-Recambio y afloje. Gustavo Bordet viene a ser como un drenaje en el absceso pestulento que se había instalado en el principal despacho del Ministerio de Salud y Acción Social de la provincia. El tono del lenguaje que produce el nuevo ministro aleja con viento fresco la palabra siniestra e impúdica de Graciela Degani. “Tranquilo como su padre”, dicen viejos trabajadores del Ministerio en obvia referencia a Elbio Bordet que también supo ocupar esa cartera en el año 1999. Quienes lo conocen un poco más ratifican que no es la prepotencia de trabajo lo que caracteriza al ministro, pero agregan que “inteligencia y claridad no le faltan”. En Concordia es donde -luego del paupérrimo acto de presentación de la lista de precandidatos a diputados nacionales del bustismo- la aparición del nuevo ministro activa más fuertemente algunas lucecitas de colores. Cuesta descifrar si fue un acto en simultáneo o bien el estímulo de la descompresión que genera en el ambiente político estos pasos del gobierno provincial, lo cierto es que Jorge Busti y su ministro político, que también es presidente del Partido Justicialista, Sergio Urribarri, entraron en la cuenta que el desarrollo de la interna los llevaría hacia un terreno peligroso. Ganar, ganarían. Blanca Osuna de Molina genera rechazos pero no es un escándalo y puesta a hablar -siempre que no se enoje- hasta dice cosas atinadas.

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-Profundidades. Es claro, Busti tuvo el tino de aplicar la punción cuando el pus amenazaba salpicarlo y si bien descomprime, las soluciones para que se asomen, tienen que venir de la mano de curas de fondo. Lo de Jorge Kerz en el plano de la administración de los programas sociales seguramente cobrará rumbo. Puede ser discutible la estrategia adoptada pero es un punto cierto de partida mucho más claro que el anterior. De todas maneras, el camino al ministro Bordet se le prefigura más espinoso en el plano de las políticas de salud pública. El deterioro causado por años de ausencia de políticas públicas (que es lo mismo que decir que la política es diseñada desde el sector privado), el gobierno de Sergio Montiel, los federales, la crisis hospitalaria, los reclamos salariales y de infraestructura, los negociados con el Instituto de Obra Social de la Provincia de Entre Ríos (IOSPER) y el PAMI apañados por Degani, más temprano que tarde deben ser abordados. Hacer andar el área de la salud pública comprende una puja muy dura con uno de los sectores corporativos de mayor gravitación en Entre Ríos con fuertes ramificaciones tanto en el gobierno provincial como en el abanico de fuerzas opositoras. Luego, una estrategia alternativa a la que llevó adelante Degani -y que fue la misma que siguió Montiel-, comprende equipos de trabajo y una conciencia de un enfrentamiento muy duro con esos intereses. Para dimensionar el tipo de confrontación que le espera y las asperezas consecuentes, Bordet tiene que asumir que los aprietes que sufre la flamante Energía de Entre Ríos Sociedad Anónima (Enersa), son un buen espejo de su devenir, y si quiere una visión más precisa, debe tomar en cuenta las tensiones que a diario amenazan a la licenciada Graciela Ocaña en el PAMI. Naturalmente que Bordet no cuenta con equipos técnicos que puedan diseñar y ejecutar una política distinta, pero tampoco los tiene nadie. Queda por ver si hay voluntad política para empezar a armarlos. En tren de armar tropa propia, voceros calificados señalan la importancia de conformarlos con profesionales comprometidos con la salud pública y conscientes del ambiente de tensión en el que tocará trabajar.

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-Educación y conflicto. De la misma manera en que el gobierno metabolizó la escaldada de los alimentos, el conflicto con los gremios docentes le abre la puerta para reflexionar con alguna profundidad sobre lo que sucede en el plano de la educación. Es propio reconocer que Felipe Ascúa agrega a los vicios del gobierno los suyos, propios de cualquier puntero radical montielista. Entonces, no hace falta hurgar en detalles para observar que en el sector la gestión de gobierno no camina, renguea, y si la crisis no estalla es solo porque Busti ha tenido la suerte que los techos y paredes de las escuelas entrerrianas han aprendido a caer eludiendo las cabezas de los alumnos. Por otra parte, el deterioro profundo que muestra el sistema de aprendizaje no se refleja en ninguna fecha de vencimiento como en el caso de la harina o la leche, pero vaya si existe. Lo cierto es que la educación en Entre Ríos es un barco a la deriva. Es claro que, en su momento, el ingreso del profesor Ascúa como presidente del Consejo General de Educación (CGE) tuvo su impacto efectista pues significaba ampliar la base política en un área donde el gobierno no lograba hacer pié. Junto a él se nombraba a Alejandro Richardet que luego se vio renunciado por sus propias torpezas y las presiones del entorno más cerril del bustismo. Amagar y no concretar suele tener sus costos. Quizás si Richardet hubiera transformado en denuncia penal lo que tantas veces insinuó como gravísimas irregularidades en el manejo de los fondos del sector, la debilidad política se habría convertido en fortaleza.

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-Gremio y conflicto. Si estas reflexiones caben en el costado del gobierno, que es el que tiene la obligación de responder por lo que se hace o deja de hacer en materia educativa, en el ámbito de lo gremial no aparece un temperamento que se ubique con un criterio integral en la respuesta a la crisis. AGMER queda encerrada en una sola línea de acción definida por la sucesión de paros con el exclusivo objetivo de la recuperación salarial. De esa manera la comunidad educativa no se siente convocada a solidarizarse con el conflicto y en muchos casos empieza a sentirse agraviada pues percibe que el comportamiento gremial también empuja el nivel educativo para abajo, agravando el desgarramiento social en el que se desenvuelve una ancha franja de la actividad educativa. El aislamiento del conflicto educativo de la comunidad que lo rodea anula las posibilidades movilizadoras del gremio y liquida la alternativa de empujar al gobierno a incursionar en nuevas fuentes de recursos que hagan posible dar cuenta de los reclamos salariales. Es como se suele decir, un círculo vicioso que termina deteriorando cada uno de los segmentos del sistema, gobierno, gremio, docentes, alumnos, padres de alumnos, etcétera. Es notable cómo la dirigencia gremial no da cuenta del estado de crisis de su convocatoria. Muy especialmente en los ámbitos de mayor concentración docente como son Paraná y Concordia, es notoria la caída de la capacidad movilizadora de las seccionales. Paradójicamente esos distritos, donde a diario se ponen de manifiestos estos indicadores de que las cosas no marchan como deben, son portadores de las posiciones más confrontativas y cerradas.

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