Daniel Enz
Al hombre de ojos saltones le cuesta dormir. Cada vez le cuesta más. Hay veces que las pesadillas lo despiertan todo transpirado, agitado y angustiado, en un contexto carcelario. Rodeado de presos que lo miran y lo demandan todo el tiempo. Como el “niño bien” del pabellón; el que “tiene plata” robada y por ende debe “darlo a la gente”, porque corresponde. Es una historia de nunca acabar para el actual funcionario del Senado y cuñado ilustre. Juan Pablo Aguilera trata de no demostrarlo en su alrededor, pero con algunos se quiebra, porque no lo soporta.
Hay quienes sostienen que es de las principales preocupaciones del ex gobernador. Sabe que quizás la justicia a él nunca lo toque, porque apostará a la continuidad legislativa, seguramente encabezando una lista alineada con la ex presidenta Cristina Fernández, porque todo indica que no tendrá lugar en la boleta oficialista estructurada por Gustavo Bordet, en función de su excesiva imagen negativa en la provincia y la proliferación de causas. En ese marco, los fueros lo protegerán, salvo que Cambiemos llegue al gobierno provincial y la vendetta sea imparable. Aunque llegado el momento, en ese escenario, nunca se sabe. Sergio Urribarri se mostró generoso con algunos diputados opositores en lo que va de su gestión al frente de la Cámara Baja y esa factura siempre se cobra. No fue casual aquella frase de Urribarri, en esa reunión antes de ser ratificado como presidente, sobre los “códigos” que había que tener en política y en las relaciones entre oficialismo y oposición. Lo dijo después de gritarles barbaridades, cuando amagaron con no votarlo. Pero su violenta reacción fue determinante para que retrocedieran sobre sus pasos.
El problema es que en la mesa familiar no valen esos acuerdos ni los códigos políticos. “Si el Juampi va preso a mí no me ves nunca más el pelo”, le repite su mujer, Ana Lía Aguilera. La frase se viene escuchando desde principios de 2016, cuando se empezó a complicar la situación del hermanito mimado de la ex primera dama entrerriana. Urribarri sabe que no puede entregar nunca a su cuñado -como le sugirieron desde algún lugar de la justicia- y menos a uno de sus hijos -como Mauro-, también implicado en causas de corrupción.
El tema es que Juampi Aguilera está cada día más comprometido judicialmente. Y en su entorno familiar se lo sabe perfectamente. Su mujer, Luciana María Belén Almada, hacía rato le venía reclamando que la sacara de la sociedad. “Sólo me trae problemas y esto se agravará”, le repetía.
(Más información en la edición gráfica número 1075 de la revista ANALISIS del jueves 5 de abril de 2018)
