Claudia Martínez
(Especial para ANÁLISIS)
Juan Domingo Wursten tiene 67 años y una gran tristeza prendida en el alma. Y sin embargo sigue militando y ayudando a la gente que lo necesita, a pesar de los años que pasaron y por sobre las cicatrices que tiene en su cuerpo. Juan es uno de los tantos que declaró en la Causa Área Paraná y que en su momento complicó más al médico Hugo Mario Moyano, uno de los imputados, por participar en las sesiones de torturas a que eran sometidos los secuestrados durante última dictadura.
Juan empezó su militancia trabajando en la capilla de su barrio, el barrio Belgrano, cuando en ese lugar sólo había ranchos. Sus compañeros de la Acción Católica fueron los que lo iniciaron en eso de servir a la comunidad, pero fue el peronismo el que le dio la mística que le faltaba para eso. En esos lugares entró en 1971, incentivado por el Carau Godoy y Giglioni. Por ese entonces Juan Domingo trabajaba en el Mercado Central y tenía 13 años.
Su familia en esos años estaba formada por su mamá Lucía Barrido y Martín Wursten, los dos fallecidos. Su casa era un ranchito de dos piezas en las que le faltaba todo –cuenta- y afirma que a pesar de eso no faltaban la dignidad y las ganas de ayudar al otro.
Paso a integrar la JP y con eso, el denominado frente villero que le dio esperanza y vida a la gente que no tenía nada.
El gallego Juan Carlos Esparza fue quien lo guió. Hoy Juan Domingo lo define con respeto: “Ése era buen compañero”.
Nació un 23 de agosto en Paraná, y la pregunta sobre por qué se llama Juan Domingo es casi obligada, pero la vez se responde con sólo saber por dónde pasó su vida y su trabajo. Juan se crió en la Pasarella, donde hoy es el barrio Belgrano.
“Mi viejo laburaba en el ferrocarril y mi vieja era ama de casa. Cuando yo tenía 11 años falleció mi papa y mi mamá tuvo que salir a trabajar. Yo recuerdo que no nos querían dar trabajo porque vivíamos en la Pasarella. Hasta que nos dieron trabajo”, relata sentado en un sillón de Casa de Gobierno.
Juan apenas levanta la voz y los recuerdos salen rápido cuando se le pregunta por su familia. “Un día le pregunté a mi mamá por qué me habían puesto Juan Domingo y me dijo que era porque ellos eran peronistas. Que Evita la había ayudado mucho con máquinas de coser y demás. Y ahí empecé a razonar quién era Perón. Me metí a trabajar de chico en un grupo católico de mi barrio y ahí agarré conciencia de lo que era trabajar para ayudar a la gente”, afirma.
En esa zona eran todos ranchos y había una capilla chica en calle Pronunciamiento. Un barrio necesitado de todo y más de alguien que lo guíe en ese derrotero de salir de la pobreza. Siempre buscaba en la calle qué hacer para ayudar a otros y le salió esa posibilidad.
(más información en la edición gráfica número 1072 de la revista ANALISIS del jueves 7 de diciembre de 2017)
