Gabriel Rabinovich, el argentino que está revolucionando los tratamientos contra el cáncer

El médico argentino Gabriel Rabinovich en su laboratorio. Este científico advierte: “Si se quiere reducir gastos, la ciencia no es el lugar”.

El médico argentino Gabriel Rabinovich en su laboratorio. Este científico advierte: “Si se quiere reducir gastos, la ciencia no es el lugar”.

Cuando tenía 13 años, Gabriel Rabinovich (Córdoba, Argentina, 54 años) recibió de regalo el libro Cosmos, de Carl Sagan. Una frase lo marcó para siempre: “La vida está indisolublemente ligada a la ciencia porque el que hace ciencia tiene más posibilidades de sobrevivir y transformar la sociedad”. Diez años después de aquel obsequio que le hizo su hermana y ya recibido de Ciencias Químicas, Rabinovich hizo un hallazgo trascendental al develar la función de las galectinas, una proteína del sistema inmunológico clave para entender el desarrollo de tumores y enfermedades autoinmunes y diseñar nuevas terapias y tratamientos que, tras 30 años de investigación, ahora están más cerca de convertirse en realidad.

Meses atrás, el investigador y director del laboratorio de Inmunología del Instituto de Biología y Medicina Experimental dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), lanzó Galtec, una empresa de biotecnología público-privada que desarrollará medicamentos y terapias para tratar el cáncer y otras afecciones, cuyas pruebas de fase clínica en humanos comenzarán en 2026, publicó el diario El País de España.

En una entrevista con América Futura del diario El País de España, Rabinovich -que acaba de ser distinguido con el premio Konex de Brillante y lleva publicados más de 300 papers e investigaciones- se entusiasma con que en los próximos años los tratamientos sean “más personalizados”, y cree que sus desarrollos pueden ser importantes para que millones de pacientes “tengan otra oportunidad”. Además, reflexiona sobre el presente de la ciencia en la Argentina, en medio de las amenazas del nuevo Gobierno del ultra Javier Milei sobre recortes en las áreas de investigación científica y tecnológica y la privatización o cierre del Conicet.

-¿Qué es Galtec y para qué servirá?

-Es una empresa de base tecnológica creada luego de 30 años de investigar en ciencia básica. La función es plasmar descubrimientos vinculados a las galectinas en medicamentos para el cáncer y enfermedades autoinmunes. En 1993, identificamos la Galectina-1, una proteína cuya función desconocíamos y ahora sabemos que tiene la capacidad de regular negativamente la respuesta inmunológica: cuando nos infecta un virus o crece un tumor, inmediatamente se genera un ejército de linfocitos para que el cuerpo se defienda, pero en algún momento ese ejército debe volver a la normalidad. La proteína vuelve las células a la normalidad, pero con un doble paradigma, porque en algunos casos es buena y en otras condiciones es mala.

 

-¿En qué casos es buena y en cuáles es mala?

-Cuando elimina linfocitos se comporta como la “buena de la película”, para que el exceso no cause una enfermedad autoinmune. En esos casos, la galectina-1 debe ser estimulada. Pero es la “mala de la película” en el caso de los tumores, ya que cuando crecen crean mecanismos de escape del sistema inmunológico. Los tumores aumentan la cantidad de esta proteína, que elimina al linfocito y en este caso hay que bloquearla. Luego de 30 tesis doctorales, nos dispusimos a construir tecnología que permita eliminar la galectina-1 en cáncer y estimularla en enfermedades autoinmunes. Para cáncer, creamos un anticuerpo monoclonal que la neutraliza: cuando la inyectamos en modelos animales inmediatamente el sistema inmunológico elimina el tumor. En el otro caso, elimina los linfocitos que están ‘de más’ y el sistema vuelve a la normalidad.

 

-¿Cómo fue el descubrimiento?

-Yo era estudiante de bioquímica, debía hacer prácticas de laboratorio. Deseaba inmunología, siempre me fascinó, pero ya no había cupo y me enviaron a estudiar la retina del pollo. Me agarró una depresión tremenda: era chico, tenía 23 años y quería curar el cáncer. Pero gracias a eso conocí a mi mentor, Carlos Landa, quien me propuso hacer anticuerpos para unas proteínas que están en la retina del pollo. Me enseñó durante un año entero y cuando terminó la cursada me regaló algunos anticuerpos de recuerdo. Yo se los di a mi mamá para que los guardara en el freezer de su casa. Cuando finalicé la carrera estaba frustrado, no me salía ninguna beca, me preguntaba si seguir haciendo ciencia o no, hasta que un día recordé esos anticuerpos y decidí purificarlos: cuando se los poníamos a los linfocitos, se morían. Pensé: ‘O estoy trabajando mal o estoy descubriendo algo’.

 

-¿Cuál es el alcance de su investigación?

