Viva el mañana

Edición: 
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Venta de productos por catálogo

Camila Fernández

Aquella vez la reunión era en el salón de conferencias de un hotel de Paraná, nada lujoso, aunque pretendía cierta elegancia con detalles en mármol y cosas por el estilo. Al ingresar podía sentirse el dulce olor de una fragancia para ambientes que, mezclada con los espejos, el alfombrado verde, las estatuas de yeso y los muebles de estilo barroco del recibidor, daba una clara señal de lo que había “al final del pasillo y doblando a la derecha”. Para recibir las indicaciones del recepcionista la contraseña era algo evidente: ser mujer. Primera característica a la que luego se le suman otras. Por lo general tienen entre 15 y 50 años, están desocupadas, son amas de casa o jóvenes con trabajos inestables. Son las “revendedoras” de cosméticos y de otros productos.

Las reuniones son un ritual cada mes. No todas van, pero cuando recién se comienza a vender hay que registrarse y concurrir junto a la “revendedora” que te incorpora al magnífico negocio que te hará una mujer “libre e independiente”. En el salón todo era color rosa, violeta y su gama de pasteles. Había una mesa (tipo tablón) cubierta con un mantel blanco donde se exhibían los últimos productos, adornados con moños terriblemente grandes.

Todo era excesivo. Al mejor estilo Mc Donald, las fotos de las mujeres que más vendieron el mes anterior, encuadradas sobre la pared. La “líder zonal” tomó el micrófono y como si les estuviera hablando a sus amigas de toda la vida, de traje blanco impecable, rulos rubios perfectos y apenas maquillada dio la bienvenida a las nuevas, presentó los productos, hizo un sorteo y entregó los premios correspondientes. No había un solo hombre.

Así las llaman de manera nada jerárquica: “líderes”, mujeres que trabajan de revendedoras hace más de 10 años y ya tienen personas a su cargo, pueden ser 20, 40, 70 o más. Manejan barrios enteros, recogen los pedidos de las otras y cobran un porcentaje por ello. Son las que entregan los libritos y reciben el dinero. Al finalizar la reunión se da un gran aplauso, se cambian los productos fallados, se paga y se retiran los catálogos. Todas se van charlando, taconeando contentas junto a sus premios de juegos de tazas de café de plástico y relojes de Mickey Mouse.

(Más información en esta edición del Semanario ANALISIS)

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