Del atril al banquillo de los acusados

Edición: 
1064
Los abusos de Gustavo Rivas

Por Nahuel Maciel
Especial para ANÁLISIS

Desde entonces, Gualeguaychú ya no es la misma. Ahora debe asumir un rol más protagónico para que las víctimas encuentren consuelo en el obrar de la justicia. Porque si bien ya opera la condena social, será la condena de la justicia la que llevará un poco de paz a esas innumerables víctimas que han padecido, durante todas estas décadas, el silencio y la palabra secuestrada.

En el medio aparecieron tibias defensas a través de la construcción de conceptos que ofenden la propia condición humana. “Los menores iban por su propia voluntad. Rivas no los obligaba”, se escucha decir muy a menudo por las radios.

“Cuatro personas que hayan denunciado es poco. Rivas es inocente porque deberían estar todas sus víctimas y no sólo algunas”, conjeturan otros como si no alcanzara con un solo caso para condenar la conducta antijurídica desplegada por el afamado abogado.

“Como en la mayoría de los casos, el agresor sexual se comportaba como un pasivo. Las víctimas –todas menores- no fueron corrompidas”, es otro concepto que intenta desplegar el manto de la impunidad sobre un caso que no admite más ni el chiste fácil ni la mirada disimulada.

Estas y otras frases atroces fueron argumentadas en algunos programas de radio y en redes sociales, especialmente Facebook, como una forma de evitar que se investigue uno de los crímenes más crueles que ha vivido la historia de Gualeguaychú. Y esos argumentos atroces, en rigor, se visten de negacionismo.

El negacionismo es esa postura que eligen algunos individuos para negar la realidad y así evadir una verdad incómoda. En términos colectivos, el negacionismo es explicado –entre otros conceptos- como ese grupo social que le da la espalda a la realidad y adhiere a una mentira más confortable a sus intereses temporales, aunque vayan en contra de sus intereses históricos.

El antropólogo Didier Fassin distingue entre negación, definida como “la observación empírica de que la realidad y la verdad son negadas”, y el negacionismo, al que define como “una posición ideológica a través de la cual el sujeto reacciona sistemáticamente contra la realidad y la verdad”. Y para hacerlo emplean “distorsiones, medias verdades, tergiversaciones de los testimonios de las víctimas y cambian contradictoriamente de premisas como de lógica”.

También hay que estar atentos a que las víctimas no sean “convidadas de piedra”.
“Convidado de piedra” es la frase que mejor describe los riegos que debe asumir una víctima ante un proceso penal como el que se está investigando.

Cuando se excluye a una víctima del proceso penal, en realidad se la está exponiendo a una posible represalia del agresor contra su persona o sus seres queridos. Está claro que el derecho penal debe tutelar no sólo los intereses generales de la sociedad sino también los intereses concretos de la víctima. Y lo debe hacer en condiciones de igualdad. En los casos de promoción de la prostitución y de corrupción de menores no solamente se lesionó el derecho concreto de una víctima sino también el de una comunidad.

(más información en la edición número 1064 de la revista ANALISIS del jueves 10 de agosto de 2017)

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