Antonio Tardelli
Los peronistas de Entre Ríos le reconocen a Sergio Urribarri, entre sus virtudes, la audacia.
Le valoran también, sí, otros dones: su intuición, su suerte, su muñeca. Se lo empezó a respetar, además, por su ductilidad para administrar el poder, virtud adquirida durante los largos años que acompañó a Jorge Busti. Pero no son pocos los que, a la hora de explicar el derrotero de quien se convirtió en el primer gobernador de Entre Ríos en ser reelecto, encuentran la clave en una actitud política a veces cercana a la temeridad.
“De circunstancias complicadas, en las que muchos somos cautelosos, Urribarri sale pegando piñas. Tira trompadas en lo oscuro. Le suele ir bien”, se maravilla un hombre de trato frecuente con el primer mandatario.
Para incorporarse a la escena nacional, aspiración que de seguro figura en el menú de opciones del primer mandatario, se necesita bastante más que audacia. Se requiere que una serie de circunstancias, cual planetas alineados, vayan despejando el camino. Se precisa envergadura, perfil, aliados, guiños, apoyos.
No alcanza, evidentemente, con la decisión. Pero sin decisión no se puede comenzar a hablar. En el entorno del gobernador de Entre Ríos aseveran que no será falta de decisión lo que eventualmente frustre el ascenso de Urribarri al panorama nacional.
Y creen que el contexto puede ayudar.
(Más información en la edición impresa número 969 de la revista ANALISIS)