Luciana Caminos (*)
La maestra termina de leer y les propone a los chicos que cierren los ojos y se imaginen cómo vivían los animales y cómo viajaban a su tierra. En ese instante, una sonrisa se les empieza a dibujar en sus caras. El cuento –pensado para el público al que está dirigido– habla de lucha, de justicia, de derechos, de la alegría por alcanzarlos, y forma parte de las actividades curriculares por el 24 de marzo.
Cuando suena el timbre, los chicos están relajados, hasta se podría arriesgar que se quedaron ¿pensando?
El tema de la última dictadura militar había ganado espacio en las aulas con la reforma educativa iniciada en 2003, pero irrumpió en 2006, cuando el presidente Néstor Kirchner instituyó el feriado de 24 de marzo, en conmemoración del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, y se incluyó esa fecha en el calendario escolar.
Este año se cumplen 40 años del inicio de la represión sistemática. Es un aniversario particular, porque es el primero después del fin de un Gobierno que marcó una etapa en la relación del Estado con el pasado dictatorial desde 1983: se declaró el fin de las leyes de impunidad, se reabrieron los juicios a los represores, se recuperaron centros de tortura como espacios de memoria, se puso la lupa en los actores civiles y en las cúpulas empresarias que contribuyeron en los objetivos de la dictadura y se desarrolló una fuerte política educativa para consolidar la fecha del 24 de marzo como condena a la dictadura cívico-militar. Por eso hoy más que nunca es necesario fortalecer y proteger ese espacio.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS del jueves 17 de marzo de 2016)