-. En células humanas de pacientes, galectina-1 elimina los linfocitos T y en enfermedades autoinmunes sucede lo mismo. Trabajamos con modelos experimentales o con células de pacientes, a través de un comité de ética. Este paradigma de que se puede bloquear en cáncer o aumentar en enfermedades autoinmunes lo vimos en casi todas enfermedades autoinmunes, en cáncer y también lo analizaron en otros laboratorios que empezaron a investigar en otros países. Esto nos dio fuerza para generar terapias, así surgió el anticuerpo monoclonal y la variante Galectina-1, después de 320 trabajos. En 2010, empezamos a pensar qué hacíamos y me propusieron hacer una empresa de base tecnológica para crear productos que se prueben en fase clínica de pacientes y desarrollarlos para que sean aprobados como terapias.

 

-¿Cómo es el proceso hasta que se convierta en un medicamento que llegue a manos de un paciente con cáncer?

 

R. Logramos el anticuerpo ideal, que aumenta la respuesta inmune y bloquea la vascularización. Salimos a buscar inversiones y, si bien contamos con apoyo estatal, también recibimos fondos del grupo inversor White Lions. El objetivo es transformar estas tecnologías en productos farmacéuticos, a través de Good Manufacturing Practices, para poder presentar a las autoridades regulatorias como la FDA (Estados Unidos), EMA (Europa) o Anmat (Argentina). Pensamos que en dos años y medio podemos estar listos para hacer pruebas en fase clínica 1 en pacientes.

 

-¿Puede ser la cura definitiva para el cáncer?

-No diría cura al 100 por ciento. El cáncer son muchas enfermedades, algunas ya son tratables y curables. Pero sí es una herramienta más para los pacientes. El primer cáncer al que queremos apuntar es el colorrectal, hay 1.200.000 casos al año y creció mucho, especialmente entre jóvenes. Solo el 15% se beneficia con la inmunoterapia clásica, hay un 85 por ciento que no, queremos levantar la vara. Puede ser un conjunto de terapias: inmunoterapia convencional junto con nuestro desarrollo.

 

No pensamos que esto va a salvar al mundo y no hará falta más quimioterapia, lo interesante es aumentar posibilidades, porque el gran problema de las terapias de cáncer es que los pacientes mejoran y en un momento hacen resistencia a la terapia. En esos casos queremos tener otra posibilidad, en lugar de tener que decirle a un paciente: “Usted no va a tener más oportunidades”.

 

-¿Serán medicamentos con precios accesibles?

.La variante de galectina-1 es más económica, el anticuerpo monoclonal es más costoso. Hicimos un convenio con el Conicet, que licencia las patentes para poder operar y reunir fondos. Nosotros frente a distintos hitos hacemos un retorno de dinero a Conicet. Pero establecimos un convenio de precios, para que al menos en la Argentina las personas puedan acceder con valores que no sean exorbitantes.

 

-¿Cómo serán los tratamientos contra el cáncer y enfermedades autoinmunes en la próxima década?

-Más personalizados, no para cada paciente, pero sí para un grupo determinado que se pueda perfilar. Cada tumor y cada enfermedad autoinmune dependen de cada paciente y su microambiente. Hay que identificar cuáles son los mecanismos de escape de cada tumor: no todos los enemigos llegan con las mismas armas. Hay que tener un arsenal de moléculas y herramientas que permitan el bloqueo. La medicina de precisión permite identificar qué paciente se va a beneficiar de una terapia o si se puede perjudicar.

 

-A lo largo de su vida se enfrentó a situaciones donde familiares o amigos cercanos tuvieron cáncer. ¿A partir de eso mira con otra perspectiva su investigación?

-Lo vivo con mucho orgullo, pero también con mucha adrenalina, es un desafío y un compromiso muy grande. En un momento era un sueño, ahora pienso que es un momento de mucha responsabilidad y compromiso. Si me voy de este mundo, no quisiera que fuera antes de que a un paciente le llegue el suero.

 

-¿Cómo analiza el presente de la ciencia argentina, en medio del cambio de Gobierno y las advertencias de que la nueva gestión recortará presupuestos en ciencia y tecnología?

-Muchas cosas que se dicen son imposibles de lograr. Sin ciencia básica es imposible lograr un resultado que a un privado le pueda interesar. Tiene que haber un respeto muy grande y una consolidación de la ciencia de calidad, rigurosa, transformadora, para poder trabajar en distintas áreas, igual que con la universidad pública. Si se quiere reducir el gasto, la ciencia no es el lugar, justamente porque somos pobres es que debemos hacer más ciencia.

 

-Pasaron 30 años del descubrimiento de la Galectina-1. ¿Cómo imagina los próximos años?

- Estoy muy seguro de que quiero llevar este desarrollo a los pacientes. Imagino una medicina con más opciones terapéuticas, con más oportunidades. Tengo colaboraciones en España gracias a la convocatoria de Josep Tabernero, director de Oncología del Hospital Vall D’Hebron y de la CaixaResearch Institute, para poder avanzar en las fases clínicas de este proyecto y que se puedan realizar en conjunto entre Argentina y España. A veces creo que no lo elegí a la Galectina, que ella me eligió a mí. El momento en que vea que el tratamiento funciona, mejora la calidad de vida y signifique un cambio sustancial, sin dudas me emocionará mucho.

 

 

 

 

 

 

 

 

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