Natalia Buiatti
Llegaron con ojos cansados de problemas viejos. Las manos ajadas por el tiempo y el trabajo, sostenían una carpeta con papeles: antecedentes, avales, notas periodísticas, balances empresariales y proyectos de ley se apilaban dentro de esas dos tapas amarillas. Favio Cottonaro y Sara Deraco de Maldonado, contaron sobre la búsqueda de una reparación histórica. Sus vidas se cruzaron por el trabajo. Ambos fueron empleados telefónicos, antes que el menemismo desmantelara la estatal Entel. Se desempeñaron en Paraná, junto a otros cientos de trabajadores telefónicos. La década del ‘90, cuando el neoliberalismo desplegó sus tentáculos y arrasó con la estabilidad laboral y económica de millones de argentinos, fue devastadora para ellos también. Con distintos modos pero iguales motivos -el achicamiento compulsivo de la planta de empleados y la maximización de las ganancias-, ambos fueron desvinculados de la empresa en la que trabajaron por largos años.
Favio Cottonaro fue despedido en el ’99. Trabajó unos 15 años para las oficinas de Telecom Paraná. Un día, mientras estaba en horario laboral, alguien de mayor jerarquía se le acercó y le “ofreció” acogerse a la figura del retiro “voluntario”. “Cuando en el ‘99 me dijeron que tenía que irme sentí alivio, por la presión que venía soportando”, confió a ANÁLISIS. “No me ofrecieron traslado como a muchos, no querían que me quede trabajando para la empresa porque yo encaraba algunos reclamos laborales”, recordó.
La desvinculación de Sara Deraco tiene detalles distintos. Ella trabajó durante 28 años para el servicio de telefonía en Entre Ríos y le faltaban dos para jubilarse. “A mí me prejubilaron -dijo-. La prejubilación era para los que no querían hacer el retiro voluntario: la plata que recibirían en el retiro voluntario la dividían por la cantidad de meses que les faltaba para la jubilación y se la iban entregando mes a mes. Entonces mucha gente se iba con la prejubilación, porque preferían recibir un poco de dinero mensual a recibir todo junto. No había otra opción. Los aportes que ellos debían hacerme por dos años más, me los dieron a mí y ahí repunté un poco, porque realmente no me alcanzaba para nada. Yo tenía hijos estudiando en la facultad”, explicó.
Cuando Sara Deraco se jubiló, le hicieron el prorrateo sobre los últimos diez años, pero le faltaron dos de aportes. “Así fue la prejubilación de muchos telefónicos. En esa situación, una persona de más de 50 años no tenía muchas alternativas. Te daban la opción del retiro voluntario o prejubilarte”, acotó Cottonaro.
(Más información en la edición gráfica número 1028 de la revista ANALISIS del 10 de septiembre de 2015)
