Álvaro Moreyra
Una frase recurrente en la jerga argentina es una que reza más o menos así: “El tren pasa una vez…”. Puede ser y hasta puede que tenga su cuota de veracidad el dicho, trillado por cierto, y muchas veces echado por tierra por quienes vieron cómo el tren pasaba y, sin problemas, se subieron al segundo o tal vez al tercero. También están, seguramente, los que nunca se subieron, o los que aprovecharon la primera nomás y saltaron casi con el tren en movimiento.
Hay de todo, como en la vida misma.
Muchos de los que abordaron esos trenes son deportistas. Futbolistas, basquetbolistas, rugbiers, voleibolistas… La lista podría extenderse a muchas disciplinas más, pero no viene al caso.
Ese tren fue alguna vez el objetivo de emigrar, dejar el pago por un tiempo prolongado, para buscar una mejora económica, pero asimismo un crecimiento en lo personal a través del conocimiento de otras culturas, idiomas y hasta paisajes. También en la adquisición de experiencia, porque la mayoría de los deportistas que se fueron, volvieron diferentes, además del lógico proceso del paso del tiempo.
La capital entrerriana tiene muchos de esos casos, fundamentalmente en futbolistas que decidieron partir en busca de nuevos horizontes. En ese marco están los súper conocidos, pero también hay de los otros, de aquellos que se fueron sin las luces de los medios de comunicación y que sin embargo se desarrollaron como deportistas, por caso, en el Viejo Continente.
Claro que de esos que se van, son pocos los que se asientan lejos del pago. En realidad la inmensa mayoría pega la vuelta para reencontrarse con todo aquello que inundó sus sensaciones desde pequeños. Porque es así: el pago, los afectos, los lugares, todo conspira, en algún momento, para regresar y reafincarse, pero con una cabeza muy distinta a la que se fue.
Es como reencontrarse con todo, hasta con el deporte que tanto se ama, pero desde otra mirada, con esa que da la experiencia del crecimiento lejos, muchas veces en soledad, pues los lugares donde tocó estar no eran precisamente aquellos que pasan por la televisión. Igualmente, aunque lejos de los flashes, la oportunidad les permitió vivir de lo que amaron desde temprana edad: la redonda o la ovalada.
La historia tiene que ver con dos paranaenses que estuvieron varios años en competiciones de ascenso, no por ello menos profesionales, en sus respectivos deportes. Ambos se fueron hace mucho y regresaron hace poco, casi al mismo tiempo.
(más información en la edición número 1064 de la revista ANALISIS del jueves 10 de agosto de 2017)
