Hugo Remedi
Heidi, aquel tierno personaje de dibujo animado que recorrió la pantalla televisiva argentina en 1982 -una pequeña de 5 años, dulce y sensible, que sube a Los Alpes suizos para vivir con su abuelo-, emerge como Al Capone, en contraste con el periodista Hernán Brienza, encargado de regalonear a la presidenta Cristina todos los sábados, a través de un reportaje que haría las delicias de un ensayo sobre lo que jamás debería hacerse en periodismo.
Preguntas tan tremendamente incómodas como incisivas, al estilo: “¿Señora, qué es el kirchnerismo?”, o “¿Qué le diría a usted, hoy, aquella Cristina militante de los 20 años?”, e incluso “¿Qué opinaría hoy Néstor Kirchner de la gestión de gobierno?”, denotan que el kirchnerismo ha decidido modificar su carta de navegación preelectoral, apuntando ahora, extrañamente, al centro del iceberg.
Sorprendidos ellos por la derrota del 11 de agosto, sorprenden con la falta de reacción que tan bien han sabido cultivar y animan de un modo extraño anuncios de más derrotas en el camino. El mismo temor repica en el resto de la humanidad de la Argentina.
No es casual, en consecuencia, que hoy Sergio Massa amplíe su ventaja en relación a lo que cosechó en agosto pasado. El fenómeno del intendente de Tigre debería ser un problema reducido a las chacras bonaerenses, pero en realidad terminó inundando cuanta cosecha se cruce en el camino. Y lo seguirá haciendo.
La presidenta tiene buena formación y una tremenda oratoria. Es difícil entender por qué no se aprovechan esas virtudes para dejarle a mano las preguntas que le permitan desplegar todo su histrionismo y responder sobre los temas que a la gente le interesan. ¿Qué han logrado hasta hoy? Sus reportajes miden 1 de rating y sólo convence a quienes ya están convencidos. Pierden tiempo y espacio.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS del 26 de septiembre de 2013)