“El apasionamiento por la cuestión cultural siempre tuvo una debilidad especial en mi”, dice la reconocida actriz, directora, profesora y artista plástica mientras abre la puerta de la casa que dará vida al Centro Cultural, ubicada en Boulevard Ituzaingó al 80. “Tenemos cuatro proyectos de cómo sería la disposición de cada sala. Estamos trabajando mucho con el arquitecto. La idea principal es hacer una sala de teatro, una de exposiciones, un taller arriba y un patio cultural y -si todo sale bien- la inauguración sería en noviembre de este año”, relata con entusiasmo Silvina Fontelles, mientras recorre los pasillos de la casa.

—¿Cómo nace la idea de montar un nuevo centro cultural en Paraná?
—El sueño creo que arrancó desde la panza de mi mamá -ironiza Silvina y continúa-. De todas las cosas que he hecho y hago, haciendo un racconto de mi vida, ser una trabajadora de la cultura es la que más me cuadra. Entonces siempre tuve el sueño de hacer una sala pequeña, como son las salas independientes de teatro. Arrancamos en el 2009 comprando una casa en San Agustín. Alcanzamos a hacer una especie de sala, pero como no iba la gente, la usamos como una sala de experimentación. Ahí se hicieron las últimas producciones de Patatas Patas (grupo de teatro y títeres fundado por Silvina Fontelles y Pola Ortiz) y fuimos generando otras cosas; pero bueno, la idea de que la gente vaya fuera de bulevares es compleja. Entonces vendimos esa casa y compramos ésta. Ahora desandamos ese sueño de tener un centro cultural independiente que, personalmente, me parece necesario en la sociedad.

—Decís que este centro cultural es necesario en la sociedad, ¿por qué?
—Yo creo que hay que democratizar los bienes culturales. En ese sentido se ha perdido muchísimo. Las políticas culturales se han ido desdibujando, sobre todo este último tiempo. Siempre hubo cierta sospecha con el que tomaba algún camino del arte. “¿Y de eso vas a vivir?”,es la pregunta. Eso ha ahondado con mayor gravedad como instancia de desprecio, de desvalorización y -en consecuencia- se produce cierta deshumanización del trabajador del arte. Igual pienso que no está todo perdido, yo vengo a dar mi corazón… Me parece que robé esa frase (se ríe).

—Entendés que el arte tiene que estar al servicio del otro, ¿no?
—Sí, y viceversa. Me interesaría mucho que la gente se acerque al arte, sin prejuicios, con distención, diversión. Me gustaría preguntarles a los vecinos de calle Ituzaingó: ¿Qué taller te gustaría hacer, qué te quedó pendiente en la vida, quiere que un artista plástico venga y le cuente su vida y su proceso creativo? Me encantaría que el barrio se involucre, comenzar desde la célula más chiquita y después ver algo más macro.Eso es una cosa que pienso que vamos a tener que instalar como una política: el debate de ideas. En el sentido de dónde se puede ir a analizar esto que se está viviendo,estos procesos estéticos culturales, estos procesos políticos. Hace un tiempo yo hice un proyecto con El Diario que se llamaba “Qué se piensa el arte”, era un juego de palabras entre la petulancia del arte y qué se estaba pensando en relación al arte. Eso lo voy a retomar en el Centro Cultural. Estamos viendo de qué manera podemos generar esa energía tan necesaria en estas épocas, de juntarnos con gente que ha trabajado mucho, como el grupo Metamorfosis y otras personas, que no voy a anticipar todo porque todavía no tengo la claridad suficiente.

—Volviendo al montaje del centro , ¿cómo piensan financiar el proyecto?
—Bueno, estamos muy contentos porque acabamos de ganar el FEICAC (Fondo Económico de Incentivo a las Culturas, las Artes y las Ciencias). 500 mil pesos nos dieron a nosotros, el monto máximo. Este es el puntapié inicial.Después voy a vender todo lo que tengo a mi alrededor para seguir. Vamos a ir a golpear todas las puertas: al Fondo Nacional de las Artes (FNA), al Consejo Federal de Inversiones (CFI); estamos viendo de algunas organizaciones internaciones que nos puedan tirar una ayuda. Queremos que todo esté bien habilitado, que tenga accesibilidad.

—¿Van a solicitar algún tipo de asesoramiento técnico para la construcción de las salas?
—Sí, estamos intentando que venga el perito nacional de todas las salas del Instituto Nacional de Teatro. Queremos que nos asesoren para hacer bien las cosas: cómo poner mejor la sala, qué necesidades y potenciales tiene. Después va a venir un ingeniero en sonido de Buenos Aires que nos va a dar una mano con el tema de la acustización de la sala. Para no molestar a los vecinos tampoco. La idea es respetar todas las normas y que todos podamos convivir. Hay que invertir el dinero para hacer las cosas bien. No sólo pedimos colaboración a todos los que sepan, también pedimos donaciones. Vamos a hacer un proyecto de materiales. Está todo muy caro, la verdad que elegimos un muy mal momento…

—En ese contexto hay que animarse a llevar adelante este proyecto. Demostrás unas ganas muy fuertes de concretarlo.
—Sí, la verdad. Esto es un sueño. No es bastardeada la palabra sueño. Yo creo que la gente que ha sido beneficiada en esta vida tiene que devolverle cosas a la sociedad. Entonces, me parece que esto puede ser una posibilidad de devolución a una sociedad que necesita espacios de libertad; que podría ser mirando o participando de una obra de teatro, o un libro, o atravesar una experiencia en un taller teatral. Me parece que además de ser una pasión, son épocas de devolverle a la sociedad lo que tan generosa fue conmigo. Yo tengo la Pensión al Mérito Artístico, nosotros recibimos un sueldo por eso. Quienes tenemos ese privilegio para con nuestro trabajo, ¿qué vamos a hacer con la plata si no la ponemos en un objetivo que sea común? Entonces, yo me quisiera retirar de la vida con ese sueño hecho.

(Más información en la edición gráfica número 1084 de la revista ANALISIS del jueves 30 de agosto de 2018)