J.R.
Con la muerte de Sergio Alberto Montiel murió una forma de hacer política, de entender la vida partidaria y un modo de gobernar. Lo han llamado “el último caudillo radical” y ese mote lo forjó con un estilo que lo llevó a sumar adeptos y enemigos. Tenía 84 años y hacía como dos que venía peleando contra un cáncer que minó su salud pero no lo marginó de la pasión a la que le dedicó toda su vida: la política.
Entre los primeros estaban miles de radicales de pequeñas ciudades, de juntas de gobierno, chacareros y granjeros donde el caudillo radical tenía su principal capital político. Y entre los enemigos estaban los que se oponían a su idea política y hay que decir que no eran sólo peronistas, sino también dirigentes del seno de su propio partido.
El fin de la dictadura militar puso a Sergio Montiel en la mejor circunstancia para asumir el lugar que ocupó hasta casi los últimos años de su vida: el de hombre fuerte del radicalismo entrerriano. La apertura a la vida política encontró a la Unión Cívica Radical con los hombres que habían sido insignia partidaria ya fallecidos.
Miguel Laurencena y luego Carlos Perette habían sido, cada uno a su tiempo, los máximos dirigentes de un partido que protagonizó la vida institucional argentina en un lugar preponderante.
Montiel ya tenía un pasado político cuando llegó la democracia. Tenía 56 años cuando asumió la primera gobernación en 1983. Desde entonces fue una referencia ineludible en la vida política entrerriana, y con insistencia se dijo que ¬–en no pocas ocasiones– terminó tomando decisiones políticas centrales, con teléfono directo con su archirival Jorge Busti.
Si Montiel era el innombrable en vida, por obra y gracia del discurso dominante del peronismo, muerto ya, el propio Busti fue el primero en expresar públicamente su pesar y las condolencias a su familia. Y luego hizo lo propio el gobernador Sergio Urribarri.
El ex funcionario Víctor Montiel dijo a ANÁLISIS que el ministro de Gobierno, Adán Balh, ofreció las instalaciones de la Casa de Gobierno para velar al ex mandatario, pero que cumpliendo la voluntad del extinto, finalmente el velatorio se hizo en la Casa del Partido de la Unión Cívica Radical.
“Ha fallecido el ex gobernador Montiel. Como hombres de la democracia, lamentamos su partida y acompañamos a su familia en el doloroso trance”, dijo Urribarri.
Amigos y enemigos
Sólo porque los muertos no hablan, muchos políticos se permitieron expresar palabras de dolor por la muerte de Montiel. Uno de ellos fue el recientemente derrotado candidato a gobernador radical, Atilio Benedetti, a quien Montiel fustigó con dureza algunos meses antes de las elecciones.
“Benedetti no tiene el mínimo de ética que requiere la vida partidaria”, disparó el ex gobernador en abril de este año. Ayer, Benedetti lo reconoció “como un hombre valiente y de convicciones”.
Pero no será Benedetti un enemigo político que quede en el haber de Montiel. Los enemigos del ex gobernador fueron de mucho más peso, como entonces todopoderoso ministro de Economía del neoliberalismo, Domingo Cavallo.
Tan poderoso llegó a ser Cavallo, que se permitió pedir que un deslucido puntero entrerriano integre la lista de diputados nacionales de la UCR. Montiel se negó con una energía y un enojo público que hizo ruido y llevó consecuencias al gobierno entrerriano. También tuvo encontronazos con los ministros Juan Vital Sourrouille, por el Plan Austral, y Ricardo Machinea por la política bancaria.
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