). Me asocié y desde entonces se dieron vínculos y posibilidades que me permitieron trabajar en actividades relativas al arte los años siguientes. Podría decir que mi carrera comenzó hace muchos años, pero lo nuevo es haber concretado la actividad desde un perfil formalmente profesional.

-¿El medio local está muy lejos de los preceptos de iluminación teatral que se utilizan en Europa?
-Esa es una novedad lograda también con la experiencia de trabajar allá. Los preceptos -teóricamente- son parecidos, y la creatividad sigue siendo la base sobre la que se construye un diseño. Contrariamente a nuestros mitos creados, Europa como cualquier otro lugar es un cúmulo de posibilidades, experiencias y resultados, con todo lo que ello produce. Lo más evidente tal vez pueda ser la diferencia de posibilidades materiales y el marco en que la profesión de desarrolla, pero en cuanto a los principios que rigen tanto la estética como la producción visual, depende mucho también de la creatividad y del ingenio de los/as creadores/as. Es importante considerar que mi experiencia la viví en un país, que no es todo Europa; lejos están París, Londres, Berlín y Ámsterdam, por dar algunos nombres, con lo que ello significa en cuanto a puesta en valor de lo que el arte significa.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)